MIS LIBROS

domingo, 26 de junio de 2022

LOS BUENOS VIEJOS TIEMPOS

¿Crees que alguno de nuestros nietos,
digamos dentro de 40 o 50 años,
recordará la década de los años '20 del Siglo XXI
como "aquellos buenos viejos tiempos"?
DM

Leyendo cosas de tiempos idos llegué a la conclusión que quienes nacimos antes de los años 70 del siglo pasado somos unos verdaderos héroes. No es que crea en la tontería esa de que todo tiempo pasado fue mejor. No es cierto y en parte por eso, pensándolo bien, hasta me cuesta imaginar cómo hubieran hecho las generaciones posteriores para sobrevivir durante las décadas siguientes si hubiesen vivido como nosotros.

En mi época no había cinturón de seguridad ni asiento para niños en los autos. Hasta la pintura de nuestras cunas contenía plomo. Podíamos abrir los frascos de medicamentos con facilidad, incluso los frascos de productos químicos. Las puertas no estaban equipadas con cerraduras de seguridad y cuando andábamos en bicicleta nadie se ponía un casco.

Bebíamos agua de la canilla, no de una botella. Construíamos nuestros primeros carritos con piezas de madera "conseguidas" por ahí y rulemanes viejos del taller mecánico de algún padre. El carrito no tenía freno, y por supuesto que hubo algunos accidentes, pero ¡salíamos a jugar! Estábamos afuera prácticamente todo el día. Muchas veces nuestros padres solo podían adivinar por dónde andábamos, porque casi no había un teléfono en toda la cuadra y, naturalmente, no existían los celulares. 


Jugábamos en el pasto y en la cancha todo el verano, pero no nos salió ningún sarpullido, ni tampoco tuvimos ataques alérgicos. Jugábamos a las bolitas en la tierra y salíamos negros de polvo al final del día, pero no era nada que no se podía arreglar con agua y jabón. Y si en la tierra nos encontrábamos con el regalo de algún perrito, pues agarrábamos una rama o una maderita, apartábamos el obsequio y seguíamos jugando.  Tampoco a nadie se le ocurría barrer y desinfectar la vereda para jugar a las figuritas.

Si algo se rompía o arruinaba, a nadie se le pasaba por la mente hacer un juicio por eso. ¿Acaso no era obvio que los culpables habíamos sido nosotros? Muchas veces llegábamos a casa con varios moretones, fruto de algunas agarradas a piñas, pero nuestros padres no ponían el grito en el cielo por eso.  Y ¿saben qué?: ¡sobrevivimos!

Comíamos muchas cosas poco saludables: choripan, salchichas, chicharrón, caramelos, algún chocolate. Ya más grandecitos bebimos alcohol algunas veces y nadie se volvió ni gordo ni alcohólico. El cacao no contenía vitaminas A, B, C, D ni E. El refresco estaba endulzado con azúcar. Comimos fruta del árbol sin lavarla, y las bacterias simplemente pululaban debajo del borde del inodoro. Bebimos de los vasos de un amigo y, aunque no lo crean, no nos enfermamos.

No teníamos: Playstation, Nintendo, X-Box, Videojuegos, 64 canales de TV, Películas de video, Sonido Envolvente, Computadora, Internet, Salas de Chat, WhatsApp, celulares ni nada parecido.

¡¡Pero tuvimos amigos!! Salíamos a la calle y nos encontrábamos o simplemente tocábamos timbre y nos dejaban entrar. ¡No teníamos que pedirles permiso a nuestros padres ni a los de ellos! Nuestros padres no tenían que llevarnos y traernos ¿lo pueden imaginar? Jugábamos con maderas, palos, pelotas y solo muy rara vez alguien salía un poco lastimado.

Al fútbol podía entrar a jugar cualquiera que supiera jugar, y si no era bueno, solo terminaba parado afuera mirando la cosa algo frustrado pero asumiendo el hecho y reconociendo que alguien no podía ser bueno en todo. Por lo que al rato se iba a jugar a otra cosa con los demás. El único que siempre podía jugar por más patadura que fuese era el dueño de la pelota pero cuando no aparecía nadie con una pelota "endeverdad" jugábamos con una de trapo a la que cada tanto algún gracioso le ponía un adoquín adentro.

Los partidos comenzaban invariablemente con una ceremonia que nadie entendía pero respetaba como un rito sagrado. Los equipos se disponían en la cancha y el capitán de un equipo pisaba la pelota y decía:

— ¡Andreadi! 

A lo cual el capitán del otro equipo respondía muy serio:

— ¡Diez!

Y allí empezaba el juego. Recién a los 40 o 45 años me enteré que por aquellos tiempos el lenguaje del fútbol todavía usaba muchos términos ingleses (p.ej. el centrodelantero era un "centroforward") y la liturgia que nosotros recitábamos sin saber significaba: "All ready?" a lo que el otro respondía "Yes!". [1]

Si hacíamos algo mal, asumíamos las consecuencias. Si un maestro nos daba un coscorrón, no lo apuñalábamos y ni le hacíamos juicio. Hasta nos alegrábamos si recibíamos un, y solo un, soplamocos por alguna trastada. Cuando rompíamos alguna regla nuestros padres no saltaban a defendernos; ¡más bien lo contrario! 

Teníamos obligaciones, noción de culpa, una moral no peleada con el sentido común, noción de lo correcto, sentido de responsabilidad y más, mucha más, libertad. Pero conocíamos – o al menos intuíamos – la profundidad de esas palabras. 

Los viejos tiempos no fueron mejores. Al contrario, desde muchos aspectos fueron bastante peores. Más duros, más difíciles, más crueles, con muchísimo menos recursos y comodidades. Pero quizás justamente por eso generaron una cantidad mucho mayor de buenas personas. 

Y sí. ¡Así éramos! Así vivimos. Así, con el tiempo, nos hicimos adultos. Con los criterios de hoy más de uno opinará que vivimos peligrosamente.  

Pero, ¿acaso no es así como viven los héroes?

Increíble ¿no?


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NOTAS
1)- ¿Todo listo? - ¡Sí! 

3 comentarios:

  1. Supongo que en esa época nadie se ofendia si a un niño le regalaban un robot y a una niña una muñeca, no?

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    1. ¡Un robot nos hubiera enloquecido! Seguramente. Al menos por un tiempo; porque también éramos expertos en desarmar cosas "para ver qué tenía adentro".
      En cuanto a las muñecas, en eso ya había de todo. Desde muñecas preciosas que sabían abrir y cerrar los ojos e incluso "llorar", hasta las simples muñequitas de trapo. Todas las nenas tenía una (o más de una). Pero nosotros, a esa edad, no le dábamos importancia. Eso era "cosa de mujeres". :-)

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  2. Vale el comentario de Kissinger, que no es santo de la devoción de muchos, pero amerita atención. En el sentido de resultarle "doloroso" que ya no aparezcan líderes trascendentes en el mundo. Puede discreparse con él acerca de a quienes mencionó como tales y a quienes dejó de mencionar pero es totalmente acertado su comentario; a nosotros también nos duele tanta mediocridad si bien aún conservamos intacta la esperanza.

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