SOLYENITZIN Y LA MENTIRA
En septiembre de 1973 Alexander Solyenitsin terminó de escribir un texto titulado “No vivas en la mentira”, su último trabajo realizado en tierra rusa antes de ser arrestado y exiliado cinco meses después. Esta breve reflexión circuló de mano en mano en el interior de Rusia, siempre por los caminos de la clandestinidad. El lunes 18 de febrero de 1974 vio la luz en las páginas del Washington Post.
Alexander Solyenitzin |
No obstante, la Mentira ha sobrevivido. Ha cambiado de forma y mudado de ropaje. Se ha apropiado de un idioma menos autoritario y más simpático; más tentador, más "humanista" y, sobre todo, más "democrático". La dictadura del proletariado le ha cedido el paso a la dictadura de unos derechos humanos que protegen más a los criminales que a la sociedad de las personas honradas. La autocracia del partido político único, impuesto por la fuerza, le ha cedido el lugar a la democracia multipartidaria financiada por la tiranía autocrática de los plutócratas. Muchas cosas han cambiado; pero la Mentira sigue siendo esencialmente la misma. Propalada quizás con otras palabras, pero continúa siendo la misma expresión del mismo Mal.
Porque el Mal se impone a través de la Mentira, y la Mentira es el idioma preferido del Mal.
Por eso es útil repasar este mensaje de Solyenitzin. Lo escribió hace 45 años. Y recordemos que, apenas 17 años después de escritas estas líneas, el régimen contra el que luchaban Solyenitzin y sus camaradas se vino abajo con un enorme estrépito. Insisto: colapsó no solo por la lucha que reflejan las palabras de este gran escritor; hubo muchas otras cosas en juego. Pero en buena medida la lucha contra el Mal tuvo su éxito porque se lo combatió y, siendo combatido, no se pudo seguir propagando.
No me voy a cansar de repetirlo: el Mal que no se combate se propaga. Pero esto también tiene un corolario: para combatir el Mal una de las cosas más efectivas que se puede hacer es destruir su herramienta de propagación más eficaz: la Mentira.
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No Vivas en la Mentira
Alexander Solyenitzin
(Septiembre 1973)
Hace tiempo no nos atrevíamos ni a susurrar. Ahora [...] cuando nos juntamos [....] nos quejamos: ¿qué malas pasadas nos están jugando y a dónde nos arrastran? Alardeamos gratuitamente sobre los logros espaciales mientras existe pobreza y destrucción en casa. Respaldamos regímenes lejanos, no civilizados. Iniciamos la guerra civil. [...] ¿Existe alguna salida? Encima someten a juicio a quien les da la gana y meten a los cuerdos en los manicomios – siempre ellos, y nosotros permanecemos incapaces.
Las cosas casi han tocado fondo. Ya nos ha afectado a todos una muerte espiritual universal, y la muerte física pronto se inflamará y nos consumirá a todos y a nuestros hijos. Pero seguimos riéndonos cobardemente, igual que antes, y refunfuñamos sin mordernos la lengua. ¿Cómo podemos detener esto? ¿Carecemos de fuerza?
Nos han robado la esperanza, y nos han deshumanizado tanto que por una modesta ración de comida diaria estamos dispuestos a abandonar todos nuestros principios, nuestras almas, así como todos los esfuerzos que realizaron nuestros predecesores y todas las oportunidades para nuestros descendientes — con tal que no molesten a nuestra frágil existencia. Carecemos de firmeza, de orgullo y de entusiasmo. No tememos ni a la muerte universal por las bombas nucleares ni a una Tercera Guerra Mundial, y ya nos hemos refugiado en las grietas. Sólo tememos a los actos de valor civil.
Sólo tememos separarnos de la manada y dar un paso solos, y encontrarnos de pronto sin pan blanco, sin calefacción y sin estar empadronados [....]. Hemos sido adoctrinados en cursos políticos, y de la misma manera se fomentó la idea de vivir cómodamente, y que así todo vaya bien para el resto de nuestra vida. No es posible huir del entorno y de las condiciones sociales. La vida diaria condiciona el pensamiento. ¿Qué culpa tenemos nosotros? ¿Acaso no podemos hacer nada?
Pero podemos –podemos hacerlo todo. Nos mentimos a nosotros mismos a cambio de seguridad. No son ellos los culpables de todo –lo somos nosotros mismos, sólo nosotros. Se podría objetar que hasta un juguete puede pensar lo que quiera. Nos han amordazado. Nadie quiere escucharnos y nadie nos pregunta. ¿Cómo obligarles a escuchar? Es imposible cambiar su forma de pensar.
Ahora que las hachas han hecho su trabajo, cuando todo lo que se sembró ha brotado de nuevo, vemos cómo se equivocaron aquellos jóvenes presuntuosos que creyeron que a través del terror, de la rebelión sangrienta y de la guerra civil harían de nuestro país un lugar digno y feliz.
El círculo, ¿está cerrado? ¿Es que realmente no hay salida? ¿Es que lo único que podemos hacer es esperar de brazos cruzados? ¿Acaso puede cambiar algo por sí solo? Nada sucederá mientras sigamos reconociendo, alabando y fortaleciendo – y no dejamos de hacerlo –, el más perceptible de sus aspectos: la mentira.
Cuando la violencia se introduce en la vida pacífica su rostro brilla con
autoconfianza, como si llevase una bandera gritando: “Soy la violencia. Huye, déjame pasar. Te aplastaré”. Sin embargo la violencia envejece rápido, pierde la confianza en sí misma, y para mantener una cara respetable llama en su ayuda a la falsedad – cuando la violencia no puede posar su poderoso brazo ni todos los días ni sobre cada hombro, entonces sólo nos pide obedecer a la mentira y participar diariamente en la mentira. Toda la lealtad exigida descansa en esto.
Y la salida más simple y más accesible a la liberación de la mentira descansa precisamente en esto: ¡No estamos dispuestos a dispensar nuestra colaboración personal a la mentira! Aunque la mentira lo oculte todo y todo lo abarque, que no sea con mi ayuda.
Esto abre una grieta en el círculo imaginario que nos envuelve debido a nuestra inacción. Es la cosa más fácil que podemos hacer, pero lo más devastador para la mentira. Porque cuando los hombres renuncian a mentir, la mentira sencillamente muere. Como una infección, la mentira solo puede vivir en un organismo vivo.
No nos presionemos. No hemos madurado lo suficiente como para dirigirnos a las plazas a gritar la verdad o a expresar en voz alta lo que pensamos. No es necesario.
Es peligroso, pero debemos negarnos a decir lo que no pensamos. Y fijémonos en que nuestro sistema es el más sencillo y accesible que puede suplir la cobardía hipertrofiada que padece nuestro organismo; mucho más fácil (aunque parezca exagerado afirmarlo) que la desobediencia civil [....].
Nuestra consigna es: “No patrocinemos la mentira a sabiendas, con ningún pretexto”. Y una vez adquirida plena conciencia de los límites de la mentira, para que resulte claramente discernible a todos, abjuremos de ella, alejándonos de su perniciosa influencia. Si no uniésemos los huesos muertos y los peldaños de la ideología, si no cosiéramos sus trapos podridos, nos asombraríamos de lo rápido que la mentira quedaría desamparada y desaparecería.
Lo que estuviera desnudo aparecería entonces desnudo ante el mundo entero.
De modo que cada uno, en su intimidad, debe realizar una elección: o seguir siendo siervo de la mentira voluntariamente –por supuesto, no queda fuera la inclinación a mentir, pero otra cosa es alimentar a la familia, educando a los hijos en el espíritu de la mentira–, o despreciar la mentira y volverse un hombre honesto y digno de respeto tanto para los hijos como para los contemporáneos.
Por eso, a partir de ese momento cada uno de nosotros:
- No escribirá, firmará o imprimirá por ningún medio una sola frase que, en su opinión, deforme la verdad.
- No dirá esa misma frase ni en público ni en privado, ni por sí mismo ni por instigación de otro, ni como agitador, profesor, educador, ni siquiera como actor.
- No representará, adoptará o difundirá una sola idea que considere falsa, o que distorsione la verdad, ya sea a través de la pintura, la escultura, la fotografía, la técnica o la música.
- No citará fuera de contexto, ni oralmente ni por escrito, solo por complacer a alguien, o para enriquecerse, o por lograr éxito en su trabajo, una idea que no comparta o que no refleje con precisión el asunto en cuestión.
- No se obligará a asistir a manifestaciones o a reuniones contra su voluntad, y tampoco levantará ningún cartel o eslogan que no acepte completamente.
- No levantará la mano para votar a favor de una propuesta con la que no simpatice sinceramente, ni votará públicamente o en secreto a quien considere indigno o dude de sus capacidades.
- No se obligará a asistir a una reunión en la que quepa esperar una discusión forzada o distorsionada de una cuestión.
- Abandonará inmediatamente cualquier reunión, sesión, conferencia, representación o película en la que el orador mienta, distribuya estupideces ideológicas o propaganda desvergonzada.
- No se suscribirá ni comprará ninguna publicación en la que la información sea deformada o donde los hechos principales sean ocultados.
No hemos enumerado, desde luego, todas las desviaciones posibles y necesarias de la falsedad, pero una persona que se vaya purificando fácilmente sabrá distinguir otros supuestos.
No. Al principio no será igual para todos. Algunos, al principio, perderán sus empleos. Los jóvenes que quieran vivir en la verdad tendrán, al principio, muchas complicaciones, porque se exigen declaraciones llenas de mentiras, y es necesario elegir.
Pero no hay ninguna escapatoria para alguien que quiera ser honesto. Todos los días, cualquiera de nosotros tendrá que enfrentarse con al menos una de las situaciones que acabamos de mencionar, incluso si es investigador en la más exacta de las ciencias. Verdad o falsedad: libertad o servidumbre espiritual.
No dejemos que quien no sea lo suficientemente valiente como para defender su alma se sienta orgulloso de sus opiniones “progresistas”, no le dejemos alardear de que es un académico o un artista, o una figura reconocida, o un general, más bien dejémosle decirse a sí mismo: "pertenezco a la manada y soy un cobarde, pero me da igual mientras esté bien alimentado y caliente".
Incluso este camino, que es el más modesto dentro de las posibilidades de la resistencia, no será fácil para nosotros; pero es más fácil que la autoinmolación o la huelga de hambre: las llamas no rodearán tu cuerpo, tus ojos no estallarán por el calor, y al menos siempre habrá pan negro y agua limpia para tu familia. [...]
¿Consideras que no será fácil? Sin embargo, es la posibilidad más sencilla. No será una decisión fácil para el cuerpo, pero sí lo es para el alma. No, no es un camino fácil, pero ya existen muchísimas personas que durante años han mantenido estos principios y viven por la verdad.
No serás el primero en tomar este camino, te unirás a los que ya lo han iniciado. Será más sencillo y más corto para todos nosotros si lo tomamos juntos y sumamos nuestros esfuerzos. Si somos miles de personas no podrán hacernos nada. Si somos decenas de miles cambiará el rostro de nuestra tierra.
¡Si no nos atrevemos a protestar airadamente porque nos impiden respirar, somos nosotros mismos los que nos estamos ahogando![...]
Y si nos acobardamos, incluso después de haber dado este paso, entonces es que somos inútiles e indignos, y se nos podrá lanzar a la cara el desprecio de Pushkin:
“¿Por qué debería tener el ganado los regalos de la libertad?
Su herencia, generación tras generación, es el yugo y el látigo” » .
Su herencia, generación tras generación, es el yugo y el látigo” » .
Gracias, señor Martos. Sus artículos son excelentes, y tiendo a estar de acuerdo con el contenido de los mismos.
ResponderBorrarTiempos oscuros estamos viviendo. Siempre es necesario aunque sea una pizca de esperanza. Y saber que hay gente tan lúcida como usted ( y lo más importante, del lado del Bien) ayuda a aliviar un poco las penas por estos profundos y por momentos desconcertantes cambios culturales que experimenta Occidente.
Un saludo cordial.
Alejandro.