Nunca las cuestiones del espíritu han tenido tan poco valor.
Nunca el odio por todo lo excelso ha sido tan manifiesto
-- desdén por lo bello, execración de la literatura.
Siempre he tratado de vivir en una torre de marfil
pero una marea de mierda está batiendo sus paredes
amenazando con socavarla.
Gustave Flaubert
Nunca el odio por todo lo excelso ha sido tan manifiesto
-- desdén por lo bello, execración de la literatura.
Siempre he tratado de vivir en una torre de marfil
pero una marea de mierda está batiendo sus paredes
amenazando con socavarla.
Gustave Flaubert
Remanentes ideológicos y caprichos utópicos
En Occidente se están planteando y se siguen discutiendo, para colmo en forma bastante desordenada, varias concepciones que después resultan en confusas implementaciones de decisiones parcial y hasta totalmente contradictorias.En buena medida estas concepciones nacen de residuos sobrevivientes de viejas ideologías; restos de antiguas especulaciones y utopías de los Siglos XIX y XX. Por un lado, un gramscismo cultural tardío trata de unir en una propuesta – ecléctica, diversa y en buena medida incoherente – lo que estos remanentes ideológicos todavía tienen de reivindicación social a fin de intentar con ellos la conquista de la sociedad civil. Por el otro lado, un liberalismo agotado sigue insistiendo en la demagogia de la libertad mientras trata de sostener un sistema que contradice lo declamado ya que, de hecho, restringe el ejercicio real de la libertad otorgándola solo a quienes tienen suficiente poder económico y se limita a tolerar ciertos desahogos y caprichos en el resto de la sociedad mientras fomenta artificialmente el consumismo masivo, necesario para mantener activas las ganancias procedentes de la producción de bienes y servicios.
Gramsci y Rousseau
Así y todo, muchos creen que estas propuesta son aceptables por dos motivos: primero porque le hablan al placer y a la comodidad de un ser humano que ha terminado por concebir la vida ideal como una vida sin esfuerzo y, segundo, porque vienen presentadas con la alegre irresponsabilidad de un permisivismo negador de las consecuencias inevitables.Gramsci y Rousseau |
Y más aún: reviviendo viejas ilusiones anarquistas y mitos rouseaunianos, impera la noción de que el orden social ni siquiera tiene que ser un orden en absoluto, pudiendo bastar un acuerdo circunstancial bajo la forma de un contrato social expresado en un cuerpo jurídico modificable por la voluntad popular.
Y no es así.
No es así porque ni el orden social ni el universo que lo rodea admiten cualquier capricho humano, por más bienintencionado que sea y por más hermoso panorama que describa la utopía a través de la cual se lo relata.
La normatividad del Universo.
El orden cósmico no es arbitrario |
Esta noción de la "normatividad" del cosmos no es nada nueva, por supuesto. Nos viene de los albores de nuestra cultura. Está presente en el antiguo pensamiento grecorromano, en la cosmovisión de los pueblos bárbaros invasores posteriores y en el pensamiento filosófico y teológico cristiano. Más todavía: constituye uno de los pilares del pensamiento científico actual.
La normatividad social.
Así como el universo responde a reglas y leyes, las sociedades humanas tampoco son enteramente producto del capricho de sus integrantes. La sociedad humana – y con mayor razón la sociedad política – funciona sobre la base de normas, ya sea implícitas (p.ej. morales, costumbres) o explícitas (p. ej. leyes, decretos). Justamente cuando la normatividad social se resquebraja, se debilita o se pierde, sobreviene la anomia que rápidamente conduce a la anarquía la cual, a su vez, desemboca en el caos en el cual se desintegra no solo la sociedad en cuestión sino incluso toda la cultura que esa sociedad ha creado.Y esto es porque las sociedades humanas no responden solamente al hecho de que el ser humano es un animal social que necesita del contacto con sus semejantes por razones de afecto y reproducción. Responden, además, a necesidades humanas concretas y básicas que deben estar garantizadas a sus miembros, tales como alimento, vivienda, vestimenta, educación, seguridad, salud, trabajo.
Y, más allá de ello, las sociedades humanas responden también a la necesidad del ser humano de explorar, pensar, discutir y compartir con sus semejantes las preguntas y las respuestas a las cuestiones éticas, filosóficas y religiosas inherentes a la condición humana y matizadas por el entorno etnocultural en el que vive el ser humano concreto de carne y hueso que resulta bastante diferente del cuadro que pintan de él las mitologías intelectuales creadas para encasillarlo en alguna utopía artificial. Y en un plano inmaterial las sociedades humanas responden incluso a necesidades estéticas, artísticas y espirituales, que – combinadas con todo lo anterior – acercan al Hombre a la idea de la perfección, al concepto de lo sublime y, finalmente, a la idea de lo sagrado y lo divino.
La catedral de Milan |
Los seres humanos no nos reunimos organizadamente solo para acompañarnos, aparearnos y comprar cosas. Lo hacemos por necesidades que vienen impulsadas por el instinto de supervivencia y desarrollo de la especie. Lo hacemos para aumentar nuestras posibilidades concretas, con lo que aumentan nuestros márgenes de libertad porque la asociación aumenta las posibilidades reales de los individuos. Lo hacemos para sumar voluntades y esfuerzos a fin de aumentar nuestros márgenes de seguridad y ampliar nuestros horizontes de expansión y progreso real.
Y todo ello está sustentado por normas. Por criterios morales acerca de lo que "está bien" y lo que "está mal". Por criterios éticos y empíricos que nos explican por qué es bueno lo que la moral dice que "está bien" y por qué es malo lo que la moral señala como algo que "está mal". Por criterios estéticos que nos dicen qué es lo hermoso y qué es lo feo; qué es lo sublime y qué es lo chabacano. Por criterios de conocimiento, experiencia y sabiduría que nos dicen qué cosa es probablemente verdad, qué cosa es seguramente mentira y qué es todo lo dudoso que valdría la pena seguir investigando.
Los fundamentos últimos
Todo el gran edificio de normas y criterios que acabamos de delinear no es algo que se mantiene flotando en el aire. Descansa sobre fundamentos sólidos que toda cultura construye y elabora a lo largo de los siglos de su existencia. Esos fundamentos son las virtudes las cuales, a su vez, se perciben como valores por los que se rigen todos los miembros arraigados a una cultura.Va de suyo que las distintas culturas han tenido – y tienen incluso hoy – distintos esquemas de virtudes y, por lo tanto, distintas escalas de valores. Los entornos etnoculturales ni son iguales ni son intercambiables. Todo proceso de transculturación es traumático y a veces hasta imposible dependiendo de las idiosincrasias involucradas y de la intensidad con la que las diferentes virtudes en cuestión han arraigado en los seres humanos o en las sociedades involucradas. Lo importante es saber y admitir que, contrariamente a lo pregonado por el igualitarismo, no todas las culturas son compatibles entre sí. Y esto es porque no todas profesan necesariamente las mismas virtudes, ni responden necesariamente a los mismos valores, ni le otorgan las mismas prioridades a determinados valores cuando éstos son compartidos al menos hasta cierto punto.
Occidente está en manifiesta decadencia. Lo está precisamente porque ha olvidado y hasta negado sus virtudes fundacionales. Se ha emasculado, hedonizado y relativizado. Ha hecho del igualitarismo lacrimógeno, del permisivismo indolente y del pacifismo cobarde sus valores máximos.
Occidente se ha emasculado, hedonizado y relativizado |
Sea como fuere, nuestra cultura – si quiere evitar la decadencia completa que inevitablemente llevará al caos y a la desaparición – tiene un solo camino disponible: volver a sus fundamentos arrancando de raíz todo lo que contradiga sus virtudes y erradicando con mano de hierro toda teoría que rechace sus valores fundacionales.
Es un camino que, si es elegido, requerirá una fuerte operación de desmalezamiento para poder ser transitado. Y eso es algo que de ninguna manera podrá ser agradable, ni fácil.
Pero es el único camino que queda.
O recuperamos nuestras virtudes y valores, o pasaremos a la Historia como otro intento más de lo que podría haber sido y no fue.