sábado, 29 de febrero de 2020

UN SUFRIMIENTO ARGENTINO

"La burocracia significa más gente
haciendo menos cosas y tomándose
más tiempo para hacerlas peor"
Anónimo.

"La burocracia es un mecanismo
 gigante operado por pigmeos."
Honore de Balzac

"La burocracia defiende el status quo
aun mucho después de que el quo
ya ha perdido su status."
Laurence J. Peter


La O.S.A.

O.S.A. son las siglas de la Organización del Sufrimiento Argentino y lo primero que tengo que decir al respecto es que la idea de la denominación no me pertenece. Tampoco tuve nada que ver con su fundación ni con su fundador. Sin embargo, así y todo, siempre sentí cierta simpatía por el Movimiento porque nunca me fueron ajenas las desgracias, miserias y tribulaciones de nosotros, los sufridos seres humanos pedestres, perdidos en las burocracias y maltratados por la máquina de impedir argentina.

Como se sabe, nuestra versión local de la burocracia universal siempre se caracterizó por su refinado sadismo y su increíble habilidad para convertir a cualquier pacífico ciudadano en un energúmeno enfurecido al impedirle la realización de hasta el trámite más sencillo desde que los franceses inventaron el término bureaucratie que, como todo el mundo sabe, significa "gobierno de las oficinas". [1]

Por desgracia, contrariamente a lo que se vaticinaba hace 50 o 60 años atrás, la posmodernidad y el avance de la tecnología no solo no han disminuido el poder de los caníbales burocráticos sino que les han brindado armas adicionales. Hoy no solamente te pasean de edificio en edificio, de piso en piso, de oficina en oficina y de ventanilla en ventanilla durante varios días sino que, cuando ya juntaste todo lo que te pidieron – de a una cosa por vez y en varias versiones diferentes – para llegar, finalmente a la última ventanilla de tu epopeya, la gorda que te va a atender deja con un suspiro su taza de té sobre el escritorio, levanta su robusta humanidad de una pobre silla que aguanta ese peso solo por solidaridad gremial, se arrima a paso cansino hasta la ventanilla mientras mastica rumiando el bocado de la medialuna que acompañaba el té y, sin siquiera echarle un superficial vistazo a tu ya bien gruesa carpeta llena de formularios, fotocopias, declaraciones juradas, recibos autenticados, poderes y otros papeleos varios, te espeta con toda la sinceridad que puede expresar su cara de "no-me-jodas":

— Hoy no va a poder hacer ese trámite.

— ¿Por...?

— Se cayó el sistema.

Seguridad Cibernética

Pues bien, la ordalía que les quiero contar transcurrió durante la semana del 10 al 17 de Febrero y comenzó con un aviso del Área de Tecnología Informática de una empresa para la que hago algunos trabajos. Como necesito ingresar a la red de la empresa desde la computadora de mi boliche, obviamente también debo pasar por ciertos requisitos de seguridad, lo cual es perfectamente comprensible. No cualquier Juan de los Palotes debe poder entrar como Pancho por su casa a una red que maneja toneladas de información comercial. Eso no se discute.

Originalmente la cosa consistía en ingresar nombre de usuario y  contraseña para entrar a la red; luego nuevamente nombre de usuario y (otra) contraseña para ingresar a ciertos servicios que tenía asignados. En realidad, nada del otro mundo: un nombre de usuario y dos contraseñas con toda una serie de requisitos raros.

Pero todo bien. Hay cosas peores en la vida. Y uno se acostumbraría si los hackers fueran un poco más nabos y no descubrieran las mil formas de entrar a una red y robarse todos los datos en una sola noche. Pues para evitar eso, de un tiempo a esta parte los grandes genios inventaron la "doble autenticación".

La cuestión es que me llega un correo electrónico amenazándome con que, a partir del lunes 17 de Febrero, la autenticación se realizará a través de un nuevo programa que debe ser instalado en un teléfono celular. Me dan el nombre del programa, el sitio web de dónde se puede bajar y una especie de instructivo por demás críptico, como corresponde a la gente de Sistemas que cree que todo el mundo está habitado solo por programadores y expertos informáticos.

De cualquier manera el mensaje es bien tenebroso: Me intiman a instalar esa aplicación en mi celular en forma perentoria porque, en caso contrario:
"Le advertimos que sin esa autenticación no podrá ingresar a la red de nuestra empresa".
Y me digo: "Bueno Denes; habrá que adaptarse a los nuevos tiempos. El cliente siempre tiene razón, y más cuando no la tiene, así que vamos y saquémonos el problema de encima."

Aunque, como yo también tengo mis caprichos, lo primero que hago es la prueba de instalar el famoso autenticador en mi PC y no en mi celular. Resultado: fracaso. La aplicación se puede instalar solo sobre android. Sonamos. Habrá que mandarla al celular nomás.

Tecnología Telefónica

Aquí es donde choco contra mi primer gran problema.

Porque sucede que en materia de telefonía soy un troglodita cavernario empecinado en utilizar el teléfono para... no me lo van a creer... ¡hablar por teléfono! No sé si se acuerdan. Uno marca un número, del otro lado suena, la otra persona se conecta y dice "Hola", uno contesta: "¿Cómo andás atorrante?" y después de eso conversamos. Es decir: nos comunicamos mediante un diálogo; no mediante una secuencia seriada de monólogos. Bueno, olvídenlo; no importa. Ya sé: eso era antes.

La cuestión es que yo a mi celular lo utilizo solamente para eso y, en todo caso, para un SMS cortito a fin de no ser invasivo.  Y punto. En consecuencia, mi celular es un aparatejo de hace una pila de años atrás que si bien tiene conexión a Internet, su browser es un Opera Mini que por alguna razón no admite conexiones seguras.

Resultado: no llegué ni siquiera a conectarme a la página que me indicaron. De descargar e instalar el nuevo autenticador ni hablemos. Por lo tanto: "Denes, resignación y valor; hay que comprar un celular nuevo".


Cuando me enteré de lo que sale un celular moderno, modesto, sin muchos chiches, tragué saliva. Pero bueno, es el precio que uno paga por hacer lo mismo que antes pero con modernidad y tecnología de avanzada; así que allá fui a mi proveedor de telefonía a comprar un celular nuevo.

Allí se dio la siguiente escena:

Local de un shopping, 10:30 hs; prácticamente nadie en el local. Cuatro empleadas. Una de ellas atendiendo a un cliente. Entro y viene una vendedora. Cara de un poco dormida todavía, pero sonriendo como corresponde.   
EMPLEADA: ¿Señor? Buenos días. ¿En qué lo puedo ayudar?

YO: Hola, buen día. Tengo un celular muy viejo y necesitaría comprar uno nuevo.

EMPLEADA: Sí. Por supuesto. Por favor, por aquí. Tome asiento.

Voy; nos sentamos. Empieza un interrogatorio tipo policial: número de teléfono, nombre, dirección, DNI, etcétera.... Ella teclea y mira la pantalla (que yo no veo) con cara inexpresiva como si estuviese viendo una mala película policial en algún lado del hiperespacio. De pronto regresa a la tierra me mira y pregunta:

— ¿Ya eligió algún modelo?

Le digo que sí y se lo menciono. Nuevo viaje de ella por el hiperespacio y al rato:

— Sí. Tenemos en stock.

Y sigue con el tecleo. De pronto, cara de "¡Uy! Tenemos problemas".

— Señor, su celular está a nombre de una empresa.

Ahí me acuerdo. Claro; me lo dieron en una de las empresas en las cuales trabajé. Cuando me fuí, negocié que me lo dejaran. Naturalmente, pagando yo el servicio de allí en más. Pues pasaron la facturación del servicio a mi nombre pero no la titularidad de la cuenta. Maravilloso.

YO: ¿No lo podemos poner a mi nombre? En realidad yo pago el consumo desde hace años.

EMPLEADA: No hay problema Señor. Yo aquí lo pongo a su nombre pero no le puedo vender ahora el celular nuevo.

YO: ¿Por?

EMPLEADA: Porque el sistema tarda unas 48 horas en registrar el cambio de titularidad y solo le puedo vender un celular si usted es titular de la cuenta.

¡Ah! O sea que esta niña cambia la titularidad en su computadora pero la empresa tarda 48 horas en aceptar el cambio de titularidad con los datos que esta misma niña ha ingresado dos días antes. ¿Qué demonios hace la empresa durante dos días enteros con mis datos? Misterio insondable. En fin, que sea lo que Dios quiera. De última, dos días no es el fin del mundo.

YO: Bueno, está bien. Hagamos el cambio de titularidad entonces.

Mi simpática empleada reingresa a su oculto hiperespacio, teclea durante un rato y finalmente me dice:

EMPLEADA: Listo señor.

YO: Muchas gracias. O sea que, para comprar el celular, vuelvo dentro de dos días.

EMPLEADA: Sí señor. Así es.

Pero como soy zorro viejo y no tengo ganas de ir de un lado para el otro al divino botón, pregunto:

YO: ¿Y cómo puedo verificar que el cambio de titularidad ya está completado?

EMPLEADA: Marque asterisco 111. Ahí puede averiguarlo.

Eso fue un miércoles. Descontemos ese día. Dos días más – jueves y viernes – y el lunes me ponen el verificador en la empresa. Bueno, de última cargo por unos días ese maldito verificador en el celular de mi hijo y por un par de días lo uso de allí. De modo que doy las gracias y me voy.

******************

La acción se traslada al lunes 17 siguiente; 08:30 horas.

Marco *111.

La consabida cantilena: "Si quiere comunicarse con ventas, marque uno; altura de las nubes de Ubeda marque dos; temperatura en el infierno marque tres; estación espacial internacional marque 4; administración marque 5; dudas sobre su sexualidad marque 6; asesoría psicológica marque 7."

Lo más parecido a lo que necesito se me ocurre que es "administración" así que marco el 5.

Silencio de ultratumba. Espero tres o cuatro minutos. Sigue el mutismo espectral. A ver. Hagámoslo de nuevo. Cinco minutos y nuevo silencio. Otra vez y nada. De nuevo: *111 + opción 5. Espera irritante. Nada. Empiezo a recitar mi retahíla de expresiones folklóricas irreproducibles.

Mi hijo que es un tipo piola me dice:

— Papá. Marcá cualquier opción. Si te atiene alguien decile que te derive.

Lo intento.  No me contesta ni el 4. Parece que hasta los astronautas están durmiendo. Abandono.

Mi pibe tiene una idea genial

— Llamemos directamente a la empresa.

— OK. ¿Tenés el número?

— No pero tiene que estar en la página web de ellos

¡Brillante! Voy a Google. Nombre de esa empresa de telefonía. Aparece la página. Buen diseño gráfico. A ver: "Teléfono. Estamos para ayudarte todos los días, las 24 horas". ¡Bárbaro! No recuerdo cuando nos hicimos tan amigos como para tutearnos pero ayuda es justo lo que necesito. ¿A ver?:
Recargas: *151 - Consulta de saldo *150 - Atención al cliente *111

¡Claro! No podía ser de otro modo. Para pedir ayuda relacionada con un *111 que no funciona tengo que llamar.... ¡al *111 que no funciona!

¡Genial! Informe de fin de mes a los accionistas: "En todo el mes no hemos recibido ni una sola queja de nuestros clientes". ¡Obvio!

Pero no contaron con nuestra astucia. Y digo "nuestra" porque ahora ya somos dos – mi hijo y yo – los que aplicando el antiguo principio de la unión que hace la fuerza tratamos de hallar el atajo que nos permita esquivar los impedimentos del sistema. Busquemos el número de teléfono del local del shopping donde hice el trámite.

Busquemos la página oficial del shopping. Varios intentos y la encontramos. Vamos a la sucursal en la que estuvimos. El sitio tiene buscador. Ponele el nombre de la empresa telefónica. ¡Milagro! Aparece: local xxxx; piso yyyyy. A ver: ¿Teléfono?

Cosa rara. Aparece un 0800 pero no queda demasiado claro si es de ese local o no. Sigo investigando y parecería ser que es el de la administración del centro de compras y el supermercado. Bueno. No importa. Los llamo y pregunto. Total no se pierde nada.

Marco. Llama. Atiende una amablemente estereotipada voz de mujer. Se llama Carla. Casi puedo ver la automática sonrisa de dentífrico que le enseñaron para demostrar su "proactividad" ante el cliente. Le explico:

— Hola Carla. Buen día. Necesitaría saber el número de teléfono de la empresa tal, del local número tal, en el piso tal.

Unos segundos de silencio. Ya me estoy imaginando otro caso tipo *111. Pero no.

Aunque casi.

La dulce y simpática voz de Carla me comunica que:

— Lo siento señor. Ese local no tiene teléfono.

— (...#¡@&#!...) Gracias Carla.

Y cuelgo.

Resumen: Una empresa que vende teléfonos y servicios telefónicos no tiene un teléfono en su propio local de ventas siendo que su línea telefónica de atención al cliente tampoco funciona y no me puede vender un celular porque tarda dos días en procesar un cambio de titularidad cuya solicitud fue ingresada por una empleada de la empresa en una computadora de la misma empresa.

¿Alguien de ustedes se acuerda de la serie "Aunque Usted no lo crea" de Robert Ripley? [2]

Tecnología Informática

Pero esperen. Eso no fue todo. Falta el epílogo y un pequeño anexo.

Siendo el lunes en que se suponía que los muchachos de Sistemas cambiarían el método de autenticación decido no perder más tiempo. Trataré de conectarme a la empresa y, en todo caso, el número de verificación me lo tendrá que dar mi hijo desde su celular.

Así que instalamos la aplicación en el celular del pibe y trato de entrar a la empresa de mi cliente.

¡Sorpresa!

Lo primero que veo es la misma pantalla de siempre. Hago la ceremonia de ingreso de costumbre y ¡adentro mi alma! Llegué lo más bien. Lunes 17 y, contrariamente a lo anunciado, nadie ha cambiado nada. Me fijo en los correos electrónicos. Nada. Ninguna explicación. Yo por las dudas no pregunto; le hago un gesto medio obsceno a mi hijo que ya se está matando de risa el muy cretino, me río yo también y me pongo a trabajar como siempre.

El martes 18 lo mismo. El miércoles 19 lo mismo. Recién el jueves 20 me encuentro con una pantalla distinta al entrar.

— Bueno – me digo – aquí empieza el baile. Se acabó lo que se daba. Veamos que sucede.

Ingreso mi nombre de usuario y mi contraseña. Bien. Click sobre el botón de [Continuar] En la siguiente pantalla de pronto me aparece un campo de texto y una etiqueta que me pide:
"Ingrese el código enviado por SMS a su teléfono celular"
Aquí es donde se pudre todo, pienso, y ni bien formulé mentalmente la frase suena mi viejo, arcaico, primitivo celularcito. Es un ¡SMS! Abro y veo:

cod. 40662874

Ingreso ese código en el campo de texto y, con mano temblorosa por la excitación, hago click en el botón de [Continuar]

¡Oh Santa Señora Nuestra de los Cibernéticos Milagros Virtuales! ¡No lo puedo creer!  ¡¡ENTRÉ A LA RED!!

Contrariamente a la amenaza perentoria de la gente de Sistemas, al final resultó que no tuve que descargar nada, no tuve que instalar nada, no tuve que actualizar nada. Así como lo leen: ¡NADA!

Con mi viejo catafalco del año del peludo todo funciona; me llega el código por SMS, lo ingreso y a otra cosa mariposa. No tuve que gastar plata en un celular nuevo y ¿saben qué? ¡Tengo la línea a mi nombre y todo! (Creo).

¿No es hermoso?

La mano invisible.

Hasta ahí mi aventura se desarrolló totalmente en el ámbito privado. Ése de "la mano invisible del mercado"; tan invisible que ni te das cuenta cuando te la mete en el bolsillo.  Sucedió sin embargo que ese mismo jueves, al parecer, los hados envidiaron mi condición de exaltada felicidad y decidieron bajarme un poco el copete. Pero para eso esperaron a que ingresara al ámbito público del Estado.

La cuestión es que me llega un sobre del ARBA.

Impuesto a los Automotores. "¡Zás!" – me digo – "Llegó la mano invisible. No la del mercado pero sí la del Estado". No es exactamente igual pero, a los efectos prácticos de sacarte plata del bolsillo, vendría a ser masomenos lo mismo. O peor.

Abro, saco la papeleta y me fijo. Cuota 1 de 5. Importe cuota a pagar $1.897,40.-  Importe cuota anual a pagar: $8.433,10.- Sigo leyendo y me encuentro con: "Si optás por el pago anual de tu impuesto obtenés un 20% de descuento."¡Qué lindo! También el ARBA me tutea como si fuésemos chanchos amigos y hasta se comunica conmigo en el más puro lunfardo rioplatense. Incluso hay un cartelito muy primoroso anunciando ese 20% en varios tonos de gris.

No soy muy bueno haciendo cálculos mentales pero algo no me cierra. Voy a la calculadora hago las cuentas y descubro que:

a)- 5 cuotas de $1.897,40 hacen un total de $9.487.-
a)-  $9.487 menos el 20% es igual a ‬$ 7.589,60
b)- $8.433,10 equivale a $9.487, menos el 11.10%
O sea que mis queridos amigos de ARBA me ofrecen un descuento del 20% pero en realidad me están haciendo un descuento de solo el 11.11%.

Díganle al Kici que su amigo Cristian Girard es un mentirosito o – peor todavía – no sabe calcular porcentajes.

Aunque pensándolo bien, no le digan nada. Kiciloff lo sabe. Y no le importa. Habría que ver si él sabe sacar porcentajes.

************************

Suspiré. Miré por la ventana. Afuera hacía un tiempo espléndido. ¿Qué estoy haciendo yo aquí frente a una pantalla y un teclado? ¡Qué ganas de tirar todo a la basura y mandarme a mudar! Y no quiero ir a un país del "Primer Mundo". Me conformaría con un islote tranquilo, en medio de algún Océano, con días que transcurran serenamente, unos iguales a los otros sin muchos más cambios que los del clima y eventos tales como el nacimiento de un bebé o la muerte de un anciano. A veces hasta tengo ganas de aburrirme un poco.

Pero no. Soy de la generación de los hombres que no siempre hacen lo que quieren sino lo que deben. Y dentro de lo que deben, a veces hasta se tienen que conformar con hacer lo que pueden.

Aunque no lo crean, de esa generación algunos todavía quedamos.

Y yo tengo algo pendiente para hacer así que sigamos. Tecleo una URL e ingreso a la web. Específicamente a la página de la AFIP.

Para hacer, como buen contribuyente que soy, una factura electrónica que, con todo el tema de las vacaciones, ausencias varias y otras yerbas, ya está medio atrasada.

Así que voy – les ahorro la ceremonia del ingreso: CUIL+Clave Fiscal+Etcétera – y de pronto ¡CRASH!: me aparece el mensaje del server Apache de la AFIP indicándome que la página solicitada no está disponible.



¿Me habré equivocado? Repito la operación. Mismo resultado. Otra vez. Mismo resultado. De nuevo. Sigue igual. No hay caso. Cierro el navegador. Resignación y valor, Denes. Tomo mi querido viejo celular y llamo a mi cliente.

— Hola Costanza, Denes Martos te llama.

— Hola Denes. ¿Cómo estás?

— Peor que ayer pero mejor que mañana. Escuchame, habíamos quedado en que hoy te mandaba la factura de Enero.

— Sí.

— Bueno; hoy no puedo. Te la voy a tener que mandar mañana o pasado.

— No te hagas problemas. Ya hablé con Administración para que te la paguen rápido, considerando el atraso y todo eso. ¿Qué te pasó?

— Gracias preciosa. La verdad es que lo intenté pero no pude hacer el trámite.

— ¿Por...?

— ¡Se cayó el sistema!



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NOTAS Y REFERENCIAS
1)- De bureau = oficina, escritorio y -cratie, -cracia: gobierno,  según la omnisciente Wikipedia.
2)- Observación apta solo para adultos mayores de 50 años. Ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Ripley,_%C2%A1aunque_usted_no_lo_crea!







7 comentarios:

  1. Señor Martos: No hay precisión ni siquiera en Alemania, ¿cómo la vamos a buscar aquí, en esta bolsa de boñiga?

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  2. Muy bien descripto.
    Me veo en esos trances ,que vivo a menudo.
    Sabe por qué ocurre...lo sabe seguramente...felta lógica y coherencia . Yo ya no leo instrucciones de ningún artefacto que compro porque me di cuenta que alguien se empeña en volver locas a las personas inteligentes .
    Y bueno algún día non escaparemos para irnos a esa isla ...Basta!
    Gracias señor Martos.Saludos
    Mima

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  3. ¡Genial, ja,ja! Y no sabía que yo pertenecía a la O.S.A., ¡por fin una agremiación que me representa! G.+

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  4. Ovacion de pie, Don Denes!!! clap clap clap...
    Hace 30 años que sufro la tortura que usted describe.
    Y cada vez es peor... Abrazo!!!

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  5. Recomiendo leer el libro Historia de la estupidez humana de Paul Tabori. Capítulo dedicado a la burocracia. No tiene desperdicio.

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  6. "La burocracia se expande para satisfacer las necesidades de una burocracia en expansión." Oscar Wilde

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