domingo, 1 de abril de 2018

A NUESTROS MUERTOS


En la tierra de Malvinas yacen 237 soldados argentinos que dieron sus vidas por la Patria.

Aun al día de hoy, a pesar de varios esfuerzos muy meritorios, todavía no se les han rendido los honores que les corresponden, así como tampoco se les ha hecho verdadera justicia a los combatientes que volvieron con vida al continente.

Es triste, y no habla nada bien de los responsables del caso. Pero, considerándolo desde una perspectiva más amplia, quizás lo más triste de todo es que la historia de los guerreros de Malvinas no es el único caso de héroes que murieron defendiendo a su Patria y que, luego, la mezquina maldad  decadente de los perversos en Occidente les negó los honores que se merecían.

Pero quienes quisieron escamotear ese reconocimiento, quienes quisieron barrer bajo la alfombra el mérito del heroísmo y el sacrificio extremo de los que asumieron el destino de morir para que la Patria viva, no contaron con la existencia de una clase muy rara de seres humanos que alzarían la voz para que, muertos los guerreros, su gloria no muera.

No contaron con nosotros, los poetas.

No contaron con las mujeres y los hombres que alzarían su voz hecha poesía para condecorar a esos inmortales guerreros con medallas de versos eternos escritos entre lágrimas. No contaron con los testigos insobornables que, al igual que los viejos juglares, cantarían las odas épicas y las elegías de todas las batallas en las que Occidente trató de defender sus valores, su fe en lo sagrado, su cultura, su estilo de vida y, no en última instancia, su mera supervivencia.

El poema que reproduzco aquí no fue escrito pensando en los héroes de Malvinas. La poetisa que lo compuso falleció doce años antes de esa gesta, pero lo escribió pensando en una guerra en la cual muchos héroes, al final, tuvieron un destino igual de triste e igual de injusto que los 237 que duermen el sueño eterno en la turba de Malvinas.

Vaya pues esta poesía como homenaje a los caídos. A todos ellos. A todos los que dieron la vida en las batallas de una guerra que no ha terminado.

Porque la guerra continúa.

Porque -- aunque los buitres quisieran ocultárselo a todo el mundo -- a pesar de las deserciones, los silencios y las traiciones que denuncia esta poesía, todavía quedamos varios que seguimos peleando.

Porque solo está vencido el que se rinde y la palabra "rendición" simplemente no figura en nuestro diccionario.


NUESTROS MUERTOS

Ursel Peter (1923-1970)

¡Viento!

Si vas hacia el Este, por estepas y pantanos
y sigues hasta la ribera del río de los fuertes remeros,
saluda a nuestros muertos en tierra lejana enterrados;
saluda a esos héroes; a nuestros grandes guerreros.

Diles que en casa ya florecen las amapolas,
que en el manzano los estorninos ya hacen cabriolas;
fuerte y alto crece el trébol nuevo en el campo;
vuelan las alondras y en nada varió su canto.

Viento, díselo a los muertos
Dilo en voz baja y con gran moderación.
Viento, no olvides
que amaron a su Patria con enorme pasión.

¡Estrellas!

Cuando hacia el Norte vean la tierra helada
y sientan su profundo dolor,
saluden a nuestros muertos,
a los héroes bajo la limpia nieve de blanco color.
Díganles que en casa ya juegan todos los niños
y el viento, callado, los mima con suaves cariños.

Los campos ya se perfuman y ondulan los brotes del cereal,
la tierra ya brilla con su mejor verde primaveral.
Estrellas, díganlo a los muertos que descansan en el hielo boreal.
Y no olviden
que ellos amaron la Patria, siempre, hasta el amargo final.

¡Sol!

Si vas para el Oeste hasta el borde de las playas
y más allá hasta el oscuro mar,
saluda  allí a los muertos que callan,
a esos héroes que no pudimos enterrar.

Diles que en casa comienza la más hermosa estación,
que a la sombra del bosque los pájaros ya ensayan su canción,
que las magnolias se lucen y se mecen los dientes de león
y brillantes colores adornan a los prados en flor.
Sol, dile eso a los muertos que descansan en las playas y en el mar
a ellos, que tanto supieron a la Patria amar.

¡Luna!

Si vas para el Sur, cuando veas el largo río
y la ardiente tierra de un paisaje casi muerto,
saluda a nuestros caídos allá,
a los héroes de las arenas del desierto.

Diles que en casa todavía se oye como 
murmura leyendas tristes de otros tiempos la fuente;
que las peonías se yerguen junto al cerco del frente
y las mujeres miran aun a lo lejos y todavía se sobresaltan
cada vez que creen ver venir a alguno de los que faltan.

Luna, dile a los muertos que el desierto está vacío y mudo;
No lo olvides:
¡tanto amaron a la Patria que se fueron sin un saludo!

Luna y querida luz del sol,
solo hay una cosa que, por cierto,
jamás deben decirle a ningún soldado.
Estrellas brillantes y suave viento,
mantengan bajo siete sellos guardado
que luego del combate, algunos aun hemos peleado
otros desertaron...  y el resto nos ha traicionado.


Traducción de Denes Martos
2 de Abril de 2018



4 comentarios:

  1. Excelente!!! Me encanto el poema y su reflexión; la lucha continúa, rendirse jamás!

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  2. Morir por su patria es el mayor sacrificio pero también el mayor honor al que puede aspirar un soldado.

    Una nación que merezca un futuro no debe contemplar ese sacrificio como motivo de llanto sino como un estimulo para la futura victoria.


    Anselmo

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  3. La traición tratará por todos los medios conseguir su olvido.Pero los pueblos jamás los olvidarán y los mantendrán vivos en sus corazones.

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