domingo, 10 de diciembre de 2017

PREGUNTAS QUE YA NADIE HACE (I)

La sola idea de que una cosa cruel
pueda ser útil es ya de por sí inmoral.
Cicerón

Ningún hombre conoce lo malo que es
hasta que no ha tratado de esforzarse por ser bueno.
Sólo podrás conocer la fuerza de un viento
tratando de caminar contra él, no dejándote llevar.
C.S. Lewis

¿Es usted un demonio? Soy un hombre.
Y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios.
Gilbert K. Chesterton


El mal existe, pero no sin el bien,
como la sombra existe, pero no sin la luz.
Alfred de Musset


Hace ya un tiempo atrás, mi amigo en Facebook, Nito Sosa (https://www.facebook.com/nito.sosa.56), publicó la siguiente nota:
"ALGUNAS PREGUNTAS QUE EL HOMBRE MODERNO YA NO SE HACE Y QUE SON NECESARIAS PARA SABER SI EVOLUCIONAMOS O INVOLUCIONAMOS.
¿Hemos perdido la noción del bien y del mal?
¿Qué es lo que está bien y que es lo que está mal? ¿Cuál es el parámetro para medir lo bueno y separar lo malo? ¿Por qué el hombre hace más fácilmente lo malo que lo bueno? ¿Por qué el mundo se hace invivible con el mal? ¿Quién determina lo que está bien y lo que está mal? ¿Existe el bien absoluto? ¿Existe el mal absoluto? ¿La palabra define al bien y al mal? ¿El bien es relativo? ¿El mal es relativo? [¿QUÉ ES LA VERDAD?] ¿La verdad está vinculada al bien? ¿La mentira está vinculada con lo malo? ¿La verdad puede hacer el mal? ¿La mentira puede hacer el bien? ¿La verdad nos hace libre y la mentira nos esclaviza? ¿Existe la libertad en forma absoluta? ¿La libertad es buena? ¿La libertad es mala? o... ¿La libertad puede ser buena y mala a la vez? ¿El pueblo define a la verdad? ¿La mayoría popular define a la verdad? ¿La minoría popular define a la verdad? ¿El pueblo tiene la verdad? ¿Existe la moral? ¿Existe la ética? ¿Nos hemos olvidado de ambas o fueron borradas de la cultura del pueblo? ¿Qué son las virtudes? ¿Se habla hoy de las virtudes? ¿Existe el bien común? ¿Existe un pensamiento común? ¿Existe un hombre sobrenatural o simplemente somos parte de una escala biológica? ¿Pensamos como seres inteligentes o somos parte de un hombre masificado?
"
Después de leer todas estas preguntas se me ocurrió que constituían casi el índice de un ensayo sobre el cual bien valdría la pena trabajar. Le pregunté entonces si podía utilizar sus preguntas como guía para tratar de hallar algunas respuestas o, por lo menos, algunas aproximaciones a una respuesta. Nito es generoso: me respondió que sí.

El resultado parcial es esta primera parte del ensayo. Espero poder completarlo en entregas subsiguientes hasta agotar las preguntas planteadas.

Y también espero con toda sinceridad que Nico no se arrepienta de haberme permitido usar su nota como índice .... 😇
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

1)- El Bien y el Mal

¿Hemos perdido la noción del bien y del mal?


Probablemente no hemos perdido la "noción" como tal, es decir: como concepto. En términos generales y salvo grupos marginales completamente enfermizos y hasta humanamente degradados, seguimos siendo conscientes de que hay cosas aceptables porque "están bien" y cosas inaceptables porque "están mal". 

Lo que hemos tergiversado son los valores asociados a varias actitudes y comportamientos; valores que a su vez correlacionan con las virtudes esenciales tradicionalmente inherentes a nuestra civilización y cultura. Esa tergiversación hace que acciones morales que antes se rechazaban y se consideraban disvaliosas, hoy se aceptan, ya sea por un relativismo que se niega a emitir juicios de valor estrictos, ya sea mediante un permisivismo que declara de antemano la neutralidad y hasta la indiferencia ético-moral, ya sea a causa de una deliberada inversión de valores por la cual se propone considerar como un Bien lo que tradicionalmente la cultura de Occidente siempre concibió como un Mal y viceversa."

San Jorge y el dragón

¿Qué es lo que está bien y qué es lo que está mal?

Como es sabido, se han ensayado múltiples respuestas a esa pregunta. Sin embargo, si uno analiza el conjunto de estas respuestas, no es difícil aislar al menos cuatro criterios básicos principales: el criterio utilitarista, el teológico, el filosófico-metafísico y un último que quizás podríamos llamar ecléctico, en el sentido original del término. [1] 

Utilitarismo

Un enfoque posible es el del utilitarismo según el cual el Bien es lo útil, lo que "hace bien" o "conviene" y el Mal es lo que "no conviene" o "hace daño".  Por ejemplo, Fernando Savater propone una definición completamente utilitarista, muy en línea con los filósofos ingleses del S. XIX:
"... entre todos los saberes posibles existe al menos uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no. No nos convienen ciertos alimentos, ni nos convienen ciertos comportamientos, ni ciertas actitudes (...) De modo que ciertas cosas nos convienen y a los que nos conviene solemos llamarlo "bueno" porque nos sienta bien; otras en cambio nos sientan pero que muy mal y a todo eso lo llamamos «malo».  [2]
Si esto fuese totalmente cierto podríamos afirmar simplemente que "bueno es lo que me sirve y malo es lo que no me sirve" o, dicho en otras palabras, "lo útil es bueno, lo inútil es malo". Todo el arte, toda la filosofía, toda la ciencia, todo el saber humano, en suma, quedaría así englobado por un criterio de utilidad, o de mera conveniencia, o hasta de simples "gustos" – algo, dicho sea de paso, bastante común en las morales básicamente ateas.

Sería simple si fuese posible. Desgraciadamente, no es tan sencillo. Áreas enormes del saber han sido, afortunadamente, desarrolladas mucho antes de que supiésemos realmente si nos convenían o no nos convenían.  Y muchas otras resultaron parcialmente convenientes pero también parcialmente inconvenientes en proporciones diversas. Si los esposos Curie se hubiesen planteado la ética desde la óptica del señor Savater, probablemente ni hubieran empezado sus trabajos sobre la radiactividad y hoy quizás no sabríamos aprovechar la energía nuclear. Si la conveniencia, o la utilidad, es lo que diferencia al Bien del Mal, ¿dónde ponemos todas las cosas de las que, en realidad, no tenemos ni idea si son - o no - "convenientes"; si serán - o no - "útiles" algún día? Y si solo es bueno lo que "nos gusta" ¿dónde ponemos todas aquellas cosas que no nos gustan para nada pero que tenemos que hacer igual porque el dejar de hacerlas genera consecuencias mucho peores que el hacerlas?

Ni hablemos del hecho que, en términos de conveniencia utilitarista, algo puede ser bueno y malo al mismo tiempo, como en el caso mencionado de la energía nuclear. Además, lo "malo" para el individuo puede ser "bueno" para la comunidad en la que vive. Es la diferencia que señala Max Weber cuando habla de la "ética de las convicciones" y la "ética de la responsabilidad". [3] El "bien" de la primera no siempre coincide con el "bien" de la segunda. Una persona que siempre responde a una agresión con una trompada puede eventualmente ser acusada de agresiva e intolerante. Esa misma persona siendo un Ministro de Defensa, si no responde a la agresión de una potencia extranjera podría ser procesada por incumplir sus deberes de funcionario público.

Teología

Otro enfoque viable es el teológico. Aquí el problema reside en que nos resulta imposible imaginarnos a un Dios único todopoderoso pero malo. Las religiones monoteístas están casi lógicamente forzadas [4] a concebir a Dios como un Ser bueno puesto que la alternativa inversa conduciría inevitablemente a una doctrina de desesperación. Si Dios fuese malo, estaríamos condenados; no tendríamos salvación posible e incluso nos resultaría imposible explicar por qué, siendo todopoderoso, ese Dios Malo permite determinadas manifestaciones del Bien que resultan imposibles de negar, al menos en algunos casos. Sucede, sin embargo, que las teologías que sostienen la existencia de un Dios Bueno, todopoderoso y omnisciente, enfrentan el mismo problema pero a la inversa. ¿Por qué Dios permite el Mal cuyas manifestaciones son imposibles de negar, también en al menos algunos casos?

Quizás el planteo más fuerte de esta cuestión esté reflejado en la llamada "Paradoja de Epicuro" [5] que, en lo sustancial, se puede enunciar así:

"¿Está Dios dispuesto a erradicar el Mal pero no puede?
Entonces no es omnipotente.
¿Puede hacerlo pero no está dispuesto?
Entonces no es bueno.
¿Es capaz y además está dispuesto?
Entonces, ¿de dónde proviene la maldad?
¿No es capaz y tampoco está dispuesto?
Entonces ¿para qué llamarlo Dios?

Esta paradoja, que todavía goza de gran popularidad entre los ateos aun a pesar de los 1.800 y pico de años de haber sido formulada, ha sido rebatida  de varias formas no solo por los teólogos católicos y cristianos en general sino incluso por filósofos paganos griegos y romanos. 

Probablemente la tesis más sólida es la que gira alrededor del pensamiento de tres grandes pensadores de Occidente, grecorromano el primero y cristianos católicos los otros dos:  Plotino (205-270) , San Agustín (354- 430) y Santo Tomás (1224-1225). Por de pronto, ya en la doctrina de Plotino el Mal debe buscarse en el "no-ser", es decir: no está en Dios (el Uno), ya que éste es el Bien Supremo, lo cual excluye al Mal en forma terminante y necesaria [6]. Así, según la doctrina plotiniana el Mal no es sustancial, sino ausencia de ser. El Mal no sería una cosa sino la ausencia de otra cosa que es el Bien.

Algo así como un siglo y medio después de Plotino, esta idea es retomada por San Agustín quien, luego de abandonar su inicial maniqueísmo, [7] desarrolla y amplía el tema incorporándole al menos dos factores esenciales: el del libre albedrío otorgado por Dios al Hombre y el de la Caída, es decir: la desobediencia del Hombre al mandato de su Creador tal como está relatado en la narración de la desobediencia de Adán y Eva y la expulsión del paraíso terrenal.

En el pensamiento de San Agustín, el Mal puede adoptar tres dimensiones.

  • El Mal metafísico. Basándose en la metafísica de Platón, San Agustín argumenta que no existe el Mal cósmico. Si en ocasiones nos parece lo contrario es porque, si aplicamos un criterio egoísta y utilitarista, terminamos juzgando al Bien y al Mal desde la óptica de nuestras propias conveniencias inmediatas. Si algo nos es útil lo damos por bueno; si creemos que no nos conviene, lo damos por malo, siguiendo el criterio utilitarista ya mencionado.
    Lo que sucede es que, como los humanos no somos omniscientes, nuestro conocimiento del Cosmos es inevitablemente limitado. Fenómenos cósmicos que nos parecen "malos" son, en realidad, acontecimientos inmanentes a la Creación que es un Todo armónico y articulado en el cual nada carece de sentido y de razón de ser. Dado nuestro conocimiento limitado, simplemente sucede que no detectamos ese sentido en su totalidad y no entendemos esa razón de ser de un modo completo. Pero eso no quiere decir que Dios, al crear el Cosmos, le haya agregado a su Creación, por puro capricho, un Mal que podría ocasionar su destrucción. 
  • El Mal moral: que es el producto de una "mala voluntad" en el Hombre, es consecuencia del empleo incorrecto de su libre albedrío cuando antepone el hedonismo (vale decir: el mundo sensible y sus placeres ) al ejercicio de las virtudes que le garantizarían la trascendencia.
  • Y, finalmente, el Mal físico (dolor, enfermedades, muerte) que San Agustín entiende como consecuencias de la Caída [8] y del Mal moral. 
Unos ocho siglos después, otro gran teólogo de la Iglesia Católica – Santo Tomás de Aquino – sistematizó los principios de San Agustín y los desarrolló extensamente. Es imposible exponer aquí el pensamiento de Santo Tomás en detalle ya que ello requeriría, sin exagerar, no un libro entero sino muy probablemente más de uno. Solo podemos indicar que, así como San Agustín incorporó a la cultura cristiana católica buena parte del pensamiento de Platón, Santo Tomás hizo lo mismo con Aristóteles habiendo ambos aceptado el razonamiento central de Plotino, al menos como punto de partida.

De este modo se creó un enorme cuerpo filosófico y teológico que alimentó la cultura de Occidente durante muchos siglos. Todos los argumentos de esta extensa y profunda doctrina desembocan, finalmente, en la demostración que el Mal no reside, no puede residir, en Dios y que, por lo tanto, el Mal en el cosmos no puede emanar de su Creador. El Mal, según Santo Tomás, proviene principalmente de la ausencia o negación del Bien. Por lo tanto, no existe un summum malum, equiparable al summum bonum que es Dios.

Y en cuanto a la Paradoja de Epicuro, probablemente uno de los mejores argumentos que se le pueden oponer es el esgrimido por C.S.Lewis quien sencillamente (y no sin una buena dosis de sutil humor) se limita a señalar que a Dios se le pueden pedir muchas cosas, pero no se le pueden exigir disparates. Porque la omnipotencia de Dios:

".... significa poder hacer todo lo que es intrínsecamente posible, no lo que es intrínsecamente imposible. A Dios se le pueden atribuir milagros, pero no disparates; y esto no limita su poder. Si usted elige decir »Dios puede dar libre albedrío a una creatura y negárselo a la vez«, no ha logrado decir nada acerca de Dios. Las combinaciones de palabras sin sentido no adquieren súbitamente sentido por anteponerles las palabras »Dios puede«.  Que con Dios todo es posible continúa siendo verdadero; las imposibilidades intrínsecas no son más que inexistencias. El llevar a efecto dos alternativas que se excluyen mutuamente no es más posible para Dios que para la más débil de sus creaturas; no porque su poder encuentre obstáculos, sino porque el disparate sigue siendo disparate aun cuando nos refiramos a Dios." [9]

Filosofía y Metafísica


Mas allá del territorio de la teología podemos encontrar también concepciones interesantes en algunas filosofías dualistas. En varias de estas filosofías hallamos una observación notable y básicamente innegable: el Cosmos, el Universo, contiene un sinnúmero de polaridades opuestas que se mantienen en un equilibrio relativamente estable. Desde el microsistema del átomo con sus electrones de carga negativa girando alrededor de un núcleo de carga positiva, hasta los macrosistemas astronómicos de planetas que giran alrededor de soles, básicamente según el mismo principio; desde sistemas de reproducción sexuada de la vida con sus gametos masculinos y femeninos, hasta propiedades físicas duales tales como p.ej. frío-calor, estabilidad-inestabilidad, predictibilidad-aleatoriedad, estática-dinámica, etc. etc. los ladrillos mismos del Universo material parecerían venir en combinaciones de elementos opuestos en los que la presencia de un elemento ya nos haría sospechar la existencia de su contracara. De este modo, no es imposible concebir al frío, no ya como la ausencia sino como la contracara del calor, la estática como la alternativa opuesta a la dinámica, la estabilidad como un sentido favorable y la inestabilidad como un sentido opuesto al equilibrio y así sucesivamente.

En Occidente, el dualismo se halla presente en varias filosofías de la antigüedad griega. Se encuentra en la escuela pitagórica, muy probablemente tomada del Zoroastrismo persa, cuna del maniqueísmo teológico. Aparece en Anaxágoras con el nous [10] y el caos; en Leucipo y Demócrito con la noción del vacío y los "átomos" [11]; en Platón con la idea del mundo de las ideas y el mundo de la materia, idea que resurgirá en San Agustín. También aparece en Empédocles de Agrigento con su dualidad entre la amistad y el odio que es precisamente la que toma Aristóteles interpretándola como la bipolaridad del Bien y del Mal y que reaparecerá en la teología de Santo Tomás de Aquino 1600 años más tarde.

Interesante, también, es que el dualismo de las bipolaridades está presente en varios sistemas orientales – como p.ej. el budismo o el taoísmo – que normalmente se consideran religiones pero que en realidad de verdad, al carecer de una verdadera teodicea y de una teología en sentido estricto, más que religiones son filosofías de vida altamente espirituales.

Pero lo más interesante en todo caso, es que el fenómeno de la polaridad es detectable más allá del mundo físico tangible. El fenómeno de la bipolaridad "amigo-enemigo" detectada por Carl Schmitt en el ámbito político [12] después de haber hallado bipolaridades similares también en prácticamente todas las disciplinas humanas, es un reflejo de este fenómeno que está presente no sólo en lo físico sino incluso en el ámbito de lo meta-físico. No solo lo encontramos en cosas que se pueden ver, medir y tocar sino en fenómenos que no tienen una existencia material concreta y mensurable.

Por todas partes, especialmente en las áreas más importantes del saber, hallamos bipolaridades del tipo vida-muerte; verdad-mentira; realidad-irrealidad; cero-infinito; positivo-negativo; armonía-cacofonía; evolución-involución; florecimiento-marchitamiento... la lista es larga y en ella, como ya lo habrá adivinado el lector, es perfectamente posible incluir la bipolaridad del Bien y del Mal.

Por supuesto, no se trataría ya de dos dioses opuestos combatiéndose en forma permanente como lo proponía la teología maniquea. Muchos menos se trataría de la obra de un Dios malo como se lo llegan a imaginar ciertas sectas satánicas moralmente perversas. De lo que se trata es del concepto elaborado por algunas filosofías y expresado en la fórmula oriental del "ying-yang" que, dicho sea de paso significa "oscuro-radiante" o bien, si se quiere, tinieblas-luz.



A fin de manejar estos conceptos en forma adecuada, hay, sin embargo, algunas precisiones que deben ser tenidas en cuenta. Por de pronto, los términos de la dualidad no son excluyentes sino coexistentes siendo que, además, esta coexistencia está dada por una dependencia recíproca. En una cuestión de honor, la honestidad y la deshonra no existen por separado; la honestidad siempre estará amenazada por la deshonestidad que la menoscaba y la deshonra siempre estará mantenida a raya por la honestidad que le pone un freno. Ambos elementos no solamente forman parte de una misma cuestión sino que se hallan en una relación dinámica recíproca. Y la dualidad no desaparece ni siquiera en el supuesto caso de esa persona idealmente honesta que a algunas mentes románticas les gusta imaginar, porque la tentación del deshonor – o mejor dicho: la tentación de las ventajas inmediatas que pueden producir las acciones deshonrosas – siempre estará presente y requerirá una constante actitud de honestidad afirmativa incluso de parte de la persona más honesta del mundo.

Cuando Fouché [13] dijo que "todo hombre tiene su precio" su ironía quizás quiso dar a entender que todos somos esencialmente corruptos; algo que en clave de sarcasmo quizás no se discutiría pero todos sabemos que no es tan así. Además, la cita, puesta de este modo, está incompleta. La frase termina con "... lo que hace falta es saber cuál es" (ese precio). Y con eso nos aproximamos un poco más a la realidad porque algunos por $100 harían cualquier cosa que otros no la harían ni por $10.000.  Pero el que haría "cualquier cosa" por $100 quizás no haría algunas cosas puntuales ni por $1.000.000.  Con lo que resulta que quizás todos seamos corruptibles – en alguna medida y en cuanto a ciertas cuestiones – pero no todos somos absolutamente corruptos en cualquier medida y para cualquier cuestión. Quizás todos estaríamos dispuestos, en principio, a "retocar" un poco nuestras declaraciones juradas para pagar menos impuestos, pero ¿cuántos matarían a sus hijos o a su propia madre por dinero?

Resumiéndolo todo


Como puede apreciarse, el tema no es nada fácil. Posee muchas aristas y sutilezas nada simples ni sencillas de analizar. Uno lo comprende estudiando, por ejemplo, la muy buena obra "Enfrentar el Mal" de János Kékes  que comienza con la afirmación:

"Partiré de la base que el mal es un daño inmerecido infligido a seres humanos. Hay mucho más para decir a fin de precisar esta idea pero la fórmula – el mal como daño inmerecido – servirá como punto de partida."

Y después necesita todo un libro de 355 páginas para ampliar este "punto de partida". [14]

Con todo, hay al menos dos cosas a las que entiendo que valdría la pena prestar un poco de atención. Una es el libre albedrío con el que estamos dotados nosotros, los seres humanos, y que es una de las características – y acaso LA característica – que más nos diferencia de los animales. La otra es la bipolaridad metafísica detectable en todo el Cosmos.

En la metáfora del Jardín de Edén no es ninguna casualidad que el árbol de la "fruta prohibida" sea justa y precisamente el árbol del conocimiento del Bien y del Mal. Ni tampoco es casualidad que la alegoría sitúe ese árbol justo en medio del Jardín de Edén: "... Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer, y en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal." [Génesis, 2,9]

Con  lo cual tendríamos en realidad dos árboles en el centro del jardín, pero dejemos eso de lado por el momento. La cuestión es que – otra vez, no por casualidad – la prohibición rigió justo y solamente para el árbol de la ciencia del bien y del mal: "Y Dios impuso al hombre este mandamiento: «De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás... »" [Génesis, 2,16-17]

¿Qué significa esto? Pensémoslo un poco. Tratemos de interpretar la esencia de la metáfora según la cual Dios crea al Hombre a su imagen y semejanza, lo pone en el Jardín de Edén y en el centro de ese jardín pone dos árboles – el de la vida y el de la ciencia del Bien y del Mal – prohibiéndole al Hombre comer de los frutos del segundo árbol.

¿Qué tenemos aquí? Tenemos a un Hombre creado a imagen y semejanza del Creador al que se le prohíbe comer un fruto. Si se le prohíbe, es porque podría comerlo... si quisiera. No tendría sentido prohibirle hacer algo a alguien que no puede hacer lo que se le prohíbe. Sería como si alguien me prohibiese a mí vivir bajo el agua como un pez o volar como un pájaro agitando los brazos. De modo que el Hombre fue creado con libre albedrío, es decir: podía elegir entre obedecer la prohibición divina y desobedecerla. Y todos sabemos en qué terminó la historia: Adán desobedeció. Pudiendo elegir entre la obediencia y la desobediencia, eligió la desobediencia.

Pero, además de tener un Hombre con libre albedrío, tenemos también un árbol de la ciencia del Bien y del Mal que directamente no tendría sentido si el Mal no existiera, del mismo modo en que tampoco tendría sentido la prohibición de comer de su fruto.  De esta forma a uno no le queda más remedio que admitir que el Mal preexistió a la Caída. Y si existió antes de la desobediencia del Hombre, no queda más remedio que asumir que el Mal – o lo que consideramos como "el Mal" – ha sido permitido por Dios en la Creación, sea por las razones que fueren y que solo Él sabe cuáles son. 

No es que hay dos dioses, uno bueno y otro malo como lo imaginaron los antiguos persas y lo retomó el cristianismo maniqueo. Hay un solo Creador y no es un Creador malo. Es un Creador justo. Creó un Cosmos que se mantiene en equilibrio dinámico gracias a sistemas de dualidades coexistentes; creó un Hombre con libre albedrío y, por lo tanto, con la capacidad de elegir entre cualquiera de los dos términos de un sistema dual. Y luego nos prometió que juzgará al Hombre según sus elecciones y su comportamiento. El Hombre del Génesis pudo elegir entre obedecer o desobedecer el mandato divino. Eligió desobedecer y la justicia divina lo sancionó por eso. La Caída no fue más – ni menos – que la consecuencia justa e inevitable de una elección equivocada por parte del primer Hombre.

Dios no es malo, es justo. Nos ha dado el libre albedrío para que podamos elegir. Ha creado sistemas duales o bipolares con lo que nuestra elección puede tener un mérito o un demérito. Y después nos juzgará de acuerdo a, precisamente, nuestros méritos y deméritos; de acuerdo a nuestras fortalezas y debilidades; de acuerdo a nuestras virtudes y nuestros vicios. ¿Puede haber algo más justo que eso?

Combatir el Mal


Con todo lo anterior, la gran pregunta de cómo hay que hacer para luchar contra el Mal tiene varias respuestas. Una de ellas, quizás algo parcial pero directa y práctica, nos dice que para mantener al Mal lo más controlado posible y lo más apartado posible de nosotros, lo mejor que podemos hacer es ejercer, en la mayor medida que podamos, las dieciséis virtudes que he tratado con cierta extensión en trabajos anteriores [15 ] y que forman parte indisoluble de la tradición ética, moral y cultural de Occidente. 

Practicando el honor podemos librarnos del deshonor; ateniéndonos a la verdad nos alejamos de la mentira; siendo leales evitamos la deslealtad y la traición; procediendo con disciplina evitamos el desorden;  manteniendo la perseverancia nos libramos de los males de la inconstancia.

Dedicándonos a la laboriosidad del trabajo nos alejamos de la esterilidad de la haraganería ociosa; afirmando nuestra libertad evitaremos el destino de los esclavos; defendiendo nuestra libertad y nuestras verdades con valentía no caeremos en la ignominia de la cobardía y practicando la solidaridad con verdadera caridad combatiremos no solo el desamparo y la indiferencia sino incluso la enfermedad del materialismo clasista.

Por otro lado, cultivando la sabiduría de la prudencia sabremos distinguir justamente el Bien y el Mal y nos alejaremos de la insensatez.  Ejerciendo la equidad en materia de justicia no incurriremos en la iniquidad de lo injusto. Desarrollando la fortaleza de nuestra valentía nos aseguraremos de reducir al mínimo la posibilidad del fracaso de nuestros propósitos y adoptando la templanza en nuestros deseos y placeres tendremos la suficiente sobriedad como para no caer en el hedonismo y en la compulsiva persecución de lo superfluo.

Finalmente, la fe le dará un sentido elevado a nuestra vida y nos protegerá del descreimiento y de las relativizaciones abusivas. La esperanza nos abrirá las puertas de la trascendencia y nos protegerá de la desesperación. Y la caridad hará que nuestra solidaridad sea sincera con lo que nos alejaremos del egoísmo y la hipocresía.

Aun cuando este enfoque no agota el tema por completo, en muchos sentidos

el Mal no es sino la consecuencia de la violación de una virtud.

Por eso es que una de las mejores y más directas formas de enfrentar el Mal es cultivando nuestras virtudes. Porque de eso depende el predominio del Bien.

No estará en nuestro poder destruir el Mal para siempre. Pero por un lado, con el libre albedrío que nos ha concedido el Creador, podemos no elegirlo.  Y si actuamos con valentía, sabiduría y perseverancia, podremos también evitar el ser gobernados por personas que sí lo han elegido.

*******************

-----------------------------------

NOTAS


1)- "Ecléctico" viene del griego ἐκλεκτικός (eklektikos), que significa literalmente "elegir el mejor" y de ἐκλεκτός (eklektos), que quiere decir "escogido", "elegido". La idea general es no desechar  escuelas de pensamiento diferentes en favor de una sola sino de elegir lo mejor de cada escuela y tratar de armar con ello un todo coherente. Utilizado con precaución y en su sentido original, es un buen método para rescatar lo que tienen de valioso propuestas que, consideradas en su totalidad, pueden ser disímiles. En su versión desmedida y exagerada, sin embargo, se pierde la condición de coherencia y lo que se obtiene es solamente un conjunto contradictorio de ideas contrapuestas.

2)- Savater, Fernando, "Ética para Amador", pág. 6  (Cf. http://blocs.xtec.cat/enraonar/files/2011/08/Etica-para-Amador.pdf   Consultado 14/10/2017 Los resaltados son del autor.

3)- Weber, Max: "La Política como Profesión" Cf. https://drive.google.com/file/d/0B6QXUcoelzmpeVkteHAwMkxya2M/edit

4)- Y digo "casi" porque, en realidad, la esencia de Dios no tiene por qué sujetarse a las reglas de nuestra lógica humana.

5)- Epicuro (filósofo griego 341-270 AC). 

6)- Puesto que, en el caso contrario, el Bien no sería Supremo y el Uno sería insosteniblemente contradictorio ya que albergaría en su ser la posibilidad de su propia destrucción.

7)- El maniqueísmo proponía la existencia de dos Dioses contrapuestos y en constante lucha entre sí. Según esta creencia, el Dios del Bien y el Dios del Mal se estarían disputando el control del mundo. San Agustín, aun cuando al principio se sintió atraído por la idea, terminó rechazándola porque: "La lucha entre las tinieblas y Dios no tiene razón de ser; una de dos: o las tinieblas le pueden hacer algún daño a Dios, y en este caso no sería incorruptible, o no le pueden hacer absolutamente nada , y en este caso la lucha es inútil"
[Cardona Sanchez, Carlos Agustinismo en 20 lecciones Bogotá, Kimpres,2003, p.82 - En Walter Albrecht Lorenzini, El problema del mal en San Agustín, p.2 - Cf. https://es.slideshare.net/Peregrinante/el-problema-del-mal-en-san-agustn]

8)- El Pecado Original luego del cual recién aparecería el Mal físico y el Mal moral.

9)- C.S.Lewis (El problema del Dolor - HarperCollins Español, 2014)

10)- Intelecto, espíritu, inteligencia en la filosofía griega.

11)- Aunque sorprenda a algunos, ya en la Grecia antigua podemos hallar la teoría atómica en versión embrionaria.

12)- Schmitt, Carl El Concepto de lo Político  Cf. Lanuevaeditorialvirtual.blogspot.com (https://drive.google.com/file/d/0B6QXUcoelzmpMGlMUHplWFFSR3c/edit)

13)- Joseph Fouché (1759-1820) - Ministro de la Policía de Napoleón durante los períodos 1799-1802 y 1804-1811.

14)- Cf. János Kékes, "Enfrentar el Mal", www.lanuevaeditorialvirtual.blogspot.com, 2014.
 https://drive.google.com/file/d/0B6QXUcoelzmpMFh5T0pqODRNZTQ/edit

15)- Denes Martos,
"El Camino y las Virtudes"
https://denesmartos.blogspot.com.ar/2017/10/el-camino-y-las-virtudes.html
"Las Nueve Nobles Virtudes"
https://denesmartos.blogspot.com.ar/p/blog-page.html


5 comentarios:

  1. Gracias Denes por tan buen trabajo. Aunque que que la tenés clara, solo me atrevo a hacer un pequeño comentario: Dios no puede hacer imposibilidades intrínsecas, o contradicciones disparatadas, equivale a decir que "Dios no puede dejar de ser Dios" Si alguna acción requiriera de Dios que dejara de ser el ser supremo, entonces, dicha acción es intrínsecamente imposible. Y, no es lo mismo complementario como "varón y mujer", que "luz y oscuridad". En el primer caso, tanto varón como mujer, son dos existentes; en el segundo, luz es existente, oscuridad es ausencia de "ser"; son contradictorios y no complementarios.
    Gracias y un abrazo.

    ResponderBorrar
  2. Gracias por el comentario Hugo. Un abrazo!

    ResponderBorrar
  3. Gracias Sr. Denes Martos, es un tema extenso y que requeriría de la publicación de varios tomos (sólo para brindar un haz de luz a tanta oscuridad). Le pido disculpas de antemano por el atrevimiento, nos deleitaría en alguna ocasión con un análisis de la "Alegoría de la caverna", La República (Libro VII), de Platón? Saludos cordiales.cordiales

    ResponderBorrar
  4. Hola Emanuel.
    Es un tema interesante y me agrada la idea.
    Lo tendré presente para tratarlo en algún momento.
    Gracias por el comentario.

    ResponderBorrar