MIS LIBROS

lunes, 22 de enero de 2018

EL OCASO DE LOS "ISMOS"

Debes enfrentar el pasado cara a cara...
No para ver lo que quieres ver
sino para ver lo que debes ver.
Haruki Murakami

La vida solo puede ser entendida hacia atrás;
pero tiene que ser vivida hacia adelante.
Søren Kierkegaard

El pasado es donde aprendiste la lección.
El futuro es donde tendrás que aplicar lo que aprendiste.
Lo que nos define no son los errores que cometemos
sino la forma en que los corregimos.
R.Wolchin

Uno de los mayores errores es arruinar el presente
aferrándose a un pasado que ya no tiene futuro.
Anónimo

La "convergencia" ideológica

Quien quiera comprender la política actual tiene que comenzar resignándose a tirar por la borda prácticamente la totalidad de lo relacionado con los diferentes "ismos" heredados del Siglo XX.

Más allá de sus atractivos emocionales, todos estos "ismos" ideológicos han ido quedando obsoletos desde que Zbigniew Brzezinski y Samuel Huntington desarrollaron, hacia 1962, su "teoría de la convergencia" en virtud de la cual el capitalismo y el comunismo "convergerían" para formar una nueva configuración ideológica.  Dos años más tarde, en 1964, Brzezinski vaticinó que, antes de finalizar el siglo XX, se produciría el colapso en la URSS. Veinticuatro años después, en 1988, confirmó su vaticinio anunciando el “próximo fallecimiento histórico del sistema comunista” y la posibilidad de un golpe de Estado en la URSS. Todo lo cual ocurrió al poco tiempo tal como fue anunciado. [1]

Al que observe con algo de detenimiento a la Rusia y a la China actuales no le puede quedar duda alguna acerca de la "convergencia" anunciada por Brzezinski. Y quien, además, recuerde los documentos y los ensayos publicados por la Trilateral Commission de la cual Brzezinski fue director fundador con el patrocinio de David Rockefeller, tendrá que admitir a fortiori que esta convergencia fue estratégicamente planificada y pulcramente ejecutada a lo largo de poco más de un cuarto de siglo.

Mikhail Gorbachev y David Rockefeller. Recepción de los
representantes de la Comisión Trilateral durante su visita a Rusia.

No deja de ser cierto que esta "convergencia" no resultó tan difícil de conseguir como creyeron y siguen creyendo los pueblos y los intelectuales que todavía hablan de "capitalismo" y de "comunismo". Es que nunca existió tanta diferencia entre ambos como lo quiso presentar un dogmatismo funcional a la Guerra Fría. Quienes durante muchos años insistimos en que ambos "ismos" no eran más que dos caras de una misma moneda acuñada por los alquimistas de la Revolución Francesa, fuimos acusados de conspiranoicos, fabuladores, propagadores de teorías absurdas y eternos fascistas recalcitrantes e irrecuperables.

Quizás es cierto que a veces – llevados por la pasión de la juventud y la abundancia de datos desordenados y hasta contradictorios – algunos exageraron la nota, pero lo cierto es que hasta el día de hoy no existe una explicación clara, concisa y creíble de cómo fue posible el colapso de la URSS; cómo fue que, de pronto, todo el Partido Comunista chino se volcó hacia un "social-capitalismo " y como es que un ex-agente del servicio exterior de la KGB como Putin gobierna hoy una Rusia que en algunos aspectos económicos es capitalista, en ciertos aspectos sociales sigue siendo socialista y en otros aspectos político-culturales ha vuelto a ser nacionalista, cristiano-ortodoxo e imperial.

Ya sería hora de admitirlo: nunca hubo demasiada diferencia entre tirios y troyanos. Hubo, eso sí, varias competencias para ver quién ocupaba más espacio sobre la superficie del planeta, algunas de ellas bastante sangrientas pero así y todo muy redituables para las industrias de lo que Eisenhower denominó como el "Complejo Industrial Militar". [2] Hasta que al fin, las cosas cambiaron, se llegó al límite tolerable y alguien por ahí dijo algo parecido a "¡Basta! ¡Muchachos, tendrán que dejar de pelearse porque esto, así, ya no le conviene a nadie!" Y se desplomó la URSS, la China comunista se convenció de que con una inyección de capitalismo podía crecer a tasas chinas y en América Latina se acabaron los golpes militares tolerados y hasta impulsados por el Departamento de Estado en nombre del "anticomunismo".

El mundo teóricamente bipolar de la Guerra Fría desapareció sin pena ni gloria en cosa de apenas una década. Algunos, optimistas, quisieron creer, o hacernos creer, que el Nuevo Orden actual es multipolar. No lo es. La idea del Nuevo Orden Mundial siempre fue que el producto de la "convergencia" tendría que ser unipolar, subordinado a un Poder Real ubicado por fuera y por encima de las estructuras políticas.

La cuestión fue que lograrlo no resultó ser tan fácil como al principio se creyó.

Por la época en que Brzezinski elaboraba su teoría de la convergencia y David Rockefeller impulsaba la Comisión Trilateral, la idea de la trilateralidad incluía esencialmente a los EE.UU. a Alemania y al Japón. Hoy, en un análisis superficial que es justamente lo que alimenta el mito de la multipolaridad, habría que hablar de una cuadriga formada por los EE.UU. , la Unión Europea, China y Rusia. Refinando tan solo un poco ese análisis obtendríamos otra vez a una tríada; la de los EE.UU., China y Rusia.  Y en esta troika cada uno de los participantes tiene, de hecho, una idea sustancialmente diferente acerca de cómo encarar los desafíos del Siglo XXI.

No es tan fácil lograr y mantener la hegemonía en un mundo globalizado en donde la tecnología impulsada por la codicia salta por sobre las fronteras y donde la comunicación y la información sobrevuela las naciones, empaquetada en una "nube" informática al alcance de, no ya cualquier PC sino incluso de cualquier teléfono celular. Un mundo en el cual el dominio del espacio donde están los satélites que recolectan, manejan y distribuyen esa información – y la entregan incluso a los misiles y a los drones encargados de las operaciones militares – poco a poco se está volviendo tanto o más importante que el establecimiento de las tradicionales bases militares fijas.

Mirar para adelante

Éste es el tipo de cosas que conviene tener presente cuando se habla de la política del Siglo XXI. Tratar de avanzar repitiendo los viejos dogmas ideológicos del Siglo XX – sean éstos cuales fueren – es una tarea condenada al fracaso. Todos los "ismos" del Siglo XX se han vuelto obsoletos porque el mundo para el cual fueron creados ya no existe más y nunca volverá a existir.

Una fábrica que en el Siglo XX funcionaba con 10.000 empleados hoy no solo funciona con 3.000 sino que produce casi el doble de lo que producía antes. El proletario del que hablaba Marx a mediados del Siglo XIX ya no existe más. Tratar de asimilarlo al empleado actual o, incluso, al operario especializado actual, es un intento fallido de torcer la realidad para no tener que tirar la ideología del clasismo dialéctico materialista a la basura.

La expectativa de vida que en 1970 y en la Argentina era del orden de los 66 años, hoy ya asciende a más de 76. Simultáneamente, mientras en nuestro país teníamos cosa de 24 millones de habitantes en 1970, hoy tenemos cerca de 44 millones. Gracias a la medicina y a otros factores concurrentes, tenemos cada vez más ancianos jubilados y proporcionalmente menos jóvenes en una población que crece –  algo lentamente pero crece – y no estamos haciendo prácticamente nada para ofrecerles trabajo a todos los nuevos habitantes que llegan.

Los teóricos monetaristas están siendo cada vez más obligados a revisar sus criterios. De los metales pasamos a los papeles respaldados por metales, de éstos a papeles respaldados por el prestigio del banco o por la capacidad productiva de un pueblo, luego a papeles respaldados por simples asientos contables y a papeles respaldados por otros papeles, para llegar finalmente a la virtualización completa de la moneda. Experimentos como el bitcoin están todavía en pañales pero en algún momento esos pañales pueden llegar a ser tan innecesarios como innecesarias se volvieron las largas colas frente al cajero en los bancos desde que existe algo tan práctico como el home-banking y la posibilidad de realizar pagos por simples transferencias de una cuenta a otra a través de cualquier PC o aparatejo con acceso a Internet.



En materia de educación, la necesidad de una drástica reorientación ya es absolutamente evidente dados los pésimos resultados obtenidos por docentes que todavía se resisten a abandonar la peregrina idea liberal de la infinita educabilidad del ser humano y están más preocupados por adoctrinar sociopolíticamente a los alumnos que a transmitirles el conocimiento que necesitan para desenvolverse con solvencia en el mundo real. Los fracasos estrepitosos de los actuales sistemas pedagógicos – que incluso en los mejores casos producen ignorantes ilustrados o bien especialistas no menos ignorantes de todo lo que está más allá del estrecho marco de su especialidad – obligarán a revisar los conceptos de igualdad, de cultura y de méritos. En algún momento no muy lejano los actuales "trabajadores de la educación" tendrán que reconocer que su misión es transmitir la mayor cantidad, amplitud y calidad posible de conocimiento. Un conocimiento del cual los docentes actuales mismos carecen casi por completo por lo que en el mejor de los casos lo suplantan, o bien por especializaciones puntuales que amputan todo lo que es verdadera cultura y capacidad de elaboración de criterios propios, o bien por ideologismos utópicos basados sobre fantasías obsoletas de inviabilidad demostrada.

Para dominar los problemas que se nos vienen encima – y los arriba apuntados representan solamente una parte de la punta del iceberg – nos servirán de muy poco las ideas liberales del Siglo XVIII que ganaron la batalla cultural del Siglo XIX y que se impusieron a sangre y fuego durante las dos Guerras Mundiales del Siglo XX. Sin embargo, y lamentablemente, tampoco servirán de mucho los "ismos" que combatieron contra esas ideologías derivadas del materialismo hedonista de los "filósofos" inspiradores de la Revolución Francesa. El mundo ha cambiado demasiado durante los últimos 80 o 90 años y cambiará muchísimo más en los próximos 50.

Discutir sobre si ese cambio será bueno o malo no tiene demasiado sentido más allá de lo interesante que pueda resultar como ejercicio intelectual. Y la discusión no tiene mucha utilidad porque lo esencial es que – sea positivo o negativo – el proceso presentará (ya presenta) problemas y dificultades muy diferentes a los que tuvieron que enfrentar los hombres del Siglo XX. Las ideologías que hoy todavía se discuten no sirven, no porque sean malas o ineficaces en sí mismas (aunque algunas lo son), sino porque las cuestiones que pretenden solucionar no son las mismas para las cuales esas ideologías fueron diseñadas.

No tiene ningún sentido insistir con las mismas viejas propuestas cuando los problemas a resolver ya son otros.

Algunos dicen que mirar para atrás es tener ojos en la nuca y que eso no sirve para nada. Hay una buena dosis de verdad en eso pero, en el fondo, no es tan así. Vivir mirando para atrás es la forma más segura de chocar fatalmente contra la realidad que está adelante, pero mirar el camino recorrido sirve para saber cómo hemos llegado hasta aquí.

Y, si el aquí y ahora no nos satisface, sepamos al menos cuales fueron los errores cometidos que nos condujeron a esta situación. Pero no olvidemos nunca que en el allá y en el mañana es donde se necesitan las soluciones.

Porque para ver nuestros errores y los valores que perdimos hay que mirar para atrás;  pero para construir una realidad mejor no hay más remedio que mirar para adelante.

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NOTAS
1)- Cfr. Zbigniew Brzezinski, El Gran Fracaso: El Nacimiento y la Muerte del Comunismo en el Siglo XX, Lasser Press, México, 1989.
2)- Discurso de Dwight Eisenhower, 17 de Enero 1961. Cf. http://avalon.law.yale.edu/20th_century/eisenhower001.asp y también en https://youtu.be/8y06NSBBRtY






3 comentarios:

  1. Es cierto. tenemos el problema de que buena parte de los modelos en que nos basamos para explicar los mundos politico, social o económico se idearon hace mas de cien años, en el mejor de los casos. Y las ideologias que se desarrollaron en base a ellos adolecen del mismo defecto.

    Precisamente gracias a su respuesta a mi comentario sobre la Democracia,en el post anterior, me di cuenta de ello.

    Qué relación tiene el mundo actual con el de Montesquieu o con el de Tocqueville??

    Tiene sentido contemplar al Individuo como un ente ajeno al Estado ? O habría que entenderlo como una celula de éste, tan dependiente de sus instituciones y de las infraestructuras,que el Estado ampara,como un bebe prematuro lo es de su incubadora?

    Como consecuencia de lo expuesto, estoy intentando entender lo que afirma el filosofo Gustavo Bueno sobre estas cuestiones, y considero que puede ser un buen punto de partida para poder encarar al porvenir liberado de rémoras del pasado.

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    1. Gracias por el comentario Anselmo.
      Solo una observación. Yo tendría un poco de cuidado con el Señor Gustavo Bueno. Lo del "materialismo filosófico" con su negación de la existencia de las sustancias espirituales, no puede llegar a buen puerto en mi humilde opinión.
      Todo lo que se derive de una Cosmovisión materialista -- aun cuando haga malabarismos para admitir la existencia de seres materiales incorpóreos -- parte de una base insostenible que, a medida en que se desarrolla, genera más confusión, contradicciones y suposiciones indemostradas (e indemostrables) que aclaraciones y explicaciones comprobables y válidas.
      Pero de todos modos, nunca está de más enterarse de todo lo que a uno le interesa. El saber no ocupa lugar. Pero el saber es sabiduría verdadera si conduce a algo positivo y éticamente aceptable.
      Un cordial saludo.

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  2. Brillante, Don Denes, como siempre.
    Solo para aportar algo más a su visión, cuando usted nos dice que las ideas liberales del siglo XVIII no nos sirven ahora, creo que no nos sirven, ni tanto ni tan poco, como las de cualquier siglo pasado. Creo que el problema hoy es la complejidad de los sistemas sociales que, a su vez, sostienen la existencia de otros tanto o más sofisticados, nos dificulta ver cuáles son las "convergencias" en las que nos tendríamos que poner de acuerdo. No es por simplificar o unificar "a la fuerza". Pero insisto que el dominio de la electricidad y el cambio en la forma de comunicarnos, vía internet, son elementos tan pero tan profundamente revolucionarios que todavía no los hemos podido digerir. Abrazo!!!

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