Si quieres hacer la paz,
no hables con tus amigos; habla con tus enemigos.
Barón de Montesquieu
Los hombres sensatos aprenden de sus enemigos.
Es de ellos y no de sus aliados que las ciudades
aprenden a construir altas murallas y barcos de guerra.
Aristófanes (446–386 AC.)
no hables con tus amigos; habla con tus enemigos.
Barón de Montesquieu
Los hombres sensatos aprenden de sus enemigos.
Es de ellos y no de sus aliados que las ciudades
aprenden a construir altas murallas y barcos de guerra.
Aristófanes (446–386 AC.)
Los políticos argentinos – abogados en su gran mayoría – captaron poco de Carl Schmitt. Y lo poco que captaron lo entendieron mal. O bien (y suponiendo que lo hayan leído) no lo entendieron en absoluto.
Una de las tesis centrales de Carl Schmitt es que las disciplinas humanas, por regla general, se dedican a un área de la realidad y subdividen luego ese aspecto de la realidad (al que consideran su "mundo") en campos contrapuestos para explicar su dinámica. Así, por ejemplo, la ética divide a su mundo en "el bien" y "el mal"; la estética opera con los criterios de "lo bello" y "lo feo"; la economía con los de "útil" e "inútil" o bien con los de "ganancias" y "pérdidas", y así sucesivamente. Es lo que la mentalidad dialéctica marxista, utilizando el criterio de Hegel, ha interpretado en Carl Schmitt como "contradicciones" pasando por alto que el hombre es muy cuidadoso al elegir sus términos.
De hecho, para describir el fenómeno Schmitt no utiliza en absoluto la palabra "Widerspruch" (contradicción) sino que emplea el término "Unterscheidung" (diferenciación) y más adelante habla de "Gegensätze" (contraposiciones o contrastes). [1]
Es este sentido, la diferenciación entre el "amigo" y el "enemigo" señalada por Schmitt se entiende como una "diferenciación específicamente política, con la cual se pueden relacionar los actos y las motivaciones políticas" para aclarar inmediatamente: "Esta diferenciación ofrece una definición conceptual, entendida en el sentido de un criterio y no como una definición exhaustiva ni como una expresión de contenidos." [2] En otras palabras: la bipolaridad amigo-enemigo constituye una definición conceptual que sirve de criterio de análisis y comprensión. No es la descripción absoluta de la política ni tampoco una expresión abarcadora del contenido total de la política.
Eso por un lado. Por el otro está la precisión con la que Schmitt define el concepto de "enemigo político". Al respecto nos dice:
"Enemigo es solamente el enemigo público, porque lo que se relaciona con un conjunto semejante de personas — y en especial con todo un pueblo — se vuelve público por la misma relación. El enemigo es el hostis, no el inmicus en un sentido amplio; el polemios, no el echthros." [3]
Consecuentemente, otra de las tesis centrales de Schmitt es que esta bipolaridad amigo-enemigo adquiere su verdadera envergadura y peso recién en materia de política exterior. Siguiendo a Platón, en una nota aclaratoria Schmitt se encarga de precisar que la diferenciación se refleja también en las diferentes clases de guerra. Para Platón, una verdadera guerra (polemos) solo podía ser una guerra entre helenos y bárbaros. Por el contrario, las luchas internas entre helenos constituían para Platón una "staseis", un término que, según Otto Apelt, se traduce por "discordia" y es lo que nosotros hoy llamaríamos "revuelta", "subversión" o "guerra civil", dependiendo de la característica, intensidad y extensión del conflicto.
Con ello, si tenemos presente que una de las funciones esenciales del Estado es la función de síntesis de las fuerzas divergentes que existen de un modo natural e inevitable en el seno de toda comunidad humana, queda meridianamente en claro que – puesto que la política tiende a hacer diferenciaciones del tipo amigo-enemigo – una de las funciones esenciales de toda conducción política es la de EVITAR ese tipo de enfrentamientos en el orden interno porque, de no conseguirlo, la consecuencia es, en el mejor de los casos, el debilitamiento de la sociedad en general y, en el peor de ellos, el riesgo del estallido de una guerra civil.
En Política interior, pues, el político NO DEBE permitir que en el seno de la sociedad surjan enfrentamientos del tipo amigo-enemigo porque ello solamente debilita el organismo social y le impide hacer frente a sus – reales y/o potenciales – enemigos externos. En lo interior lo que debe primar en la política es una de las tres funciones esenciales del Estado que es precisamente la de síntesis; es decir: la tarea de superar divergencias y armonizar las fuerzas contrapuestas y los intereses opuestos que amenazan con desgarrar al cuerpo social en diferentes direcciones.
Uno de los problemas graves que tiene la Argentina es que, lamentablemente, durante muchos años su dirigencia política y sus gobiernos hicieron exactamente lo contrario.
Está bien; concedido: superar divergencias y aunar esfuerzos e intereses no es para nada algo fácil en un país tan dispar, multifacético y básicamente indisciplinado como es la Argentina. Sobre todo cuando el egoísmo individual, la tergiversación de valores, la hipocresía moral, la corrupción y el cortoplacismo se han convertido en hábitos del comportamiento cotidiano de una enorme cantidad de personas – y no solo de los políticos.
Pero, así y todo, desde la dicotomía de unitarios y federales, pasando por la guerra civil de los años 70 hasta el constante enfrentamiento entre partidarios y opositores del "modelo" kirchnerista, la materia de Síntesis Política es una asignatura que los políticos y los dirigentes argentinos en general no han aprobado.
Muchos de ellos ni siquiera la han cursado.
El resultado de esto es que no saben manejar la dinámica política. No lo saben en materia de política interior, y menos todavía lo saben en el ámbito de la política exterior en dónde a la ignorancia de la verdadera esencia de la diferenciación política se le agrega la ignorancia – en algunos casos supina y en otros cómplice – de cómo funciona el mundo en realidad. Consecuentemente, en política interna ven enemigos en donde no los hay – y, si no los ven, pues simplemente hasta los inventan. Y al mismo tiempo en política exterior buscan amigos en donde menos le conviene al país y encima se fabrican enemigos que no pueden vencer.
Pero no nos ensañemos tan solo con nuestros políticos domésticos. En el resto del mundo la situación tampoco es demasiado diferente, aun cuando los estilos y el nivel del barniz cultural superficial pueden variar entre márgenes bastante amplios con lo que el nivel del discurso también varía pudiendo ir desde la burda chabacanería de barricada hasta la alambicada – y reconozcámoslo: a veces hasta ingeniosa – construcción intelectual de la sofística más elaborada.
Lo que sucede es que, más allá de la diferenciación inherente a la política misma, los impostores políticos – ya sea por ineptitud manifiesta o por una no menos manifiesta hipocresía – necesitan la figura del enemigo político, real o supuesto, porque, siendo incapaces de manejar fuerzas políticas contrapuestas o divergentes, necesitan al enemigo como chivo expiatorio para adjudicarle la responsabilidad por las consecuencias de sus propios fracasos.
Comprendámoslo: en política son completamente inútiles, insustanciales e inaceptables las excusas al estilo del "no nos dejaron hacer", "nos pusieron constantemente palos en la rueda", "no nos quisieron brindar el apoyo necesario", y todas las demás expresiones exculpatorias que intentan transferirle al enemigo o al adversario la responsabilidad por un descalabro. Son excusas absolutamente inaceptables porque un político que no está a la altura de sus enemigos potenciales o reales lo único decente que puede hacer es irse a su casa y dedicarse a una actividad menos compleja que la política.
Por ejemplo, la filatelia, el golf, o bien y dado el caso, el bordado o el crochet.
Tal como decía Aristófanes hace ya más de 2.300 años atrás, los hombres sensatos aprenden de sus enemigos.
Y en el Siglo XXI – tanto como para no hacer una discriminación de "género" – habría que agregar: las mujeres sensatas también.
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Notas:
[1] "Die spezifisch politische Unterscheidung, auf welche sich die politischen Handlungen und Motive zurückführen lassen, ist die Unterscheidung von Freund und Feind. Sie gibt eine Begriffsbestimmung im Sinne eines Kriteriums, nicht als erschöpfende Definition oder Inhaltsangabe. Insofern sie nicht aus anderen Kriterien ableitbar ist, entspricht sie für das Politische den relativ selbständigen Kriterien anderer Gegensätze: Gut und Böse im Moralischen; Schön und Häßlich im Ästhetischen usw." (Las itálicas son del Schmitt, las negritas son mías).
Traducido: La diferenciación específicamente política, con la cual se pueden relacionar los actos y las motivaciones políticas, es la diferenciación entre el amigo y el enemigo. Esta diferenciación ofrece una definición conceptual, entendida en el sentido de un criterio y no como una definición exhaustiva ni como una expresión de contenidos. En la medida en que no es derivable de otros criterios, representa para lo político el mismo criterio relativamente autónomo de otras contraposiciones tales como el bien y el mal en lo moral; lo bello y lo feo en lo estético, etc. (Cf. Carl Schmitt "El Concepto de lo Político", §.2 - El subrayado es mío)
[2] Ibidem
[3] Los romanos reservaban la palabra "inmicus" a los enemigos personales. "Hostis" eran los enemigos de toda Roma; es decir: los enemigos públicos. Del mismo modo, el "polemios" en Grecia se refería a los "bárbaros" externos a la Hélade mientras que el "echtros" era el oponente interno; vale decir: otro griego también integrante de la Hélade. Cf. Carl Schmitt "El Concepto de lo Político", §.3
Excelente! Me encantan sus artículos y presentaciones.
ResponderBorrarSaludos y éxitos