He visto a la ciencia que veneraba
y al avión que amaba
destruir la civilización que debieron haber defendido.
Charles A. Lindbergh
revista Time, 26/05/1967
El no poseer una fuerza aérea adecuada
en el presente estado del mundo
significa poner en peligro los fundamentos
de la libertad nacional y la independencia.
Winston Churchill
14/03/1933
Un terrorista es alguien que tiene una bomba
pero carece de una fuerza aérea.
William Blum
y al avión que amaba
destruir la civilización que debieron haber defendido.
Charles A. Lindbergh
revista Time, 26/05/1967
El no poseer una fuerza aérea adecuada
en el presente estado del mundo
significa poner en peligro los fundamentos
de la libertad nacional y la independencia.
Winston Churchill
14/03/1933
Un terrorista es alguien que tiene una bomba
pero carece de una fuerza aérea.
William Blum
El ministro se inclinó hacia atrás y juntó sus manos apoyando los codos en los apoyabrazos de su sillón. Su rostro revelaba un estado de ánimo de sentimientos varios que oscilaba entre la sorpresa y la preocupación.
— ¿Sólo cuatro, brigadier? ¿Está seguro?
— Lamentablemente lo estoy, señor ministro. Y ni siquiera cuatro iguales. Solo tengo disponibles dos Pampa y dos Pucará.
— ¿Y con eso no podemos escoltar al Avión Imperial Uno?
— Y…, mire señor ministro, como escoltar lo podemos escoltar. Pero si hay algún problema, por mínimo que sea, lo único que vamos a poder hacer es un tremendo papelón.
— Pero ¿por qué es eso?
— Por razones técnicas, señor. No es que nuestros pilotos no sean lo suficientemente buenos como para una operación así. Los ingleses pueden confirmarle que nuestros muchachos están a la altura de cualquiera… y quizás hasta un poquito más arriba. Pero por mejores que sean no pueden sacarle a un avión lo que el avión no puede dar.
— ¿Y nuestros aviones militares no pueden dar lo que da el Imperial Uno que, al fin y al cabo, no es más que un avión comercial modificado?
— No señor. Lamentablemente no pueden. El Imperial Uno es un Boeing 747-200B que da una velocidad máxima de 950 km/h y puede subir hasta los 14.000 metros. Por nuestro lado, el Pucará puede dar 450 km/h de velocidad máxima y llega hasta una altura de 6.000 metros mientras que el máximo de velocidad del Pampa es de 750 km/h y puede subir hasta los 9.000 metros. Si el Imperial Uno le mete el fierro a fondo y trepa al máximo de altura que puede alcanzar, nuestros aviones se quedan mirándolo como se aleja en el horizonte.
— No es lo que uno llamaría una escolta efectiva.
— No señor. No lo sería.
— ¿Está seguro de esos datos?
— No los firmaría en un 100%. Por ejemplo, la verdadera capacidad del Imperial Uno por fuerza tiene que ser un secreto militar. No es nada imposible que pueda ir más rápido y que pueda subir más alto. Y los valores que le di de los nuestros son una especie de promedio de la información pública disponible; – el brigadier guiñó un ojo – pero de todos modos las relaciones son prácticamente ésas. Si el Imperial Uno pone toda la carne en el asador nosotros nos quedamos de espectadores con la opción de sacar algunas fotos. Es lo único que podemos hacer.
— O sea que si, por ejemplo, los del ISIS deciden mandar alguno de sus kamikazes para bajarlo del aire, nuestro papel se limitaría a filmar un video.
— Y… sí. A menos que se les ocurra atacar con helicópteros en cuyo caso los Pucará podrían llegar a ser útiles. Sin embargo, los del ISIS serán suicidas pero no van a ser tan bol…, perdón señor, tan imbéciles como para tratar de atacar al Imperial Uno con helicópteros.
— Entiendo. Lo que pasa es que ahora no sé qué decirle al presidente. Nos va a venir a visitar el Gerente General del Imperio, el morocho ése, y nosotros no tenemos con qué escoltarlo. ¿Qué le digo al presidente? ¿Qué le digo a la avanzada imperial que está esperando nuestra decisión?
— Si me permite una sugerencia, señor, al presidente dígale algo sobre lo de "la pesada herencia recibida" y sobre nuestra fábrica de aviones que, a pesar de un déficit de 1.401 millones de pesos, hace una pila de tiempo no produce nada que pueda volar.
— ¿Y a nuestros amigos imperiales cómo les explico nuestra situación?
— No les explique nada, señor. La conocen mejor que nosotros. Créame. Dígales que no podemos hacernos cargo de la escolta y listo. No les va a decir nada que no sepan ya.
— ¿Y quién va a escoltar al morocho?
— Ellos mismos, señor. Por lo que yo sé ya tienen previstos y preparados cuatro F-16 para cubrir esa tarea.
El ministro se quedó pensando un rato. Al final, agarrándose la cabeza con ambas manos murmuró:
— Con eso solucionamos un problema solamente para crear otro.
— ¿Y cuál sería ese otro problema?
— Los F-16 son claramente aviones militares y la ley 25.580 establece taxativamente las condiciones en las que se debe producir el ingreso de fuerzas militares al país: en todos los casos es imprescindible el consentimiento de ambas cámaras del Congreso. ¿Se imagina usted el descalabro que armaría la oposición si soltamos un debate sobre este tema en Diputados y Senadores?
— Yo no me preocuparía demasiado por eso, señor. Es más: yo diría que simplemente nos hagamos los bol…, perdón, los tontos. En primer lugar ¿quién aparte de algunos caranchos se va a acordar de la ley 25.580? En segundo lugar, si a alguien se le ocurre hacer un planteo por ese lado, nosotros siempre podemos sacar la carpeta de la fábrica de aviones y el escándalo de corrupción que hay alrededor de esa fábrica. Pienso que, con eso, tapamos un frente. En tercer lugar, creo que los que podrían armar quilom…, perdón, problemas, están más preocupados por la conmemoración del 24 de marzo de 1976 que por fijarse en una minucia como la de cuatro F-16 extranjeros sobre territorio nacional que podrían acabar con toda nuestra Fuerza Aérea en menos de un par de horas. Y en cuarto lugar tendremos un fin de semana largo, es Pascua, una enorme cantidad de gente se fue a hacer miniturismo así que, a los efectos prácticos, la casa está en orden.
Aviones F-16 de la Fuerza Aérea Chilena |
— Sería todo un problema. Pero peor sería que los del otro lado de la cordillera nos visitaran con los 46 cazas F16 que ellos tienen.
— No mencione la soga en la casa del ahorcado, brigadier.
— A veces hay que hacerlo, señor. El mayor problema de este país no está en las cosas que pasan, el mayor problema está en que a nadie le importa.