Hay una sola Regla de Oro:
quien tiene el oro
impone las reglas.
impone las reglas.
Dicho popular
Detrás del gobierno visible
está entronizado un gobierno invisible
que no es leal a nadie
y que no se hace responsable ante nadie.
Teodoro Roosevelt
Desde hace ya muchos años la dictadura mediática ha logrado imponer la idea de que todo aquél que cuestiona el actual sistema imperante o bien se halla impulsado por el odio o, en su defecto, es un delirante que padece de conspiranoia. A veces esto se refleja en la cínica admisión de que el sistema "será malo pero es el menos malo de todos los demás". Otras veces directamente llueven los epítetos de nazifascismo y las acusaciones de malevolencia contra cualquiera que ponga seriamente en duda el dogma oficial.
Sin embargo, tal como lo señala Kenneth Rogoff, "las economías capitalistas han sido espectacularmente eficientes en hacer posible un creciente consumo de bienes privados, al menos considerando el largo plazo. Pero cuando se trata de bienes públicos – tales como educación, medioambiente, salud pública e igualdad de oportunidades – la lista de logros no es ni por lejos tan impresionante y los obstáculos políticos puestos al mejoramiento parecen haber aumentado a medida en que han ido madurando las economías capitalistas." [1]
Quienes todavía analizan nuestro mundo desde la óptica del Siglo XX aún piensan en términos de un "bienestar" traducido en automóviles, televisores, heladeras, electrodomésticos varios y eventualmente vacaciones, espectáculos o, incluso y dado el mejor de los casos, viviendas. No se trata, por supuesto, de que estas cosas son superfluas. Todo lo contrario. Pero, gracias a la tecnología disponible, su producción está resuelta; su fabricación o construcción no presenta dificultades y, en todo caso, lo que puede seguir siendo una cuestión a resolver es su justa distribución de acuerdo al mérito de cada cual.
Uno de los desafíos que plantea el Siglo XXI, sin embargo,
no se relaciona con los bienes y servicios personales de consumo. Lo que estará
(y ya está) en fuerte discusión es todo lo relacionado con bienes sociales
tales como la educación, la salud pública, el medioambiente, la seguridad, la
justicia social o el nivel de vida y bienestar de los ancianos jubilados. ¿Y
por qué hay que concentrarse en esto? Pues porque ya en los países del
"primer mundo" los mayores peligros no provienen de la carencia de
bienes privados sino de la insuficiencia de los bienes sociales desde el
momento en que el capitalismo no se ha destacado precisamente por su eficacia en
producirlos y ofrecerlos.
¿Cómo se las arreglará el capitalismo para eliminar la
enorme brecha entre los muy pobres y los muy ricos; cómo manejará el
envejecimiento de la población; qué hará respecto del espacio cada vez más
amplio ocupado por los alimentos genéticamente manipulados si al final resulta que – al
menos algunos de ellos – no son tan inocuos como se supone? ¿Qué hará el
capitalismo para resolver los problemas planteados por la soledad con hacinamiento? ¿Que hará respecto de la mala alimentación,
las enfermedades relacionadas con el metabolismo, el estrés y la angustia?
Sobre todo ¿cómo hará el capitalismo para organizar de modo aceptable el
trabajo, el pleno empleo, la posibilidad para que todos se ganen la vida con
una ocupación honesta?
Son todas preguntas abiertas que el futuro contestará, pero
el capitalismo tendría que cambiar mucho para hallar las respuestas adecuadas. Y
tendría que cambiar sustancialmente porque uno de los supuestos básicos de su
doctrina económica es el homo oeconomicus;
un ser ideal y abstracto del cual se supone que siempre percibe perfectamente
sus propios intereses y los defiende contra viento y marea. Para colmo, según
la ideología aceptada, esto incluso estaría muy bien porque el mundo construido
sobre la base de la lucha de estos "egoísmos individuales" sería el
mejor de los mundos posibles. Un mundo guiado por la "mano invisible"
del mercado que se encargaría de producir lo demandado y hacerlo llegar a
quienes lo demandan.
Es lo que figura en los manuales de enseñanza del
liberalismo. Lástima que en la realidad las cosas suceden de un modo bastante
diferente. Por de pronto, ¿cómo surge en absoluto este "individuo
egoísta"? Pues, para hacerlo aparecer sobre esta tierra, en todos los
millones de casos normales tuvo que existir al menos una madre generosa que no
solamente lo trajo al mundo sino que invirtió una enorme cantidad de energía
material, física y sobre todo una inmensa cantidad de amor para que su pequeño hijo o hija
creciera y se desarrollara en forma armónica. Y no necesitaríamos una gran
investigación para descubrir que, además de mamá y papá, muchas otras personas –
amigos, maestros, profesores, parientes, conocidos, amantes, cuidadores – contribuyeron
con cariño y una nada despreciable dosis de desinterés para que nuestro niño pueda comenzar su carrera como ese
"individuo egoísta" que supone el liberalismo.
Pero, si nuestro niño solo pudo convertirse exitosamente en
"individuo egoísta" gracias al apoyo brindado por el cariño solidario
de su entorno social, ¿cómo contabilizaríamos económicamente ese cariño
solidario sin el cual nuestro individuo no solo no podría ser egoísta sino que
ni siquiera podría existir por la simple razón de que muy probablemente ni
habría venido al mundo en primer lugar? Porque, según el criterio vigente, deberíamos
contabilizarlo ya que representa algo así como la "inversión"
necesaria para "producir" al homo
oeconomicus.
No nos hagamos ilusiones. Sin el aporte constante del cariño
personal y social, todo el edificio de la economía guiada por la "mano
invisible" del mercado colapsaría como un castillo de naipes. Hasta me
atrevería llegar al extremo de afirmar que ni siquiera hubiera podido surgir.
Toda la lógica existencial de la actual economía política se
basa sobre un funesto error. O quizás, siendo tan solo un poco malévolos,
podríamos decir que se sustenta merced a un engaño deliberado. Con lo que surge
de modo necesario la pregunta de quiénes son los que provocan este engaño.
¿Serán acaso los profesores de economía, o los economistas en general, que
legitiman todos los días una cosmovisión completamente contraria a los
requerimientos del Bien Común? ¿Es posible que sean tan ignorantes que no saben
lo que hacen; o bien tan cínicos que – a pesar de estar perfectamente al tanto
de la situación real – siguen brindando argumentos en favor del modelo por
conveniencias personales, propias de "individuos egoístas"?
Puede haber bastante de eso en muchos casos, pero no creo
que sea lo esencial. Los profesionales de la economía capitalista son solamente
peones sobre el tablero de ajedrez del liberalismo en general. Al igual que los
políticos aceptados por el sistema, son marionetas cuyos hilos manejan otros
detrás de bambalinas. Precisamente por eso lo que realmente importa no es
discutir con los economistas y los políticos profesionales. Lo realmente importante es descubrir a los
marioneteros que mueven los hilos de la economía mundial y de la política mundial
para comprender por qué lo hacen y cómo lo hacen.
Convengamos en que no es fácil hacerlo. No lo es en primer
lugar porque esa "mano invisible" que "naturalmente"
equilibraría al mercado puede ser una mera entelequia, pero los hilos de
quienes mueven los acontecimientos mundiales son realmente invisibles para la
gran mayoría. Y en gran medida son invisibles porque la dictadura mediática ha
conseguido convencer a muchos de que no hay otra alternativa posible y de que
todo aquél que critica al actual sistema, o bien fomenta el odio
antidemocrático, o bien fabrica gratuitamente teorías conspirativas absurdas.
Por supuesto que todo ello con la peor de las intenciones.
Sin embargo, no es imposible descubrir la mano de los
marioneteros. Basta con seguir la pista del dinero. Una economía global basada en el
dinero y dependiente del dinero necesariamente otorga una enorme cantidad de
poder a quien consigue acumular la suficiente masa crítica de dinero como para
convertirlo en herramienta de poder político.
Por consiguiente, el mayor problema no son los pequeños oligarcas locales muy
ricos como equivocadamente sigue sosteniendo cierta izquierda atascada en el
esquema de la lucha de clases. Sobre todo en países como la Argentina en dónde el dinero de la política proviene en su enorme mayor parte de plata robada al Estado.
El mayor problema son los plutócratas internacionales que tienen tanto
dinero que su masa acumulada ya no funciona como dinero.
Funciona como poder.
Notas:
Impecable como siempre.
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