lunes, 6 de agosto de 2018

CORRUPCIÓN EN CUADERNITOS

Los hombres son pervertidos
no tanto por la riqueza
como por el afán de riqueza.
Louis de Bonald

Quienes creen que el dinero lo hace todo, 
terminan haciendo todo por dinero.
Voltaire

Donde hay grandes sumas de dinero,
es recomendable no confiar en nadie.
Agatha Christie


La cosa empezó cuando a algún genio de la estrategia política de la democracia argentina se le ocurrió que podía debilitar al gobierno – y en especial al de María Eugenia Vidal de la Provincia de Buenos Aires – sacándole los trapitos al sol en lo referente a la financiación de las campañas electorales. El genio, por supuesto, sabía que apenas rascaran un poco la superficie de ese tema, aparecerían, indefectiblemente, toda una hermosa serie de "asuntos" muy difíciles de justificar.

Ofrezco mis disculpas a quienes ya saben, aunque más no sea aproximadamente, cómo funciona el sistema que nos rige pero, para quienes no están demasiado versados en la cuestión, séame permitido reiterar por enésima vez el mecanismo básico del régimen en el que vivimos. Muchísima gente todavía cree que la democracia – ese gobierno "of the people, by the people, for the people", [1] según la frasesita adjudicada a Abraham Lincoln – funciona de acuerdo a la "volonté générale", [2] destilada por el intelecto de Jean-Jacques Rousseau. Pues lamento tener que destruir mitos e ilusiones: la democracia real no funciona así. 

En primer lugar, la famosa "voluntad general" del amigo Rousseau no tiene más forma de expresarse que a través del voto que consagra a los candidatos presentados para alguna función pública. Lo que sucede es que, para que el candidato pueda ser votado, y hasta para que pueda ser candidato en absoluto, la primer condición que tiene que cumplir es la de ser conocido puesto que, en caso contrario, solo lo votaría su mamá y, con suerte, un par de amigos y familiares. Por consiguiente, para ser conocido el candidato o la candidata tienen que hacer campaña. Y aquí viene el gran problema: para hacer campaña hace falta dinero. Para colmo, las campañas políticas tienen el mal hábito de ser muy caras.

De modo que tenemos el esquema democrático electoral prácticamente delineado: para designar autoridades la democracia necesita realizar elecciones; para hacer elecciones necesita candidatos, para que los candidatos puedan ser votados necesita que sean conocidos, para que sean conocidos necesita campañas y para hacer campañas necesita plata. O sea, para hacerla corta: la democracia contemporánea funciona con plata. Dicho de otro modo y por la negativa: sin plata no funciona.

Se me preguntará ahora: ¿de cuánta plata estamos hablando? Pues ahí está la madre del borrego: en realidad no lo sabemos con exactitud. La pura verdad es que nadie lo sabe. Hasta en los EE.UU. – la madre y el modelo (teórico) de todas las democracias – las sumas invertidas en las campañas electorales se expresan en magnitudes estimativas y aproximadas. El costo de una campaña electoral es un iceberg cuya parte visible es plata declarada y "legal" mientras que la otra parte, la parte sumergida, viene de procedencias varias generalmente no muy confesables. Y todo el mundo sabe que la parte visible de un iceberg es más o menos tan solo el 11% del total. [3]

En la Argentina, los que dicen saber dicen que, oficialmente, en la campaña para las elecciones presidenciales del 2015 la fórmula Scioli-Zannini gastó $40 millones para las PASO de agosto y otros $56 millones para las generales de octubre. Por el otro lado, la fórmula Macri-Michetti gastó $36,7 millones en las PASO y $93 millones en las generales. Es decir: el kirchnerismo gastó $96 millones mientras que el PRO se puso con casi $130 millones. [4] Por supuesto, se trata de cifras más o menos oficiales y/o confesadas, por lo que no representan mucho más que la punta de ese iceberg que mencionábamos, pero ¿queda claro por qué ganó el PRO? Es sencillo: incluso de acuerdo con estas cifras incompletas, puso por lo menos $34 millones de pesos más en la campaña que el kirchnerismo. Y éste es un fenómeno que se repite muchas veces: el que más plata pone, casi siempre es el que gana. 

Otras fuentes que no se limitan exclusivamente a la información oficial también nos cuentan un poco las magnitudes en juego. Según las mismas una campaña a intendente en la Pcia. de Buenos Aires se cotizaba el año pasado en alrededor de los $ 2.600.000. En las presidenciales del 2015 los candidatos gastaron en conjunto unos $ 2 mil millones a valores de hoy. Frente a esto, los gastos declarados – o sea la punta del iceberg – estuvo entre los $400 y $500 millones, de los cuales, como vimos, unos 226 millones correspondieron tan solo al macrismo y al kirchnerismo. Y la estimación de estos gastos no es exagerada. Tengamos en cuenta que, dependiendo del lugar en que se realice, una encuesta domiciliaria puede costar unos $ 400.000 y una realizada por teléfono anda por los $ 100.000. [5]

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Cuando se puso en marcha el operativo de prensa impulsado por el genio al que se le ocurrió investigar el origen del dinero que gastó María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires, debe haber corrido un frío muy incómodo por la espina dorsal de prácticamente todos los políticos argentinos. Confieso que no dispongo de escuchas telefónicas clandestinas, ni de cuadernos ocultos, ni de chismografías provenientes de las profundidades del submundo político, pero no es muy difícil imaginarse la reacción.

En la mesa estratégica del PRO alguien habrá alertado con cara de pánico al borde de una crisis de nervios:

-- Muchachos, hay que parar esto. Si hacen una auditoría en serio, no hay como parar el escándalo.

A lo cual probablemente Duran Barba pudo haber contestado algo así como:

-- El fuego se combate con el fuego. Nadie está libre de pecado así que nadie puede arriesgarse a tirar piedras en un palacio de cristal. Hay que contraatacar. La mejor defensa es el fuego propio.

Por otra parte, sin embargo, también me puedo imaginar a alguien del PJ expresándose en los más estrictos términos académicos de la enjundia peronista con alguna pregunta incisiva como, por ejemplo: 

-- ¿Quién fue el pelotudo que armó este quilombo? – con el subsiguiente corolario de: – Compañeros, si no apagamos este incendio, nos incineramos todos y encima vamos todos en cana.

Y a partir de aquí la lógica indica que pudieron haber pasado un montón de cosas. Desde llamadas telefónicas frenéticas de la gente del PRO al Mosad, la CIA y probablemente incluso al amigo Stiuso; hasta conversaciones no menos nerviosas con miembros amigos del PJ para ver como se podía circunscribir, aislar y contener el operativo de prensa en beneficio de todos.
 
Por lo que sucedió después, es bastante evidente que se llegó a un acuerdo sobre ciertos puntos mínimos. Como el genio iniciador de la campaña fue, con casi total certeza, un estratega del kirchnerismo (Oscar Parrilli, si bien dista de ser genio, es un buen candidato a algo así), el acuerdo seguramente incluyó la cláusula de limitarse a destapar la financiación de la era kirchnerista. De haber "daños colaterales" anexos ya se vería después. De última los procesos son contra las personas y no contra las empresas; eso ya lo pudimos ver en otras oportunidades, por ejemplo, en el caso IBM-Banco Nación. También podemos inferir que la otra cuestión acordada fue la de no desposeer inmediatamente de sus fueros a Cristina ya que el PRO la necesita como espantapájaros. O como "espantavotos", que para el caso es lo mismo. Al fin y al cabo, "esmerilar" su imagen con el escándalo tampoco les vendría mal a unos cuantos. Y seguramente hubo otro par de cuestiones más que sería aburrido detallar.

Los cuadernos de Oscar Centeno
 Así las cosas, el resto habrá sido fácil. Alguien sacó de la galera las informaciones cajoneadas de Oscar Centeno, un sargento retirado del ejército devenido en "remisero" que supo trabajar como chofer de Roberto Baratta, el "recaudador" de Julio De Vido. Eran informaciones prolijamente anotadas en unos cuadernos que el propio Centeno le había entregado a su amigo Jorge Bacigalupo, también sargento retirado pero de la Policía Federal, para que se los guardara. Bacigalupo guardó los cuadernos... pero no del todo. Cuando llegó el momento, se los hizo llegar a Diego Cabot, un periodista del diario La Nación, quien los copió, los verificó, se los devolvió a Bacigalupo y, naturalmente, hizo saltar la perdiz como cuadra a todo buen periodista en posesión de una primicia explosiva. Centeno le pidió a Bacigalupo que le devolviera los cuadernos. Bacigalupo se los devolvió, Centeno los quemó en la parrilla de su casa pero el juez Bonadío ya tenía las copias y a partir de allí empezaron a caer funcionarios kirchneristas y una buena cantidad de empresarios y directivos de diferentes empresas.

¿Y cómo quedó el caso de la financiación de la campaña del PRO en la Provincia de Buenos Aires?

Bien gracias. Goza de relativamente buena salud pero por el momento no hay novedades. Si bien lo de los cuadernos se puede llevar puesto a algún primo presidencial arrepentido, la Mariú y el Mauri – al menos por ahora – parecería ser que zafan.

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A ver, recapitulemos.

¿Qué nos dice toda esta historia de los cuadernos? Pues, que el gobierno de los Kirchner favoreció a determinadas empresas y a determinadas personas en la adjudicación de las obras públicas a cambio de unos importantes "retornos", o el eufemismo que se quiera emplear para no utilizar la palabra "soborno".

Hasta ahí lo esencial de la historia.

Ahora, pregunto yo: ¿Y? ¿Dónde está la noticia?

No me refiero puntualmente al hecho de que los Kirchner y su gente "recaudaron" abundante dinero del Estado. Me refiero a que ésa es y ha sido una práctica habitual de todos los gobiernos de todos los partidos y de todas las facciones desde que tengo uso de razón y algo de conocimiento de cómo funciona la política; es decir: desde hace más o menos medio siglo. Recuerdo perfectamente como, en todos los gobiernos militares, en todos los directorios siempre había un general, un brigadier o un almirante tanto como para "facilitar" las cosas. Recuerdo no menos perfectamente a militantes de diferentes orientaciones y organizaciones políticas entre los cuales era más que evidente que lo único que esperaban de la política era la posibilidad de salvarse mediante algún curro. Recuerdo perfectamente frases como "y esta vez nos tiene que tocar a nosotros". O lo que me dijo alguna vez un sujeto con total seriedad, creyendo que con eso me revelaba una profunda verdad: "No hay ninguna actividad en la que se pueda hacer tanta plata en tan poco tiempo como en la política." O los argumentos con los que la guerrilla justificaba sus asaltos y sus secuestros extorsivos. O las retorcidas argumentaciones de quienes nos querían explicar la diferencia entre el robo para uno mismo y el robo "para la corona".

Trabajar para las licitaciones del Estado siempre significó dejar el óbolo sobre el escritorio del que manejaba esas licitaciones. Lo que hoy cuentan los cuadernitos de Oscar Centeno lo contábamos nosotros ya hace cincuenta años atrás en las reuniones de café y ya para entonces era reiteración de una Historia Antigua. Lo seguimos contando después, con diferentes protagonistas, desde entonces, sin interrupción. Lo ha sabido todo el mundo durante todo el tiempo. ¿Por qué creen ustedes que la gente común, las personas que nunca fueron candidatas a nada, están íntimamente convencidas de que la política es algo sucio? Dejémonos de hipocresías: están convencidas de eso porque tienen razón: la política demoliberal ES sucia. Como lo es toda política divorciada de valores éticos y morales básicos.

Justamente lo más tremendo es que todos hablan de corrupción pero nadie habla de sus raíces profundas y de lo que hay que hacer para arrancarlas sin concesiones. Algunos creen  – o dicen creer – con ingenuidad infantil que el asunto se arregla metiendo presos a los corruptos. Es una tontería. Por supuesto que los corruptos deben ir presos; nadie con medio dedo de frente va a discutir eso. Pero manteniendo el actual sistema y sus fundamentos morales, pueden ustedes meter presos a 400 corruptos hoy y, dentro de un par de meses tendrán otros 400 ocupando su lugar con técnicas más sofisticadas y recursos más complejos. De última, la corrupción kirchnerista pudo ser revelada porque Néstor Kirchner y su banda, ignorantes como eran, cometieron la tremenda estupidez de creer que el dinero físico, el dinero en billetes visibles y tangibles, no era rastreable. Cualquiera con un mínimo conocimiento de ingeniería financiera les hubiera podido enseñar que todo dinero, sea en billetes o en asientos contables, es rastreable bajo determinadas condiciones.

Mientras el acceso a los puestos políticos más importantes dependa del dinero que financia campañas electorales, el sistema político seguirá siendo corrupto porque todo sistema político que depende de un sistema económico regido por la codicia y el lucro está subordinado a un entorno que ya es corrupto de por sí. Ése es justamente uno de los secretos de la plutocracia.

Es cierto que la política no es una actividad para Carmelitas Descalzas y los seres humanos, especialmente los que se dedican a la política, no son almas angelicales de una moralidad blindada contra toda tentación. Ningún sistema ni régimen político puede dar una garantía absoluta contra la sed de Poder, la codicia, la ambición, la ruindad, el egoísmo, la envidia o las múltiples formas del resentimiento. Todo régimen político debe tener su férreo sistema de controles para prever y frenar las acciones asociales generadas por la debilidad humana que opera escondida bajo gruesos mantos de hipocresía.

Pero una cosa es luchar contra la imperfección humana dentro del marco de un sistema bien concebido, bien construido y bien conducido y otra cosa muy diferente es tratar de mantener un nivel aceptable de decencia y moralidad operando dentro de un ambiente egoísta, materialista y hedonista en donde todo depende del dinero y, si los números cierran, todo está bien.

No nos dejemos engañar. Los cuadernitos del sargento Osvaldo Centeno muy probablemente dicen la verdad. O por lo menos contienen una buena dosis de verdad. Pero es una verdad que, detalle más, detalle menos, ya sabía todo el mundo.

¿Y por qué se destapa la olla justo ahora? Pues porque a algunos les conviene destapar esta olla para tapar a otras. Y tampoco es imposible que algunos "inversores extranjeros" le hayan hecho llegar a Mauricio el mensaje de que están un poco hartos de alimentar a la corrupción argentina de modo que, si el gobierno quiere que se invierta en el país, la condición es que ponga un poco de orden en el corral de los parásitos que viven a costa del Estado.

A veces conviene recordar la frase de Franklin D. Roosevelt que de esto algo sabía: "En la política, nada sucede por accidente. Si sucede, puedes apostar que fue planeado de esa manera."


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NOTAS
1)- Del pueblo, por el pueblo, para el pueblo (en inglés)
2)- Voluntad general (en francés)
3)- Cf. https://www.fundacionaquae.org/wiki-aquae/sabias-que/parte-iceberg-flota-del-agua/
4)- Cf. https://www.lanacion.com.ar/1871338-numeros-finales-cuantos-millones-gastaron-macri-y-scioli-durante-la-campana-presidencial
5)- http://www.perfil.com/noticias/columnistas/el-secreto-corruptor-de-la-politica.phtml
  
   

3 comentarios:

  1. Exelente editorial. Absolutamente de acuerdo con todo el contenido.

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  2. el sistema es ouroborus, que sacrifica ritualmente a los desechables de entre sus filas... y este ritual es parte del circo nuestro de cada dia

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  3. De acuerdo con D.Gustavo Bueno y Con D. Antonio García Trevijano, la corrupción económica es consecuencia de otra forma de corrupción infinitamente más grave, la corrupción moral.

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