MIS LIBROS

miércoles, 4 de junio de 2025

UCRANIA: LA GUERRA CONTINÚA

 

La guerra no decide quién tiene razón
Solo decide quién queda vivo.

Bertrand Russel

 

El Lunes 2 de Junio, Viktor Orbán convocó de urgencia al Consejo de Defensa húngaro a una reunión en el Ministerio de Defensa. Al final de la reunión, las declaraciones del Primer Ministro húngaro no fueron para nada alentadoras. Como resumen de lo tratado, Orbán declaró:

“Acaba de finalizar la reunión del Consejo de Defensa. Convocamos a este Consejo porque nos llegaron nuevas y alarmantes informaciones en cuanto al curso de la guerra ruso/ucraniana.

La situación es unívoca: desgraciadamente, a pesar de las gestiones del presidente Trump, no nos estamos alejando sino acercando a la guerra. Los burócratas de Bruselas no apoyan las iniciativas de paz norteamericanas. Han decidido que Ucrania debe continuar la guerra. Hungría se opone a esto. Hungría prefiere apoyar los esfuerzos norteamericanos por la paz.

Debemos prever que la dirigencia de Bruselas, interesada en la continuación de la guerra, hará todo lo necesario para  meter por la fuerza a Hungría dentro de la coalición partidaria que apoya la guerra. Debemos prever que se acelerarán las operaciones encubiertas contra Hungría y las campañas de difamación financiadas con dinero extranjero. Para garantizar la seguridad del país, el Consejo de Defensa ha tomado las decisiones necesarias. Seguiremos defendiendo la soberanía húngara y la seguridad de las familias húngaras.”  [1]

Este comunicado, notoriamente pesimista, refleja lo sucedido en Washington durante estas últimas semanas: Donald Trump se hartó de la casi increíble terquedad ucraniana, rusa e incluso europea en continuar una guerra que ya ha dejado de ser un conflicto geopolítico para convertirse cada vez más en una guerra de caprichos, egos e intereses que tienen poco o nada que ver con los verdaderos intereses de los países involucrados.

Hacia el 19 de mayo pasado, Trump en una conferencia de prensa algo dura declaró “ésta no es nuestra guerra, ésta no es mi guerra[2] cuando le preguntaron sobre el avance de las negociaciones con Rusia y Ucrania. Los periodistas en general – (la tentación de decir “como siempre” es grande) – interpretaron estas palabras según el paladar y los compromisos de cada uno; pero lo que Trump señalaba es algo tan viejo como la humanidad: para provocar una guerra basta con uno, para establecer la paz se necesitan dos como mínimo. Además, si un tercero se mete entre los dos contrincantes para pacificar los ánimos, lo más probable es que le suceda lo mismo que al sujeto que quiere salvar el matrimonio de su mejor amigo: al final termina peleado con el amigo, con la esposa del amigo, y el matrimonio igual termina en divorcio. Ningún amigo, por mejor amigo que sea, puede hacer que se amen dos personas que se odian.


Por la reacción de Orban y los gestos de Trump de las últimas semanas lo que realmente transluce de los datos disponibles es que el presidente de los EE.UU. está ya algo (o bastante) cansado de hacer de mensajero de la paz en Moscú, en Kiev y en Bruselas sin que nadie le lleve el apunte. Detrás de las palabras de Trump lo que subyace es su hartazgo de no hallar ninguna intención seria – ni en Ucrania, ni en Rusia, ni en la Unión Europea – de terminar una guerra que está costando algo así como 5.000 jóvenes muertos cada semana.

Ante esto, no es nada imposible que Trump haya optado por alejarse prudente­mente de una gestión que nadie le agradece y dedicarse a hacer control de daños tanto para él personalmente como para la política exterior de EE.UU. En virtud de esto, lo más probable es que ninguna negociación futura por parte de Trump sea exitosa. Es a lo que también apunta el mensaje de Orban. De aquí en más, lo probable es que Norteamérica mantenga una apariencia de seguir interesada en la paz pero no ocultando sus pocas esperanzas de tener éxito. Esto, a la larga, justificaría una retirada de la gestión de paz y una mayor concentración en los intereses propios. Es que, y esto también es cierto, Biden no le dejó a Trump ninguna posición fuerte real frente a Rusia ni tampoco frente a Ucrania.

Los europeos de la Unión Europea – supuestamente aliados de EE.UU. a través de la OTAN – ­carecen de un poderío bélico propio pero, al igual que Zelensky, están dispuestos a combatir a Rusia hasta el último ucraniano.  Y una vez que ese último ucraniano haya muerto, en Bruselas cultivan la idea de seguir combatiendo a Rusia hasta el último soldado norteamericano. Trump tiene esto perfectamente en claro y decir que la idea no le entusiasma para nada sería minimizar su actitud. De hecho ¿por qué habría Trump de acompañar dócilmente un delirio europeo incomprensible y a una terquedad ucraniana injustificable? Es que no lo hará. Ya empezó a no hacerlo. Contrariamente a los planes delirantes de Bruselas, Trump no aceptará prolongar indefinidamente el conflicto tan solo para tranquilizar a sus supuestos aliados que sueñan con una victoria sobre Rusia siempre y cuando la OTAN siga enviando material bélico letal a Ucrania.

Por el otro lado, Zelensky y su grupo tienen menos interés todavía en terminar la guerra. Por de pronto, Zelensky tiene perfecta­men­te en claro que, si se retira vencido de esta guerra, habrá perdido totalmente su futuro político – y acaso su vida misma. Además de eso, hay un hecho también imposible de ignorar: Zelensky no es ucraniano en un sentido estricto. Por de pronto Krivoi Rog, la ciudad en la que nació, si bien queda en territorio ucraniano, es una ciudad de habla rusa. Creció hablando ruso y se casó con una mujer que también provino de una región de habla rusa y que declaró haber escuchado el ucraniano por primera vez en el segundo grado de la escuela, en la clase de idioma. Además de eso, la familia Zelensky es de ascendencia judía. Tres de los hermanos de su abuelo fueron víctimas de los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. [3] Él mismo describió a su familia como “una familia judía soviética normal” y hasta se lo ha citado diciendo que entre sus objetivos está la creación de un "Gran Israel con su propia identidad". [4]

Si uno tuviese que describir la situación actual de Ucrania en términos cruelmente objetivos lo que obtendría sería algo muy parecido a un galimatías. Sería algo así como una república teóricamente democrática con elecciones suspendidas desde el verano boreal pasado, con un presidente de etnia judía, criado en un medio cultural ruso, que al inicio del conflicto se rodeó de algunos grupos con tendencias nacionalsocialistas como, por ejemplo, la Brigada Azov, [5]  identificada inicialmente con un Wolfsangel en su escudo, financiada por el plutócrata judeo-ucraniano Ihor Kolomoisky y entrenada por militares georgianos, algo que le permitió a los rusos calificar su invasión de 2022 como una operación para “desnazificar” a Ucrania. Todo eso en un país que fue potencia – el Rus [6] de Kiev – mucho antes de que lo fuera la Rusia de Moscú y que tuvo su edad dorada en el Siglo XI, siendo que luego formó parte del Imperio de los zares rusos por casi 200 años. Invadida y derrotada por los bolcheviques, pasó a ser parte del Imperio Soviético sufriendo la hambruna genocida del Holodomor y las batallas de la Segunda Guerra Mundial para terminar declarando otra vez su independencia luego de la disolución de la Unión Soviética.

Teniendo la complejidad de este cuadro casi inentendible a la vista, se comprende la dificultad de definir el concepto de “victoria” para ambos contrincantes. De lo único que podemos estar seguros es de que se odian de forma visceral. Porque, para el lado ucraniano, la “victoria” no solamente significaría la supervivencia de Ucrania Occidental  sino la recuperación de todos los territorios perdidos a manos de Rusia, incluyendo Crimea. Mientras que, para los rusos, Crimea es tan importante que la defenderían hasta con armas nucleares y la “victoria” rusa consistiría en impedir para siempre la posibilidad de expulsar a los rusos radicados en Ucrania Oriental y – precisamente – en Crimea.

En esas condiciones y si las nociones de “victoria” son ésas, cabe la pregunta: ¿Quién quiere la paz? Para Putin, la paz vendrá necesariamente de un modo o de otro puesto que Ucrania no le puede ganar una guerra a Rusia. Para Zelensky, si a la guerra hay que pelearla hasta el último ucraniano, el desafío no lo impresiona en absoluto mientras eso no signifique una clara victoria para Rusia. Para un Zelensky, un Kolomoisky y todos ellos, los ucranianos no son más que material descartable. Y, finalmente, para los politicastros de la Unión Europea e Inglaterra la guerra, como de costumbre, es principalmente una buena oportunidad de negocios en la que, agitando el fantasma del “peligro ruso” se puede poner en marcha toda la maquinaria de producción y tráfico de armas de todo tipo.

Porque a todo lo que llevamos dicho hay que agregarle la cuestión de la enorme cantidad de dinero involucrado. Desde el inicio de la guerra los gobernantes ucranianos y tanto los intermediarios europeos como los norteamericanos de la época de Biden, se han beneficiado sustancialmente con ese flujo de dinero, por lo menos durante los últimos diez años. [7] Un flujo que, en caso de terminar la guerra, no solo dejaría de fluir hacia las cuentas bancarias de los principales dirigentes ucranianos sino que, necesariamente, en algún momento tendrá que invertir su dirección. Ucrania ha sido generosamente financiada para poder llevar adelante su guerra y los dueños de ese dinero, en algún momento reclamarán su devolución. Con eso, habrán ganado toneladas de dinero financiando la guerra y seguirán ganando dinero con su devolución siendo que, mientras más dinero se invierta en la guerra, mayor será la cantidad de interés a cobrar con su repago. En las mesas del gran capital internacional no se sirven comidas gratis.

Donald Trump tiene bien en claro que su apuesta, heredada de Biden, es una apuesta perdedora. El hombre, más allá de su oficio de político, es un empresario acostumbrado a negociar y a evaluar oportunidades. No puede no comprender que, si sigue involucrado en el conflicto, los EE.UU. pueden terminar enredados en una guerra en la que no tienen nada que ganar y mucho que perder. Y, si hay algo que un buen negociador empresario sabe, es cuando tiene que frenar sus pérdidas y hacer control de daños. Porque si la guerra prosigue, solo Dios sabe si podrá seguir localizada como está o bien escalará a una guerra más amplia que terminará enfrentando a más países. Aunque sea mediáticamente muy mencionada, hoy (04/06/2025), una Tercera Guerra Mundial es muy poco probable a menos que algún imbécil pulse el botón nuclear.  Pero aún sin el Armagedón atómico la ampliación de la guerra puede desembocar en un incendio infernalmente difícil de apagar.

Así, lo que asoma en el horizonte es que, por desgracia, la guerra en Ucrania tiene todo dispuesto para continuar. Sea que la burocracia de Bruselas decida involucrarse y participar directamente en la ayuda de Ucrania con dinero y medios militares, sea que a Putin se le acabe la paciencia y decida tirar un sustancial pedazo de carne a la parrilla bélica, lo que cabe prever es que seguirá muriendo gente en aras de una victoria que nadie consigue definir. En este escenario Trump seguramente seguirá moviéndose, quizás simulando una intermediación que sabe condenada al fracaso de antemano; pero eso, obviamente, no terminará la guerra.


Charles Michel, Presidente del Consejo Europeo,  
Ursula von der Leyen,
 Presidente de la Comisión Europea,
se reunieron con 
Volodymyr Zelenskyy, Presidente de Ucrania
en 
Kiev con motivo de la 24ª cumbre entre la Unión Europea y Ucrania.

Con el tiempo, el fin progresivo de su intervención le permitiría a Trump establecer una relación más fluida y menos conflictiva con Moscú para dejar la guerra de lado y plantear asuntos que le importan a EE.UU. mucho más que lo que sucede con los ucranianos como, por ejemplo, la explotación de minerales y tierras raras hasta la exploración espacial y la seguridad global. De última, las piezas del rompecabezas geopolítico tendrán que caer donde deben caer dada la increíble conjunción de estulticia, vanidad, terquedad, codicia, ineptitud, mezquindad y egolatría de la enorme mayoría de los políticos y la enorme voluntad de poder de los dos actores principales en Kiev y Moscú.

Al menos, tal como sugería al principio, a esa conclusión han arribado Viktor Orban y los miembros del Consejo de Seguridad de Hungría. Difícilmente se equivoquen. Hoy, los rusos han acusado recibo de la decisión húngara sin discutirla. 

De este lado del charco, haríamos bien en tomar nota. Dentro de tan solo un par de años (o mucho antes), el mundo entero será muy diferente. Creo que fue Clemenceau el que dijo que “La guerra es una cosa demasiado seria como para dejársela a los militares.” Si bien los civiles tampoco han brillado precisamente en materia de enfrentamientos bélicos, tampoco deja de ser cierto que el futuro es algo demasiado importante como para dejárselo a unos políticos cuyas ideologías – sean de “derecha” o de “izquierda” – atrasan por lo menos 150 años como sucede con la mayoría de los politicastros occidentales.

 

 NOTAS


[1] )- https://www.facebook.com/reel/23917654417923904 - También difundido por los rusos en: https://actualidad.rt.com/actualidad/552179-orban-bruselas-decidir-ucrania-continuar-guerra

[2] )- https://x.com/disclosetv/status/1924577653211689073

[3] )- https://www.president.gov.ua/en/news/volodimir-zelenskij-rozpoviv-istoriyu-svoyeyi-rodini-pid-cha-59437

[4] )- https://www.infobae.com/america/mundo/2022/04/06/volodimir-zelensky-dijo-que-ucrania-se-puede-convertir-en-un-gran-israel-con-su-propia-identidad/

https://jewishquarterly.com/articles/extract/2022/02/volodymyr-zelensky

[5] )- https://www.tuftsdaily.com/article/2023/10/the-dangers-of-ignoring-ukraines-neo-nazis

[6] )- De donde proviene, precisamente, el nombre de “Rusia”.

[7] )- https://foreignpolicy.com/2024/07/29/ukraine-is-still-too-corrupt-to-join-the-west/











No hay comentarios.:

Publicar un comentario