En varios países occidentales,
el debate sobre los derechos de hombres y mujeres
se ha convertido en una fantasmagoría perfecta.
Tengan cuidado de ir adonde los
bolcheviques alguna vez planearon ir,
no solo colectivizando los pollos,
sino también colectivizando a las mujeres.
Vladimir Putin
Orban y Putin. Dos caras de (¿la misma?) moneda
Durante este mes de Octubre 2021, dos hombres de Estado -- generalmente bastante maltratados por los medios de Occidente y cuyas palabras e ideas casi no se difunden como si se tuviera miedo de algún posible "efecto contagio" -- pronunciaron sendos discursos que realmente creo que vale la pena conocer. Son dos estadistas
Uno de ellos fue Viktor Orban, el Primer Ministro de Hungría, quien habló ante una impresionante manifestación congregada para rememorar la Revolución Húngara de 1956 cuando Hungría entera se alzó contra la ocupación soviética y terminó aplastada por los tanques y las tropas de la dictadura comunista. El otro fue Vladimir Putin, el actual Primer Ministro de la Federación rusa, ex-miembro del Servicio Externo de la KGB en Alemania durante la era soviética, quien habló en la Sesión Plenaria de la XVIII Reunión Anual del Valdai Club en Sochi, Rusia.
Ambos discursos tuvieron lugar con apenas dos días de diferencia. Putin habló en Sochi el 21 de Octubre y Orban pronunció el suyo en Budapest el 23 de Octubre. Realmente creo que es interesante poner los dos mensajes lado a lado. El de la persona que gobierna un país otrora ocupado por el Imperio Soviético comparado con el de otra persona que fue funcionario de ese Imperio Soviético. Siendo que, curiosamente, ambos han sido y siguen siendo ferozmente criticados por los bienpensantes del decadente demoliberalismo y gramscismo actuales. Probablemente no solo porque se niegan a ser "políticamente correctos" sino porque, a pesar de que lo son, tienen infinitamente más éxito en sus gestiones que los socialpopulistas fracasados y por ello inofensivos como Maduro, Ortega o Diaz-Canel.
El problema que el sistema demoplutocrático imperante en Occidente tiene con los "autócratas" como Orban o Putin no es que sean dictadores o tiranos. El problema es que se han colocado por fuera del sistema y han tenido éxito. Es bastante obvio que, en algún momento, muchos podrían llegar a sacar conclusiones "inaceptables" e intentar caminos similares, quizás igual de exitosos, en otros países. Y eso es algo que la plutocracia simplemente no puede tolerar.
Discurso de Viktor Orban
Budapest 23/10/2021 - Conmemoración de la revolución húngara de 1956
Saludo respetuosamente al pueblo de la libertad en la capital de la nación.
Hace tiempo que no nos vemos.
Tenemos mucho para hablar esta tarde. Pero sobre todo, para recordar. Recordar los días de hace 65 años y la tarde de hace quince años. [2]
Este es un lugar especial. Hace quince años, a esta misma hora, en la esquina de las calles Andrássy y Bajcsy-Zsilinszky, el pasado y el presente se miraron como dos lobos enfrentados. Hace quince años, los jóvenes hijos de los viejos comunistas convirtieron el 23 de octubre en un 4 de noviembre. [3] De un lado estuvieron las granadas de gas lacrimógeno, las balas de goma, las picanas eléctricas, los uniformes no identificados y los cañones de agua. Del otro lado estuvo una nación engañada y humillada que, después de cincuenta años, tuvo que volver a escuchar que le habían mentido mañana, tarde y noche. [4] De un lado un poder obtenido con centenares de engaños y defendido con uñas y dientes; del otro lado personas amargadas cerrando filas detrás de las gigantescas letras de la libertad.
Hay momentos en la vida de las naciones en los que, de repente, todo el mundo siente que se acabó; que las cosas no pueden seguir como han venido siendo hasta ese momento. Es cuando tenemos que decidirnos, y nuestra decisión muestra quiénes somos en realidad. Es cuando una nación entera revela lo que vale. Calla o protesta, se resigna o se rebela, mira para otro lado o se alza, huye o pelea.
Es cuando no puedes esconderte porque una verdad superior se hace visible y te confronta sin admitir desacatos: o te paras de un lado, o del otro. En un abrir y cerrar de ojos, queda claro quién está del lado del Bien y quién está del lado del Mal, quién se ubica en el buen lado de la historia y quién en el lado malo.
Nosotros, los húngaros, tomamos en su momento una buena decisión. Protestamos, nos enderezamos, nos rebelamos y combatimos. Optamos por la libertad frente a la esclavitud; por la independencia contra la ocupación; por ser patriotas húngaros en lugar de comunistas.
Hoy recordamos ese maravilloso día en el que los húngaros le mostramos al mundo y a nuestros enemigos, quiénes somos en realidad. Recordamos el día en que no nos preguntamos si Dios estaba con nosotros, sino si nosotros estábamos con Dios. Una fuerza poderosa surgió en nuestro interior y los pilares del gobierno comunista tambalearon.
Recordamos ese momento que vivirá para siempre en la memoria de las naciones libres del mundo. La nación de los húngaros se reencontró a sí misma en un abrir y cerrar de ojos, y el prestigio húngaro volvió a ser hermoso, digno de su antigua gran reputación.
Recordamos el momento en que coincidieron queriendo lo mismo, el cardenal y el tornero, los académicos y los pibes de Pest, el archiduque y el partisano se convirtieron en un Ministro de Guerra. El impulso que atravesó el Telón de Acero que separaba a las naciones divididas, impregnó las asambleas estudiantiles de Transilvania y las celdas de las prisiones de Szamosújvár.
Mansfeld, Wittner, Szabó, Pongrác, Nagy y Mindszenty. [5] Los miramos a ellos, pero lo que vemos es una nación. Una orgullosa nación húngara a la que todos pertenecemos. ¡Gloria a los héroes!
En 2006, una nueva generación de comunistas volvió a enfrentarse con Hungría. Llegaron al poder a costa de mentiras. Prometieron recortes de impuestos pero luego los aumentaron. Se dispararon los costos de la salud, las tarifas y los gastos generales. Abolieron el aguinaldo y las asignaciones familiares. En complicidad con el mundo bancario internacional estafaron a cientos de miles de familias con préstamos en moneda extranjera. Remataron el país; todo se vendió a extranjeros, el aeropuerto, la empresa nacional de energía, los servicios públicos. Y después de saquearlo, llevaron a la bancarrota a todo el país y pusieron la soga del FMI alrededor de nuestro cuello. (....) Y, cuando alzamos la voz, nos respondieron con gases lacrimógenos, balas de goma y tirándonos los caballos encima. Nos dispararon a los ojos; castigaron con bastones de goma a mujeres y a ancianos indefensos. En este lugar donde estamos ahora, hace quince años, la violencia, la sangre y las lágrimas inundaron las calles de Pest. Todo sucedió en el cincuentenario de la revolución del 56 ante los ojos del mundo.
Lo digo despacio para que todos lo entiendan: ¡nunca - lo - olvidaremos!
¡Nunca más! |
¡Damas y caballeros!
Según la conocida humorada de Pest, "no hay que ofenderse cuando se tiene un motivo, sino cuando vale la pena". También nosotros esperamos el momento adecuado. Durante cuatro largos años esperamos – pacientemente y en alerta – para resarcirnos.
El Buen Dios fue justo. Los castigó con lo que a nosotros nos premió: nuestra victoria electoral de dos tercios. Nos unimos como en el 56 y arrasamos con la Hungría socialista. [6]
En 1956, Ernő Gerő [7.1] huyó corriendo, desesperado, a Moscú. Lamentablemente, en 2006 no tuvimos tanta suerte. Los socialistas y su dirigencia permanecieron aquí, colgados de nuestro cuello. Se quedaron, y su líder ha estado vagando aquí entre nosotros desde entonces, deambulando por la vida pública convertido en algo así como el Fantasma del Parlamento.
Para el resarcimiento bastó un solo momento embriagador, pero se necesitaron años para remediar la destrucción ocasionada por la izquierda. Es una gran y bendita gracia que, en ese empeño, obreros, ingenieros, agricultores, junto con pequeños y grandes empresarios, científicos, profesores, enfermeras y médicos mantuviesen en todo momento la unidad nacional y nos permitieron así retirar los escombros.
Pusimos a Hungría de pie otra vez. Creamos un millón de nuevos puestos de trabajo. Nos sacamos de encima los préstamos en moneda extranjera, rebajamos los impuestos y hemos llegado al punto en que, el año que viene, el salario mínimo será más alto que el salario promedio de los días socialistas. Recuperamos los servicios públicos, los bancos y los medios de comunicación y aumentamos en un 150% nuestra riqueza nacional. Hemos aplicado impuestos a las multinacionales, hemos protegido a las familias y reducido los gastos generales a los niveles más bajos de Europa.
Hungría es hoy lo suficientemente fuerte como para honrar a los ancianos y a los jóvenes al mismo tiempo. Estamos reconstruyendo el aguinaldo en las jubilaciones y el año que viene, los jóvenes que viven del trabajo no tendrán que pagar impuestos. Las familias que tienen niños en edad escolar recuperarán los impuestos pagados este año. Tenemos nuestro propio mundo húngaro y nuestra vida húngara. Tenemos una constitución que garantiza que nunca nos podrán volver a hacer lo que nos hicieron en el 56 y en 2006.
Eliminamos las barreras que separan al pueblo y reunificamos a los húngaros. Fueron necesarios muchos millones de voluntades unidas y muchas manos trabajadoras. Las de aquellos que creyeron en el poder del amor y la unión. De ellos es la gloria, ellos son quienes merecen el reconocimiento. Aunque también sea cierto que no estuvo de más tener un gobierno sano y eficaz.
¡Damas y caballeros!
Tampoco olvidemos que cuando recortamos los gastos generales, cuando redujimos las ganancias extraordinarias de las multinacionales y cuando enviamos a su casa al FMI, nos atacó toda la Unión Europea. Y también fuimos atacados cuando detuvimos a los migrantes, construimos la cerca y defendimos nuestras fronteras. Docenas de primeros ministros han atacado a Hungría. Nosotros todavía seguimos aquí, y ¿alguien recuerda aunque más no sea el nombre de estas personas?
¡Es una vieja canción, queridos amigos! Al igual que en 1849, 1920, 1945 y 1956, los dignatarios europeos quieren volver a decidir sobre nuestras cabezas; sobre nosotros, pero sin nosotros. Quieren convertirnos en europeos, sensibles y liberales, a los palos, incluso si deben masacrarnos en el intento. Bruselas habla hoy y se comporta con nosotros y con los polacos como lo hace alguien con sus enemigos. Tenemos una sensación de déjà vu; el aire de la doctrina Brezhnev atraviesa Europa. [7.2] Ya sería tiempo que también en Bruselas, comprendan que ni siquiera los comunistas pudieron con nosotros.
Somos la arena en la maquinaria, el palo las ruedas, la espina debajo de la uña. Somos ese David que los Goliat harían mejor en evitar. Somos los que le produjimos una fisura al comunismo mundial en el '56, y los que rompimos el primer ladrillo del Muro de Berlín. Y hoy seguimos firmes en nuestros puestos y todo lo que decimos es que los húngaros no tienen razón, sino que tendrán razón.
Y dado que las verdades húngaras son tres, [8] después de la reducción de los gastos generales y la cuestión de los migrantes tendremos razón por tercera vez: habrá un referéndum y también protegeremos a nuestros niños. Hungría será el primer país de Europa en detener la violenta propaganda LGBTQ delante de las paredes de las escuelas.
Y no olvidemos tampoco, que quienquiera que haya sido el enemigo, quienquiera que haya sido el que tuvimos que enfrentar, la izquierda siempre se posicionó a nuestras espaldas y nos perjudicó en todo lo que pudo. Hoy está a la vista de todos: otra vez se están organizando y rivalizando, otra vez están esparciendo las semillas del desorden, el odio, la lucha y la violencia. Nuestros adversarios piensan que si esconden al lobo en una piel de oveja, no lo reconoceremos. Pero sucede que lo reconocemos de inmediato: sabemos que es un lobo. También sabemos que el lobo se comerá a la abuela; más aun, ya se la comió, por eso es que todos los que se hicieron amigos del lobo en seno de la “solidaridad” han desaparecido. Pero créanme, todavía queda espacio para los nuevos pequeños hombrecillos del momento.
Está escrito: " Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas. Por sus frutos los conoceréis. Todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos". [9] Es cierto: en el árbol de la izquierda sólo puede crecer una política de izquierda. Hay solo una izquierda, no importa cómo la disfracen. Empiezan con mentiras, continúan con violencia y se van dejando una bancarrota. Los que dispararon contra la gente hace quince años se están preparando para subir de nuevo al escenario.
En algún lugar, al otro lado del "Gran Charco", el tío Gyuri ya se está preparando. [10] Cuando los necesitamos, no vinieron; ahora que no los llamamos, están aquí. [11] Hoy los usurpadores no quieren imponernos a sus comisarios, ahora quieren que los elijamos nosotros mismos. Hoy no vienen con armas de fuego, pero tienen a Facebook. Creo que nos malinterpretaron. Aquella vez nuestra invitación fue para liberarnos de la ocupación soviética, no para que vinieran a interferir en nuestra democracia.
¡Queridos amigos!
Los que derribaron la estatua de Stalin en 1956 no fueron oradores entrenados, caudillos guerreros ni generales bien entrenados. Los héroes del momento de la historia mundial del 56 fueron simplemente los hijos y las hijas del pueblo húngaro, personas iguales a los que estamos aquí en esta plaza.
Tampoco hoy importa lo que pretenden en Bruselas, en Washington y en los medios controlados por extranjeros. El destino de los húngaros hoy también lo decidirán los húngaros. El 23 de octubre nos recuerda: no olvidemos nuestra propia responsabilidad personal. Mil cien años han grabado en nuestro ADN que aquí en la Cuenca de los Cárpatos tenemos que luchar por la libertad una y otra vez todos los días. La guerra de la independencia requiere no solo un corazón, no solo razón, sino también fuerza.
Nuestra fuerza, mis queridos amigos, es nuestra unidad. La unión hace la fuerza. Estamos juntos porque creemos en lo mismo: en la familia, en la nación; todos creemos en una Hungría fuerte e independiente. El que defiende a su familia, a su nación contra los ataques externos, puede contar no solo con su mente, su corazón y su fuerza, sino también con el hecho de que combate por la verdad. La verdad, mis queridos amigos, estuvo del lado de los combatientes por la libertad tanto entonces como hoy. Esta verdad nos sostuvo aquí en medio de Europa: es la verdad de los húngaros. Y siempre hemos querido lo mismo durante siglos, al igual que en el 56, en 2006 y aun hoy queremos ¡Justicia para Hungría!
No podemos pensar que siempre tenemos razón en todas las situaciones, pero siempre tenemos la razón cuando nos atacan y nos defendemos. Tenemos razón cuando defendemos la verdad de nuestros abuelos sobre cómo debemos y cómo vale la pena vivir. Qué es lo valioso y qué es lo insignificante en la fugaz y pasajera vida humana. Ésa es la verdad que otorga una fuerza invencible. La verdad de los húngaros está en ustedes mis queridos amigos; está en todos ustedes, injertada en las almas de todos. Escúchela, háganle caso. Proclámenla, actúen según sus indicaciones. Y cuando llegue el momento, párese frente a sus casas y protéjala.
Si queremos proteger la seguridad de nuestras familias, las fronteras de nuestro país, el futuro de nuestros hijos, los frutos de nuestro trabajo, nuestras pensiones, nuestros salarios, nuestras reducciones de gastos generales, si queremos preservar nuestra cultura, costumbres, idioma; es decir, si queremos proteger la libertad de nuestra vida diaria, todos deben participar en la lucha que nos espera. Lo que hemos logrado ayer y anteayer, tenemos que protegerlo mañana. Lo suficiente de hoy es insuficiente mañana. Contamos con todos los húngaros a quienes les importa el futuro de Hungría. Para nosotros, Hungría está en primer lugar, por lo que se beneficiarán de nuestro gobierno incluso aquellos que no nos voten.
¡Queridos amigos!
Sé que hay muchos que no toman en serio a nuestros oponentes. Mucha gente piensa que ya hemos remontado al 2006, que hemos cosechando varias victorias electorales seguidas, que el carro del país va bien, de modo que no tenemos nada que temer. Y realmente: lo que está haciendo la izquierda tiene más que ver con la industria del entretenimiento que con la política responsable. En los carteles anunciaron con letras asesinas que nos derrotarían, y luego no llegaron ni a los festejos de Navidad. Organizaron una elección para ellos mismos, pero ni siquiera pudieron ganar la elección en la que solo ellos se postularon. Compiten entre ellos para decidir quién será el representante local de Bruselas y György Soros. Quién será el que, al servicio de ellos, gobernará a los húngaros; quién puede ser el nuevo bajá de Buda, [12] el nuevo presidente del consejo del condado o el nuevo secretario del partido. Lo dicen abiertamente: se asociarían hasta con el demonio para recuperar el poder. Su propósito es arrancar a Hungría de las manos de la Virgen María para ponerla a los pies de Bruselas.
¡Amigos míos!
Es cierto que, por algunos partidos de izquierda desgastados, no haría falta reunir aquí a tantas personas como las hoy congregadas. Pero el hombre inteligente no se hace ilusiones. No nos dejemos engañar por el juicio vacilante y la espectacular desgracia de la izquierda doméstica. Eso no importa. Lo que importa es la fuerza de los operadores internacionales que los respaldan. La fuerza, el verdadero desafío – más aun, la real amenaza – la constituye el poder internacional informal, con su dinero, sus medios de comunicación y la red que los apoya. Esta es una fuerza importante a la que solo millones de húngaros mancomunados pueden derrotar y expulsar del país.
Les advertimos mientras hay tiempo: hasta ahora, el que nos ha mordido o bien se rompió los dientes, o bien los perdió. No importó que el enemigo haya sido enorme, no huimos entonces y tampoco retrocederemos ahora, porque sabemos que todo lo haremos juntos.
Miren a la persona que tienen a tu lado. Si la miran a los ojos, pueden percibir que pueden contar con ella. Esa persona hará todo lo posible para que atravesemos incluso el muro más grueso. Ésta es nuestra fuerza, ése es nuestro respaldo, y no hay suficientes dólares ni suficientes euros en el mundo que nos puedan quitar esto.
¡Vinimos, vimos y volveremos a ganar!
¡El Buen Dios sobre todos nosotros! ¡Hungría ante todo!
¡Arriba Hungría! ¡Vamos húngaros!
Discurso de Vladimir Putin
Sochi 21/10/2021 - Sesión Plenaria de la XVIII Reunión Anual del Valdai Club
Tema de este año: La conmoción global en el siglo XXI: el individuo, los valores y el estado.
Para empezar, quisiera agradecerles por venir a Rusia y participar en los eventos del Valdai Club.
Como siempre, durante estas reuniones se plantean cuestiones urgentes y se llevan a cabo debates exhaustivos sobre estos temas que, sin exagerar, importan a personas de todo el mundo. Una vez más, el tema clave del foro se planteó de una manera sencilla, diría que incluso a quemarropa: La conmoción global en el siglo XXI: el individuo, los valores y el estado.
De hecho, vivimos en una era de grandes cambios. Si me lo permiten por tradición, ofreceré mis puntos de vista respecto de la agenda que se ha elaborado.
En general, esta frase de “vivir en una era de grandes cambios”, puede parecer trivial ya que la usamos con tanta frecuencia. Además, esta era de cambio comenzó hace bastante tiempo y los cambios se han convertido en parte de la vida cotidiana. De ahí la pregunta: ¿son tan importantes como para concentrarse en ellos? Estoy de acuerdo con quienes hicieron la agenda de estas reuniones; por supuesto que lo son.
En las últimas décadas, muchas personas han citado un proverbio chino. El pueblo chino es sabio y tiene muchos pensadores y pensamientos valiosos que aun hoy podemos utilizar. Uno de ellos, como sabrán, dice: "Dios no permita que vivamos en una época de cambio". Pero ya lo estamos viviendo, nos guste o no, y los cambios son cada vez más profundos y fundamentales. Pero consideremos otra sabiduría china: la palabra "crisis" consta de dos caracteres - probablemente haya representantes de la República Popular China en la audiencia, y me corregirán si me equivoco - pero lo dos caracteres son, "peligro" y "oportunidad ". Es como decimos aquí en Rusia, "lucha contra las dificultades con tu mente y lucha contra los peligros con tu experiencia".
Por supuesto, debemos ser conscientes del peligro y estar preparados para contrarrestarlo; en esta era de cambio pueden surgir, no solo una amenaza, sino muchas amenazas diversas. Sin embargo, no es menos importante recordar un segundo componente de la crisis: las oportunidades que no se deben desaprovechar, tanto más cuanto que la crisis a la que nos enfrentamos es conceptual e incluso de civilización. Se trata básicamente de una crisis de enfoques y principios que determinan la existencia misma de los humanos en la Tierra, pero tendremos que revisarlos seriamente en cualquier caso. La pregunta es hacia dónde moverse, qué renunciar, qué revisar o ajustar. Al decir esto, estoy convencido de que es necesario luchar por valores reales, defendiéndolos en todos los sentidos.
La humanidad entró en una nueva era hace unas tres décadas cuando se crearon las principales condiciones para poner fin al enfrentamiento político-militar e ideológico. Estoy seguro de que se ha hablado mucho de esto en este club de discusión. Nuestro canciller también habló de ello, pero sin embargo me gustaría repetir varias cosas.
En aquél momento se inició la búsqueda de un nuevo equilibrio de relaciones sostenibles en las áreas sociales, políticas, económicas, culturales y militares junto con el apoyo al sistema mundial. Estuvimos buscando este apoyo pero hay que decir que no lo encontramos, al menos hasta ahora. Mientras tanto, aquellos que se sentían ganadores después del final de la Guerra Fría (también hemos hablado de esto muchas veces) y pensaban que habían escalado el Monte Olimpo pronto descubrieron que el suelo se les estaba deslizando por debajo de sus pies incluso allí, y esta vez fue su turno. Nadie pudo "detener ese momento fugaz" por muy justo que pareciera.
En general, pareció que nos acostumbraríamos a una continua inconstancia, a la imprevisibilidad y a un permanente estado de transición; pero esto tampoco sucedió.
Me gustaría agregar que la transformación que estamos viendo y de la que somos parte es de un calibre diferente a los cambios que ocurrieron repetidamente en la historia de la humanidad, al menos aquellos que conocemos. No se trata simplemente de un cambio en el equilibrio de fuerzas o de avances científicos y tecnológicos, aunque ambos también se están produciendo. Hoy, nos enfrentamos a cambios sistémicos en todas las direcciones, desde la condición geofísica cada vez más complicada de nuestro planeta hasta una interpretación más paradójica de lo que es un ser humano y cuáles son las razones de su existencia.
Miremos a nuestro alrededor. Y diré esto otra vez: me permitiré expresar algunos pensamientos a los que me suscribo.
En primer lugar, el cambio climático y la degradación ambiental son tan obvios que incluso las personas más despreocupadas ya no pueden ignorarlos. Se puede seguir participando en debates científicos sobre los mecanismos que alimentan los procesos en curso, pero es imposible negar que estos procesos están empeorando y es necesario hacer algo. Los desastres naturales como sequías, inundaciones, huracanes y tsunamis casi se han convertido en la nueva normalidad y nos estamos acostumbrando a ellos. Baste recordar las devastadoras y trágicas inundaciones en Europa el verano pasado, los incendios en Siberia; hay muchos ejemplos. No solo en Siberia. Nuestros vecinos en Turquía también han tenido incendios forestales, y los han tenido los Estados Unidos y otros lugares del continente americano. A veces parece que cualquier rivalidad geopolítica, científica y técnica o ideológica se vuelve inútil en este contexto, si los ganadores no tienen suficiente aire para respirar o nada para beber.
La pandemia de coronavirus se ha convertido en otro recordatorio de lo frágil que es nuestra comunidad, lo vulnerable que es, por lo que nuestra tarea más importante es garantizar a la humanidad una existencia segura y sostenible. Para aumentar nuestras posibilidades de supervivencia frente a los cataclismos, es absolutamente necesario repensar cómo vamos con nuestras vidas, cómo administramos nuestros hogares, cómo se desarrollan las ciudades o cómo deberían desarrollarse; necesitamos reconsiderar las prioridades del desarrollo económico de Estados enteros. Repito, la seguridad es uno de nuestros principales imperativos, en cualquier caso se ha vuelto obvio ahora, y cualquiera que intente negar esto tendrá que explicar luego por qué se equivocaron y por qué no estaban preparados para las crisis y conmociones que enfrentan naciones enteras. .
Segundo. Los problemas socioeconómicos que enfrenta la humanidad se han agravado hasta el punto de que, en el pasado, hubieran desencadenado conmociones mundiales, tales como guerras mundiales o cataclismos sociales sangrientos. Todo el mundo dice que el modelo actual de capitalismo que subyace a la estructura social en la inmensa mayoría de los países ha terminado su curso y ya no ofrece una solución a una serie de diferencias cada vez más complejas.
En todas partes, incluso en los países y en las regiones más ricas, la distribución desigual de la riqueza material ha exacerbado la desigualdad, principalmente la desigualdad de oportunidades tanto dentro de las sociedades nacionales como a nivel internacional. Mencioné este formidable desafío en mis comentarios en el Foro de Davos a principios de este año. Sin duda, estos problemas nos amenazan con grandes y profundas divisiones sociales.
Además, varios países e incluso regiones enteras se ven regularmente afectadas por crisis alimentarias. Probablemente discutiremos esto más adelante, pero hay muchas razones para creer que esta crisis empeorará en el futuro cercano y puede alcanzar formas extremas. También hay escasez de agua y electricidad (probablemente cubriremos esto también hoy), sin mencionar la pobreza, las altas tasas de desempleo o la falta de atención médica adecuada.
Los países rezagados son plenamente conscientes de ello y están perdiendo la fe en las perspectivas de ponerse al día con los líderes. La decepción estimula la agresión y empuja a la gente a unirse a las filas de los extremistas. Las personas en esos países tienen una sensación cada vez mayor de expectativas incumplidas y fallidas y la falta de oportunidades no solo para ellos, sino también para sus hijos. Esto es lo que les hace buscar una vida mejor y da como resultado una migración descontrolada que, a su vez, crea un terreno fértil para el descontento social en los países más prósperos. No necesito explicarles nada, ya que pueden ver todo con tus propios ojos y, probablemente, están más versados en estos temas que yo.
Como señalé anteriormente, las potencias líderes prósperas tienen otros problemas sociales urgentes, desafíos y riesgos en abundancia, y muchos de ellos ya no están interesados en luchar por la influencia puesto que, como se dice, ya tienen suficiente en su haber. El hecho que la sociedad y los jóvenes en muchos países hayan reaccionado de manera exagerada, de manera dura e incluso agresiva, a las medidas para combatir el coronavirus demostró... y quiero enfatizar esto, espero que alguien ya lo haya mencionado antes que yo en otros lugares... creo que esta reacción demostró que la pandemia era solo un pretexto: las causas de la irritación y de la frustración social son mucho más profundas.
Tengo otro punto importante que hacer. La pandemia, que, en teoría, se suponía que uniría a la gente en la lucha contra esta enorme amenaza común, se ha convertido en un factor de división en lugar de unificación. Hay muchas razones para eso, pero una de las principales es que se comenzaron a buscar soluciones a los problemas entre los enfoques conocidos -- o una variedad de ellos y hasta aún los antiguos -- pero simplemente no funcionan. O, para ser más precisos, funcionan, pero a menudo y, por extraño que parezca, empeoran la situación actual.
Por cierto, Rusia ha pedido en repetidas ocasiones detener estas ambiciones inapropiadas y trabajar juntos. Probablemente hablemos de esto más adelante, pero está claro lo que tengo en mente. Hablamos de la necesidad de contrarrestar juntos la infección por coronavirus. Pero nada cambia; todo sigue igual a pesar de las consideraciones humanitarias. No me refiero a Rusia ahora, dejemos las sanciones contra Rusia por ahora; me refiero a las sanciones que siguen vigentes contra aquellos Estados que necesitan urgentemente ayuda internacional. ¿Dónde están los fundamentos humanitarios del pensamiento político occidental? Parece que no hay nada allí, solo charlas ociosas. ¿Se entiende? Esto es lo que parece estar en la superficie.
Además, la revolución tecnológica, los impresionantes logros en inteligencia artificial, electrónica, comunicaciones, genética, bioingeniería y medicina abren enormes oportunidades, pero al mismo tiempo, en términos prácticos, plantean cuestiones filosóficas, morales y espirituales que hasta hace poco eran del dominio exclusivo de los escritores de ciencia ficción. ¿Qué pasará si las máquinas superan a los humanos en la capacidad de pensar? ¿Dónde está el límite de manipulación en el cuerpo humano más allá del cual una persona deja de ser ella misma y se convierte en alguna otra entidad? ¿Cuáles son los límites éticos generales en el mundo donde el potencial de la ciencia y las máquinas se está volviendo casi ilimitado? ¿Qué significará esto para cada uno de nosotros, para nuestros descendientes, nuestros descendientes más cercanos, nuestros hijos y nietos?
Estos cambios están cobrando impulso y, desde luego, no pueden detenerse porque, por regla general, son objetivos. Todos tendremos que lidiar con las consecuencias independientemente de nuestros sistemas políticos, condición económica o ideología imperante.
Verbalmente, todos los estados hablan de su compromiso con los ideales de cooperación y su voluntad de trabajar juntos para resolver problemas comunes pero, lamentablemente, estas son solo palabras. En realidad, está sucediendo lo contrario, y la pandemia ha servido para alimentar las tendencias negativas que surgieron hace mucho tiempo y que ahora solo están empeorando. El enfoque basado en el proverbio, "tu propia camisa es la que está más cerca de tu cuerpo", finalmente se ha vuelto común y ahora ni siquiera se oculta. Además, esto a menudo es incluso una cuestión de jactancia y ostentación. Los intereses egoístas prevalecen sobre la noción de bien común.
Por supuesto, el problema no es solo la mala voluntad de ciertos Estados y de élites notorias. Es más complicado que eso, en mi opinión. En general, la vida rara vez se divide en blancos y negros. Cada gobierno, cada líder es el principal responsable ante sus propios compatriotas, obviamente. El objetivo principal es garantizar seguridad, paz y prosperidad. Por lo tanto, los asuntos internacionales y transnacionales nunca serán tan importantes para un liderazgo nacional como la estabilidad nacional. En general, esto es normal y correcto.
Tenemos que afrontar el hecho de que las instituciones de gobernanza global no siempre son eficaces y sus capacidades no siempre están a la altura del desafío que plantea la dinámica de los procesos globales. En este sentido, la pandemia podría ayudar: mostró claramente qué instituciones tienen lo que se necesita y cuáles necesitan ajustes.
La realineación del equilibrio de poder presupone una redistribución de acciones a favor de países emergentes y en desarrollo que hasta ahora se sentían excluidos. Para decirlo sin rodeos, el dominio occidental de los asuntos internacionales, que comenzó hace varios siglos y, durante un breve período, fue casi absoluto a fines del siglo XX, está dando paso a un sistema mucho más diverso.
Esta transformación no es un proceso mecánico y, a su manera, incluso podría decirse, no tiene parangón. Podría decirse que la historia política no tiene ejemplos de un orden mundial estable que se haya establecido sin una gran guerra y sin sus resultados como base. Fue el caso de después de la Segunda Guerra Mundial. Entonces tuvimos la oportunidad de sentar un precedente extremadamente favorable. Pero el intento de crearlo después del final de la Guerra Fría sobre la base de la dominación occidental fracasó, como podemos apreciar. El estado actual de los asuntos internacionales es producto de ese mismo fracaso y debemos aprender de ello.
Algunos se preguntarán, ¿adónde hemos llegado? Hemos llegado a un lugar paradójico. Solo un ejemplo: durante dos décadas, la nación más poderosa del mundo ha estado realizando campañas militares en dos países con los que no se puede comparar de ninguna manera. Pero al final, tuvo que cerrar sus operaciones sin lograr un solo objetivo de los que se había propuesto hace 20 años, y tuvo que retirarse de estos países causando un daño considerable a los demás y a sí misma. De hecho, la situación ha empeorado dramáticamente.
Pero ese no es el punto. Antes, una guerra perdida por un lado significaba la victoria del otro lado, que asumía la responsabilidad por lo que estaba sucediendo. Por ejemplo, la derrota de Estados Unidos en la guerra de Vietnam no convirtió a Vietnam en un "agujero negro". Por el contrario, surgió allí un estado en desarrollo exitoso que, sin duda, se basó en el apoyo de un aliado fuerte. Las cosas son diferentes ahora: no importa quién tome la delantera, la guerra no se detiene, solo cambia de forma. Como regla general, el hipotético ganador se muestra reacio o incapaz de garantizar una recuperación pacífica de la posguerra, y solo empeora el caos y el vacío que representan un peligro para el mundo.
Colegas,
¿Cuáles creen que son los puntos de partida de este complejo proceso de realineación? Permítanme intentar resumir los puntos a conversar.
Primero, la pandemia de coronavirus ha demostrado claramente que el orden internacional está estructurado en torno a Estados nacionales. Por cierto, los desarrollos recientes han demostrado que las plataformas digitales globales con todo su poder, que pudimos ver en los procesos políticos internos en los Estados Unidos, no han logrado usurpar las funciones políticas o estatales. Estos intentos resultaron efímeros. Las autoridades estadounidenses, como dije, han puesto de inmediato a los propietarios de estas plataformas en su lugar, que es exactamente lo que se está haciendo en Europa, si se mira el tamaño de las multas que se les imponen y las medidas de desmonopolización que se están tomando. Sean conscientes de eso.
En las últimas décadas, muchos han arrojado conceptos sofisticados que afirman que el papel del Estado ya es obsoleto y superado. La globalización supuestamente convirtió las fronteras nacionales en un anacronismo y la soberanía en un obstáculo para la prosperidad. Ya saben, lo dije antes y lo diré de nuevo. Esto es también lo que dijeron quienes intentaron abrir las fronteras de otros países en beneficio de sus propias ventajas competitivas. Esto es lo que sucedió realmente. Y tan pronto como se supo que alguien en algún lugar estaba logrando grandes resultados, inmediatamente volvieron a cerrar fronteras en general y, en primer lugar, sus propias fronteras aduaneras y de otras clases, y comenzaron a construir muros. Bueno, ¿se suponía que no íbamos a darnos cuenta, o qué? Todos ven todo y todos entienden todo perfectamente. Por supuesto que lo hacen.
Ya no tiene sentido discutirlo. Es obvio. Pero cuando hablamos de la necesidad de abrir fronteras, los hechos fueron en la dirección opuesta. Solo los estados soberanos pueden responder eficazmente a los desafíos de la época y las demandas de los ciudadanos. En consecuencia, cualquier orden internacional efectivo debe tener en cuenta los intereses y las capacidades del Estado y proceder sobre esa base, y no tratar de probar que los Estados no deberían existir. Además, es imposible imponer nada a nadie, ya sean los principios que subyacen a la estructura sociopolítica o los valores que alguien, por sus propias razones, ha llamado universales. Después de todo, está claro que cuando ocurre una crisis real, solo queda un valor universal y ése es la vida humana, que cada estado decide por sí mismo cuál es la mejor manera de proteger en función de sus habilidades, cultura y tradiciones.
En este sentido, volveré a señalar lo grave y peligrosa que se ha vuelto la pandemia de coronavirus. Como sabemos, más de 4,9 millones han muerto a causa de ella. Estas aterradoras cifras son comparables e incluso superan las pérdidas militares de los principales participantes en la Primera Guerra Mundial.
El segundo punto sobre el que me gustaría llamar su atención es la escala del cambio que nos obliga a actuar con extrema cautela, aunque sólo sea por razones de autoconservación. El Estado y la sociedad no deben responder de manera radical a los cambios cualitativos en la tecnología, los cambios ambientales dramáticos o la destrucción de los sistemas tradicionales. Es más fácil destruir que crear, como todos sabemos. Nosotros en Rusia sabemos esto muy bien, lamentablemente, por nuestra propia experiencia, que la hemos tenido varias veces.
Hace poco más de un siglo, Rusia enfrentó objetivamente serios problemas, incluso debido a la Primera Guerra Mundial en curso, pero sus problemas no eran mayores y posiblemente incluso menores o no tan agudos como los problemas que enfrentaban los otros países, y Rusia podría haber lidiado con sus problemas de forma gradual y civilizada. Pero los choques revolucionarios provocaron el colapso y la desintegración de una gran potencia. La segunda vez que esto sucedió fue hace 30 años, cuando una nación potencialmente muy poderosa no logró entrar en el camino de reformas urgentes, flexibles pero bien fundamentadas en el momento adecuado, y como resultado de ello fue víctima de todo tipo de dogmáticos, reaccionarios y los llamados progresistas: todos hicieron su parte, todas las facciones lo hicieron.
Estos ejemplos de nuestra historia nos permiten decir que las revoluciones no son una forma de solucionar una crisis sino una forma de agravarla. Ninguna revolución valió la pena por el daño que hizo al potencial humano.
Tercera. La importancia de un apoyo sólido en la esfera de la moral, la ética y los valores está aumentando dramáticamente en el frágil mundo moderno. De hecho, los valores son un producto, un producto único del desarrollo histórico y cultural de cualquier nación. El entrelazamiento mutuo de naciones definitivamente los enriquece, la apertura amplía sus horizontes y les permite echar una nueva mirada a sus propias tradiciones. Pero el proceso debe ser orgánico y nunca puede ser rápido. Cualquier elemento extraño será rechazado de todos modos, posiblemente sin rodeos. Cualquier intento de imponer los valores propios a los demás con un resultado incierto e impredecible solo puede complicar aún más una situación dramática y, por lo general, producir la reacción opuesta y un resultado opuesto al esperado.
Observamos con asombro los procesos en curso en los países que tradicionalmente se han considerado abanderados del progreso. Por supuesto, los choques sociales y culturales que están teniendo lugar en los Estados Unidos y Europa Occidental no son asunto nuestro; nos mantenemos al margen de eso. Algunas personas en Occidente creen en una eliminación agresiva de páginas enteras de su propia historia, creen en la "discriminación inversa" contra la mayoría en interés de una minoría y la demanda de renunciar a las nociones tradicionales de madre, padre, familia e incluso de género. Creen que todos estos son los hitos en el camino hacia la renovación social.
Escuchen, me gustaría señalar una vez más que tienen derecho a hacer esto, nosotros nos mantenemos al margen. Pero nos gustaría pedirles a esas personas que también se mantengan fuera de nuestro negocio. Tenemos un punto de vista diferente, al menos la inmensa mayoría de la sociedad rusa -- sería más correcto decirlo de esta manera -- tiene una opinión diferente sobre este asunto. Creemos que debemos confiar en nuestros propios valores espirituales, en nuestra tradición histórica y en la cultura de nuestra nación multiétnica.
Los defensores del llamado "progreso social" creen que están llevando a la humanidad hacia algún tipo de conciencia nueva y mejor. Buena suerte, que icen las banderas, como solemos decir, y ¡adelante! Lo único que quiero decirles ahora es que sus recetas no son nuevas en absoluto. Puede ser una sorpresa para algunas personas, pero Rusia ya estuvo allí. Después de la revolución de 1917, los bolcheviques, apoyándose en los dogmas de Marx y Engels, también dijeron que cambiarían las formas y las costumbres existentes y no solo las políticas y económicas, sino incluso la noción misma de la moral humana y los fundamentos de una sociedad sana. La destrucción de los valores ancestrales, la religión y las relaciones entre las personas, hasta e incluyendo el rechazo total de la familia (también lo tuvimos), el estímulo para informar sobre los seres queridos, todo esto fue proclamado como progreso y, por cierto, en aquel entonces fue ampliamente apoyado por todo el mundo y estaba bastante de moda, al igual que hoy. Y ciertamente, los bolcheviques eran absolutamente intolerantes frente a opiniones distintas de las suyas.
Creo que esto debería recordarnos algo de lo que estamos presenciando ahora. Al observar lo que está sucediendo en varios países occidentales, nos sorprende ver las prácticas domésticas que, afortunadamente, hemos abandonado, espero, en un pasado lejano. La lucha por la igualdad y contra la discriminación se convierte en un dogmatismo agresivo, rayano en el absurdo, cuando las obras de los grandes autores del pasado, como Shakespeare, ya no se enseñan en las escuelas o universidades porque se cree que sus ideas son atrasadas. Los clásicos se declaran atrasados porque no respetan la importancia del género o de la raza. En Hollywood se distribuyen memorandos sobre la narración adecuada y sobre cuántos personajes y de qué color o género debe tener una película. Esto es incluso peor que el Departamento de Agitprop del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética.
Contrarrestar los actos de racismo es una causa noble y necesaria, pero la nueva "cultura de abolición" la ha convertido en "discriminación inversa", es decir, en racismo inverso. El énfasis obsesivo en la raza está dividiendo aún más a las personas, cuando los verdaderos luchadores por los derechos civiles soñaban precisamente con borrar las diferencias y negarse a dividir a las personas por el color de piel. Les pedí específicamente a mis colegas que encontraran la siguiente cita de Martin Luther King: "Tengo un sueño de que mis cuatro hijos pequeños algún día vivirán en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por su carácter". Éste es el verdadero valor. Sin embargo, las cosas están saliendo de otra manera allí. Por cierto, la mayoría absoluta de los rusos no cree que el color de la piel de una persona o su género sea un asunto importante. Cada uno de nosotros es un ser humano. Eso es lo que importa.
En varios países occidentales, el debate sobre los derechos de hombres y mujeres se ha convertido en una fantasmagoría perfecta. Miren, tengan cuidado de ir adonde los bolcheviques alguna vez planearon ir, no solo colectivizando los pollos, sino también colectivizando a las mujeres. Un paso más y estaremos ahí.
Los fanáticos de estos nuevos enfoques llegan incluso a querer abolir conceptos naturales por completo. Cualquiera que se atreva a mencionar que los hombres y las mujeres existen realmente, lo cual es un hecho biológico, corre el riesgo de ser condenado al ostracismo. Se habla de “padre número uno” y “padre número dos”, de “padre biológico” en lugar de “padre” y “leche femenina” para reemplazar la expresión “leche materna”, porque podría molestar a las personas que no están seguras de su propio género. Repito, esto no es nada nuevo. En la década de 1920, los llamados Kulturträgers [13] soviéticos también inventaron un nuevo lenguaje creyendo que estaban creando una nueva conciencia cambiando los valores de esa manera. Y como ya he dicho, hicieron tantos desastres que a veces uno todavía se estremece.
Sin mencionar algunas cosas verdaderamente monstruosas, como cuando a los niños se les enseña desde una edad temprana que un niño puede convertirse fácilmente en una niña y viceversa. Es decir, los profesores realmente les imponen una elección que supuestamente todos tenemos. Lo hacen mientras excluyen a los padres del proceso y obligan al niño a tomar decisiones que pueden cambiar toda su vida. Ni siquiera se molestan en consultar con psicólogos infantiles. ¿Tiene un niño a esta edad la capacidad de tomar una decisión de este tipo? Llamemos las cosas por su nombre: esto raya en un crimen de lesa humanidad, y se está haciendo en nombre y bajo la bandera del progreso. En fin, si a alguien le gusta esto, déjenlo que lo haga.
Ya he mencionado que, al dar forma a nuestros enfoques, nos guiaremos por un conservadorismo saludable. Lo dije hace unos años, cuando las pasiones en el ámbito internacional aún no estaban tan altas como ahora, aunque, por supuesto, podemos decir que ya entonces las nubes se estaban acumulando. Ahora, cuando el mundo atraviesa una ruptura estructural, la importancia de un conservadorismo razonable como base para un curso político ha aumentado mucho, precisamente debido a los riesgos y peligros que se multiplican y a la fragilidad de la realidad que nos rodea.
En este enfoque conservador no se trata de un tradicionalismo ignorante, un miedo al cambio o un juego de restricción, y mucho menos de encerrarnos en nuestro propio caparazón. Se trata principalmente de la confianza en una tradición probada por el tiempo, de la preservación y el crecimiento de la población, se trata de la evaluación realista de uno mismo y de los demás, de una secuencia precisa de prioridades, de una correlación entre necesidad y posibilidad, de una formulación prudente de metas y un criterio fundamental: el rechazo del extremismo como método. Francamente, en el inminente período de reconstrucción global, que puede llevar bastante tiempo y con un diseño final incierto, el conservadorismo moderado es -- hasta donde yo lo veo -- la línea de conducta más razonable. Inevitablemente cambiará en algún momento, pero por ahora, noli nocere, no hacer daño según el principio rector de la medicina, parece ser lo más racional.
Una vez más, para nosotros en Rusia, estos no son postulados especulativos, sino lecciones de nuestra difícil y a veces trágica historia. El costo de experimentos sociales mal concebidos a veces está más allá de toda estimación. Esos experimentos pueden destruir no solo los fundamentos materiales, sino incluso los espirituales de la existencia humana, dejando tras de sí una ruina moral donde nada se puede construir en reemplazo durante mucho tiempo.
Finalmente, hay un punto más que quiero hacer. Entendemos muy bien que resolver muchos problemas urgentes que el mundo ha estado enfrentando sería imposible sin una estrecha cooperación internacional. Sin embargo, debemos ser realistas: la mayoría de los bonitos eslóganes sobre la búsqueda de soluciones globales a los problemas globales que hemos estado escuchando desde finales del siglo XX nunca se harán realidad. Para lograr una solución global, los Estados y las personas tienen que transferir sus derechos soberanos a estructuras supranacionales en una medida que pocos, si es que hay alguno, aceptarían. Esto se debe principalmente al hecho de que tienen que responder por los resultados de tales políticas no a un público global, sino a sus ciudadanos y votantes locales.
Sin embargo, esto no significa que sea imposible ejercer cierta moderación para lograr soluciones a los desafíos globales. Después de todo, un desafío global es un desafío para todos juntos y para cada uno de nosotros en particular. Si todos vieran una manera de beneficiarse de la cooperación para superar estos desafíos, eso definitivamente nos dejaría mejor equipados para trabajar juntos.
Una de las formas de promover estos esfuerzos podría ser, por ejemplo, elaborar, a nivel de la ONU, una lista de desafíos y amenazas que enfrentan países específicos, con detalles de cómo podrían afectar a otros países. Este esfuerzo podría involucrar a expertos de varios países y campos académicos, incluidos ustedes, mis colegas. Creemos que desarrollar una hoja de ruta de este tipo podría inspirar a muchos países a ver los problemas globales desde una nueva perspectiva y a comprender cómo la cooperación podría ser beneficiosa para ellos.
Ya he mencionado los desafíos que enfrentan las instituciones internacionales. Lamentablemente, este es un hecho evidente: ahora se trata de reformar o cerrar algunos de ellos. Sin embargo, las Naciones Unidas, como institución internacional central, conserva su valor perdurable, al menos por ahora. Creo que en nuestro mundo turbulento es la ONU la que aporta un toque de conservadorismo razonable a las relaciones internacionales, algo que es tan importante para normalizar la situación.
Muchos critican a la ONU por no adaptarse a un mundo que cambia rápidamente. En parte, esto es cierto, pero no es la ONU, sino principalmente sus miembros quienes tienen la culpa. Además, este organismo internacional promueve no solo las normas internacionales, sino también el espíritu normativo, que se basa en los principios de igualdad y la máxima consideración por las opiniones de todos. Nuestra misión es preservar este patrimonio mientras reformamos la organización. Sin embargo, al hacerlo, debemos asegurarnos de no tirar al bebé junto con el agua de la bañera, como dice el refrán.
Esta no es la primera vez que utilizo una elevada tribuna para hacer este llamado a la acción colectiva a fin de enfrentar los problemas que continúan acumulándose y agudizándose. Es gracias a ustedes, amigos y colegas, que el Valdai Club está emergiendo o ya se ha establecido como un foro de alto perfil. Es por esta razón que me dirijo a esta plataforma para reafirmar nuestra disposición a trabajar juntos para abordar los problemas más urgentes que enfrenta el mundo hoy.
Amigos,
Los cambios mencionados aquí antes de mí, así como los de ustedes, son relevantes para todos los países y pueblos. Rusia, por supuesto, no es una excepción. Como todos los demás, buscamos respuestas a los desafíos más urgentes de nuestro tiempo.
Por supuesto, nadie tiene recetas infalibles. Sin embargo, me atrevería a decir que nuestro país tiene cierta ventaja. Permítanme explicar cuál es esta ventaja. Tiene que ver con nuestra experiencia histórica. Es posible que hayan notado que me he referido a ella varias veces en el curso de mis comentarios. Desafortunadamente, tuvimos que traer muchos recuerdos tristes, pero al menos nuestra sociedad ha desarrollado lo que ahora llaman inmunidad colectiva al extremismo que allana el camino a los trastornos y cataclismos socioeconómicos. La gente realmente valora la estabilidad y la posibilidad de vivir una vida normal y prosperar mientras confía en que las aspiraciones irresponsables de algún grupo de revolucionarios no alterarán sus planes y aspiraciones. Muchos tienen recuerdos vívidos de lo que sucedió hace 30 años y de todo el dolor que se necesitó para salir del pozo en el que se encontró nuestro país y nuestra sociedad después del derrumbe de la URSS.
Las opiniones conservadoras que mantenemos son un conservadorismo optimista, que es lo que más importa. Creemos que un desarrollo positivo y estable es posible. Todo depende principalmente de nuestros propios esfuerzos. Y por supuesto, estamos dispuestos a trabajar con nuestros socios en causas nobles comunes.
Me gustaría agradecer una vez más a todos los participantes por su atención. Como requiere la costumbre, con gusto responderé, o al menos intentaré responder, a sus preguntas.
Gracias por su paciencia.
NOTAS
1)- Tanto Polonia como Italia enviaron representantes a la manifestación.
2)- 65 años atrás, en 1956, ocurrieron los hechos
que se conmemoran. En Octubre/Noviembre de 1956 tuvo lugar la Revolución
Húngara que intentó liberar a Hungría del yugo soviético. Luego, en 2006 – hace 15 años – un gobierno
liberal de izquierda reprimió en forma salvaje a una manifestación que se había
reunido para conmemorar la fecha del inicio de dicha Revolución.
3)- El 23 de Octubre de 1956 se inició la Revolución; el 4 de Noviembre de 1956 fue ahogada en sangre por los tanques y las tropas soviéticas.
4)- "Mentimos mañana, tarde y noche" fue una frase que trascendió en 2006 de un discurso privado pronunciado en aquél entonces por el Primer Ministro socialista Ferenc Gyurcsány.
8)- "Las verdades húngaras son tres" (Három a magyar igazság) : dicho popular que proviene de un dicho según el cual las cosas terminan cuando ya han ocurrido tres veces, o algo se perfecciona cuando ha ocurrido tres veces. El número 3, por otra parte, es un número que ocurre frecuentemente en los cuentos infantiles.
9)- Referencia al Nuevo Testamento, Cf. Mateo
7:15-20
12)- Referencia a la ocupación otomana de Hungría entre 1541 a 1699.