MIS LIBROS

viernes, 24 de abril de 2020

EL ACONTECER - 19.04 al 24.04.2020


Presentación

"El Acontecer" es un divertimento que allá por los años 1980 inventamos quienes hacíamos la revista Ideario. Era una sección fija, medio en serio y tres cuartos en solfa, en dónde comentábamos las noticias más destacadas (y generalmente las más ridículas) del acontecer nacional y mundial. A veces nos salía bien. A veces no había mucho de qué reírse como pasó en 1982. Y a veces, ¿por qué no decirlo? nos pasábamos un poco de rosca, pero nuestros lectores y nosotros nos divertíamos bastante.

Pues "El Acontecer" ha vuelto. No puedo prometer una continuidad a rajatabla pero la idea es volver a poner bajo la lupa a la actualidad dejando que la lupa magnifique un poco la mayor y mejor fuente de humor que ha inventado el ser humano a lo largo de toda su Historia: la estupidez política.

Por lo tanto, aquí vamos de nuevo.

Un enorme abrazo a mis antiguos y queridos lectores. Si es que todavía andan por ahí sepan que no los he olvidado.  Y si ya no andan... tengan la seguridad que no los olvidaré.

De modo que continuando con lo que decíamos ayer....





..... por supuesto; el tema de la semana es el coronavirus, la cuarentena y la vacuna de Bill Gates. Desde Roberto Cachanosky que tiembla ante la noticia de que aparezca un "Nerón del Siglo XXI" para someternos a una brutal autocracia [1] hasta doña Adriana Puiggrós que planteó que al virus lo liberó la destrucción ambiental llevada a cabo por el capitalismo financiero. [2] Lo notorio es que lo de Adriana parece ser un dogma contagioso porque María Elena Álvarez-Buylla, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnolgía de México se pronunció en el mismo sentido. Dijo que la pandemia es un síntoma del fracaso del sistema neoliberal. [3] Pero calma muchachos, Bill ya está en el tema y su vacuna se encuentra en etapa de prueba en humanos. [4]

Todavía no sabemos cuál será el costo de la vacuna de Bill pero vayan preparando la billetera; el costo de la filantropía en materia de servicios médicos suele ser completamente irracional. Por ejemplo, el gobierno de la Ciudad casi compra barbijos a 3.000 pesos cada uno [5]. Cada médico cubano que quiere traer Kiciloff nos puede costar más o menos unos U$S 1.300 por mes [6]. Con barbijos de tres lucas a $ 117 el dólar eso daría U$S 25,64 por barbijo, o sea 51 barbijos por médico. Vale decir que con 26 corpiños cortados por la mitad te compro un médico cubano por un mes. Negocio redondo.

No se olviden de lavarse las manos
Muchos se quejan por las incomodidades que provoca la cuarentena. No seamos tan ultra-pesimistas. La cosa también tiene sus aspectos divertidos. A algunos no los puedo mencionar aquí porque me lo impide el horario de protección al menor pero nadie me puede prohibir hacer referencia a lo que sugirió el propio Ministerio de Salud a través de las expertas recomendaciones del experto infectólogo José Barletta [7] que explicó casi con lujo de detalles las ventajas del sexo virtual. Aunque incluso en eso hay que tomar precauciones. Fundamental consejo del experto infectólogo: No olviden lavarse las manos antes y después. [8] ¿Se imaginan la vergüenza que pasarían teniendo que explicar cómo se contagiaron?

Por otra parte, con lo del sexo virtual hay que tener cuidado también por una cuestión de seguridad informática. Tengan esto presente (y va en serio): una vez que alguien subió tu foto a la red, no importa en qué aplicación o entorno, esa foto puede ir a parar a cualquier lado. Desde la CIA hasta la colección privada de cualquier degenerado. Tengan cuidado. (Insisto con esto: no es joda. Una foto en la red puede llegar a ser pública. Por más "privada" que la pongan.) Y esto es tan cierto que, imagínense: hasta Fanny Mandelbaum ha sido víctima de una sextorsión. [9] Cuenta ella misma que recibió decenas de mails que la intimaban a pagar para no mostrar material sexual suyo...

En tren de consultar a los especialistas, el profesor Yitzhak Ben Israel de la Universidad de Tel Aviv, asesor de la industria farmacéutica Teva, nos dice que la cuarentena no sirve para nada. [10] Sin embargo, aparentemente no consiguió convencer a Netanyahu que sigue manteniendo una cuarentena en Israel. El Ministerio de Salud de Israel tiene documentados más de 10.000 casos de infectados y más de 100 muertos (al 12 de Abril). Una quinta parte de los casos corresponde a Jerusalén y un gran porcentaje del resto se compone de miembros de comunidades ultra-ortodoxas que durante semanas no acataron la orden de mantener la distanciación social. [11] Si bien desde el 19 de Abril la cuarentena israelí se ha hecho menos estricta [12], el Bibi prefiere dejar que los "expertos" opinen; mientras tanto él apuesta a lo seguro. Tampoco tiene muchas alternativas. Si pierde poder, puede ir preso por corrupción. Una audiencia judicial que estaba programada para el 17 de Marzo fue pospuesta para el 24 de Mayo justamente por el estado de emergencia causado por el coronavirus. [13]

Netanyahu debería aprender de nuestra Cristina. Cris es una experta en blindarse frente a los jueces. Juan Martín Mena, secretario de Justicia, ya tiene autorización para negar pedidos de acceso a la información pública. Con eso, la Inspección General de Justicia ya no puede acceder a los datos sobre el Instituto Patria, el centro de operaciones del kirchnerismo. [14] Ellos sabrán cuales son los datos que esconden.

La cuestión es que, con casi un 16% de entrevistados que ya lo quiere al Alberto pero no a ella [15], nuestra exitosa abogada vicepresidente sigue arremetiendo contra el Poder Judicial. Por de pronto, abrió un nuevo frente de combate atacando a la Corte para que ésta habilite la reunión virtual del Parlamento, [16] a fin de que ella y su hijito puedan tratar de hacer aprobar el impuestazo a los oligarcas. [17] Claro que, en principio, solo a quienes tuviesen más guita que los Kirchner & Cía.

Graciana Peñafort
¿Usted cree que no lo lograrán? Vea las declaraciones de Graciana Peñafort, la adlátere de Cristina que redactó el planteo a la Corte: "Es la Corte Suprema quien tiene que decidir ahora si los argentinos vamos a escribir la historia con sangre o con razones. Porque la vamos a escribir igual. Como cantan los Redondos: »Fijate de qué lado de la mecha te encontrás«". [18] En la neolengua kirchnerista eso se llama exhortación pacífica.

Y sobre llovido, mojado. Encima del coronavirus, la mala noticia de la semana es... (¡sniff!)... ¡Se suspendió el Oktoberfest! [19] Y para colmo de males habrá que esperar hasta el 17 de marzo de 2021 para la próxima fiesta de San Patricio. ¡Maldición!

Se desplomó el precio del petróleo en todo el mundo. [20] ¿Los combustibles en la Argentina? Son unidireccionales. Solo suben; nunca bajan. Ningún economista ha sabido jamás explicar por qué.

Y por último, una pequeña joyita. Repasando apuntes que tenía por ahí de noticias pasadas y otras yerbas a ver si encontraba algo para cerrar, me topé con las declaraciones de Darío Sztajnszrajber sobre el aborto en el Anexo de Diputados el 17 de Abril 2018. Entre otras cosas el bueno de Darío dijo: “Saquemos a la verdad de la cuestión pública. ... Democracia y verdad no pueden convivir”. [21]

Ni en mis más atroces pesadillas se me ocurrió jamás que podría llegar a estar más o menos de acuerdo con Sztajnszrajber en algo.

Me refiero, por supuesto, a la segunda frase. No a la primera.

Cuídense.

Hasta la próxima.

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REFERENCIAS
1)- https://www.infobae.com/economia/2020/04/20/por-que-la-crisis-del-coronavirus-puede-terminar-con-un-neron-del-siglo-xxi-gobernandonos/
2)- https://www.infobae.com/educacion/2020/04/23/la-viceministra-de-educacion-afirmo-que-el-coronavirus-infecto-sociedades-humanas-enfermas-de-neoliberalismo/
3)- https://www.infobae.com/america/mexico/2020/04/24/felipe-calderon-a-la-directora-de-conacyt-es-un-absurdo-hablar-de-ciencia-neoliberal/
4)- https://www.clarin.com/internacional/estados-unidos/vacuna-coronavirus-financiada-bill-gates-fase-pruebas_0_g0qt5Yfgt.html
5)- https://www.infobae.com/politica/2020/04/18/renunciaron-dos-funcionarios-de-la-ciudad-de-buenos-aires-involucrados-en-una-polemica-compra-de-barbijos-y-en-la-contratacion-de-hoteles/?fbclid=IwAR0JBSpyKFekYuxD3lyawe_VT10q_N9Ov8SlFUzeCJ7JVyiPQUzJkTYYxgs
6)- https://www.radiotelevisionmarti.com/a/de-m%C3%A1s-de-700-cubanos-en-bolivia-solo-205-eran-m%C3%A9dicos-revela-ministro-de-salud/253112.html
7)- https://www.clarin.com/sociedad/coronavirus-argentina-sexo-sexo-recomendaciones-ministerio-salud_0_G-KxvC5FR.html
8)- https://www.clarin.com/sociedad/sexo-virtual-adolescentes-pidieron-fotos-intimas-enviaron-desnudos-consentimiento_0_-3c9vgcYv.html
9)- https://www.infobae.com/teleshow/infoshow/2020/04/21/fanny-mandelbaum-victima-de-pornoextorsion-me-llegan-mails-de-chicas-rusas-diciendo-que-quieren-tener-sexo/
10)- https://townhall.com/columnists/marinamedvin/2020/04/15/israeli-professor-shows-virus-follows-fixed-pattern-n2566915?fbclid=IwAR39yTJc8Qasjq7I0m2UlKO-IB_DEOqx0LzNoScVPOzgGGPE-QK1wcXyofM
11)- https://abcnews.go.com/International/wireStory/israel-tightens-quarantine-jerusalem-halt-virus-spread-70106135
12)- https://www.infobae.com/politica/2020/04/22/una-app-especial-ineditas-normas-laborales-y-nuevas-reglas-en-la-calle-la-receta-de-israel-para-salir-de-la-cuarentena-por-el-coronavirus/
13)- https://www.timesofisrael.com/netanyahus-trial-delayed-by-over-2-months-as-court-activity-limited-over-virus/
14)- https://www.clarin.com/politica/cristina-kirchner-blinda-informacion-gobierno-pone-funcionario-negar-datos-publicos-actividades_0_oKkPWgAIb.html
15)- https://www.clarin.com/politica/abre-brecha-alberto-fernandez-cristina-kirchner-16-quiere_0_enIvYf_5e.html
16)- https://www.perfil.com/noticias/actualidad/la-corte-suma-elementos-para-desestimar-el-pedido-de-cfk.phtml
17)- https://www.infobae.com/politica/2020/04/23/cristina-kirchner-apunta-a-la-corte-avanza-en-la-construccion-del-enemigo-y-complica-el-frente-oficial/
18)- https://www.lanacion.com.ar/politica/con-sangre-razones-quien-es-graciana-penafort-nid2357008
19)- https://www.clarin.com/viajes/coronavirus-cancela-oktoberfest-gran-fiesta-cerveza-alemania_0_EUUqHKiNG.html
20)- https://cnnespanol.cnn.com/2020/04/17/el-precio-del-petroleo-se-desploma-a-menos-de-19-dolares-su-punto-mas-bajo-en-18-anos/#0 -
https://www.infobae.com/america/mundo/2020/04/20/el-precio-del-crudo-de-eeuu-cayo-casi-20-por-debajo-de-los-15-dolares-el-barril/
21)- http://www.notivida.com.ar/boletines/1085_.html
http://www.portalunoargentina.com.ar/contenidosver.asp?id=30253&cat=Valores

viernes, 17 de abril de 2020

DE IGNORANTES QUE OPINAN


La verdadera sabiduría consiste en conocer
la dimensión de nuestra propia ignorancia.
Confucio
El pequeño ignorante-sabelotodo
no tiene ni idea de todo lo que ignora


El juego de "la tinta invisible"

Para las nuevas generaciones quizás sea una novedad pero para quienes tenemos más de 50 años probablemente sea un recuerdo de la infancia: el jugo de limón como tinta invisible. Para los que nunca jugaron a eso: tomen un limón y exprímanlo. Luego tomen un escarbadiente [1] y mojando bien la punta en el jugo de limón escriban cualquier cosa en una hoja de papel. Cuando el jugo de limón se seque, lo que hayan escrito desaparecerá. Si quieren que vuelva a aparecer, arrimen la hoja con mucho cuidado a una fuente de calor (una vela, una plancha, un encendedor) y la escritura volverá a aparecer.

Un asaltante muy estúpido

Muy probablemente ése fue el antecedente que explica lo que hizo un tal McArthur Wheeler el 19 de Abril de 1995 cuando asaltó dos bancos en Pittsburgh, Pennsylvania, Estados Unidos. Lo hizo a cara descubierta y, por supuesto, lo registraron todas las cámaras de seguridad. La policía hizo publicar su rostro por televisión en el noticiero de las 23 horas y en cuestión de minutos el sujeto quedó identificado. Apenas pasada la medianoche los policías ya estaban golpeando a su puerta. Al ser arrestado, Wheeler no podía salir de su asombro. "Pero si me puse el jugo", repetía una y otra vez.

La incógnita se develó durante el interrogatorio. Wheeler no estaba ni loco ni drogado; solo era increíblemente estúpido.

Aparentemente unos amigos suyos bromearon sobre lo de la tinta invisible con jugo de limón y en tren de chacota comentaron lo interesante que sería embadurnarse la cara con ese jugo para hacerse invisibles. Wheeler captó la idea, se puso jugo de limón en la cara y se sacó una foto con una cámara Polaroid. Y aquí ocurrió algo que nadie supo explicar: según lo que el sujeto declaró ante los investigadores, ¡en la foto no apareció su cara! Lo único que se les ocurrió sugerir a quienes lo interrogaron fue que, muy probablemente, Wheeler era tan inútil sacando fotos como robando bancos...  [2]

La hipótesis

La cuestión es que el sujeto pasó a los Anales del Crimen como uno de los criminales más certificadamente estúpidos del mundo. Así, no es de extrañar que la publicación de su caso en varios medios llamara la atención de David Dunning, un profesor de psicología en la Universidad de Cornell.  Aparte de lo casi increíble y hasta gracioso del caso, lo que Dunning reconoció en la historia de Wheeler fue algo así como un patrón de conducta general: quienes más carecen de conocimientos y habilidades son los que menos perciben sus propias carencias.

Dispuestos a verificar la veracidad de esta hipótesis de trabajo, Dunning y uno de sus estudiantes – Justin Kruger – realizaron toda una serie de experimentos. Confeccionaron cuestionarios sobre materias tan dispares como gramática, lógica y humor. Después pidieron a una serie de estudiantes que completaran esos cuestionarios y que, al finalizar, estimaran el puntaje que habían obtenido y, además, que consignaran cómo creían qué les había ido comparándose con el resto de la clase. Adicionalmente y por separado, calificaron el desempeño de los entrevistados según las reglas de la materia (p.ej. gramática, lógica) o la opinión de profesionales del rubro (p.ej. humor).

David Dunning (izq) y Justin Kruger (der.)

El efecto Dunning-Kruger

Los resultados del experimento no solo confirmaron la hipótesis de los encuestadores sino que las excedieron. [3] De hecho, el conjunto de los que peor calificaron (según las reglas de la materia o la opinión de los expertos) estimó su desempeño como superior al de dos tercios de los demás estudiantes. En otras palabras: los peor calificados  creían estar mejor que el 66,66% de sus compañeros.

La inversa también resultó confirmada aunque con algunas sorpresas. Los mejor calificados en forma objetiva, tal como era de esperar, estimaron su desempeño de una forma mucho más acertada. Pero, sorprendentemente, el grupo superior de los mejor calificados estimó que su desempeño había estado un poco por debajo del promedio de sus compañeros. De nuevo en otras palabras: el grupo de los mejores creyó estar un poco peor de lo que realmente estuvo.

La explicación a este fenómeno no es tan difícil de formular aunque es aparentemente redundante: la confianza que una persona tiene en su conocimiento de una materia tiende a ser inversamente proporcional al verdadero caudal de conocimiento que esa persona tiene de dicha materia.  Por ejemplo: dado determinado nivel mínimo de conocimiento de gramática, mientras menos sabe una persona de gramática más estará dispuesto a creer que sabe mucho y viceversa, mientras más sepa una persona de gramática más tenderá a creer que todavía le falta seguir aprendiendo para dominar el tema. Y esto se explica por un hecho simple: para poder apreciar el nivel de mi conocimiento de gramática tengo que saber gramática. Si apenas sé algo pero no lo suficiente, es muy difícil – por no decir imposible – que pueda evaluar en forma adecuada el grado de mis conocimientos gramaticales.

Sin embargo, esto último también indica que existe un límite para la validez del efecto Dunning-Kruger. Ese límite es la ignorancia absoluta hacia abajo y el saber experto hacia arriba. No puedo opinar sobre mi capacidad para dominar la gramática del chino cantonés cuando no sé ni una bendita palabra en ese idioma. Si me preguntaran cuánto estimo yo que sé del chino cantonés, mi única respuesta posible sería: "Nada". En cambio, si el chino cantonés es mi lengua materna y tengo un título universitario en lingüística cantonesa, probablemente tendría dudas en cuanto a si sé todo lo que hay para saber, aun cuando mi confianza en lo que realmente sé estaría razonablemente justificada.

Que es necesario un conocimiento mínimo para que podamos hablar del efecto Dunning-Kruger quedó demostrado con los experimentos que se realizaron fuera del ámbito universitario. Por ejemplo, cuando se aplicó el cuestionario a conductores de automóviles, se verificó lo que ya se sabía: los que peor manejaban estaban firmemente convencidos de que eran verdaderos ases al volante y los que mejor manejaban eran los más serenos y conscientes de sus errores; pero los que nunca habían aprendido a manejar lo confesaron abiertamente y rechazaron el cuestionario sin comentarios.

Es que hay que saber bastante más de lo mínimo de una cuestión determinada para no ignorar la propia ignorancia y, si se sabe mucho, es casi seguro que se tienda a magnificar un poco esa ignorancia propia. Si se sabe poco no se ven todas las puertas que pueden abrirse para seguir aprendiendo. Si ya se sabe una buena cantidad, con cada conocimiento adicional se abren más y más puertas para seguir investigando y la percepción que uno tiene es que lo que falta saber puede llegar a ser mucho más de lo que uno ya sabe.


El efecto Dunning-Kruger y las redes sociales

Actualmente el mejor lugar para estudiar el efecto Dunning-Kruger es, sin duda alguna, Internet. El ignorante-sabelotodo es un espécimen que abunda sobre todo en las llamadas redes sociales y pulula especialmente en los espacios dedicados a las discusiones sociopolíticas.

Es no solo el que se traga – con carnada, anzuelo, línea, mosca y todo – cualquier patraña inventada en alguna de las múltiples usinas de "fake news". También es el que defenderá a capa y espada – y hasta con insultos y airecillos de superioridad – cualquier teoría, por más estrambótica que sea, si la misma casualmente coincide con sus juicios a priori cuidadosamente alimentados por un grano de verdad germinado en el ámbito de su más que frondosa fantasía.

El grano de verdad es lo que le hace creer que sabe lo que hay que saber del tema. Después, su fantasía completa generosamente el cuadro con una mezcla de filias y fobias;  y con eso ya tenemos un caso clásico del efecto Dunning-Kruger. El ignorante-sabelotodo con un 10% de conocimiento real más un 90% de fantasía pura está fanáticamente convencido de que tiene toda la información necesaria para hacer una revolución que salvará al país y eventualmente hasta a la humanidad entera de todos sus males.

Cómo se auto-percibe el ignorante-sabelotodo

Lo que hay que saber es que resulta absolutamente inútil tratar de discutir con un ignorante-sabelotodo. Cualquier argumento en contra de sus fantasías solo generará toda una serie de defensas agresivas tendientes a querer demostrar que A)- Usted no sabe nada de la cuestión; B)- Usted es un idiota que se deja engañar por informaciones falsas; C)- los únicos que conocen la verdad son los que creen en lo que él cree y D)- si Usted no cree en lo que él cree entonces Usted es un cómplice de los tenebrosos Agentes del Mal por culpa de los cuales este mundo es una reverenda porquería.

De cualquier modo, el ignorante-sabelotodo será como el fanático de cualquier tendencia o rubro: no importa lo que Usted diga, el tipo siempre estará absolutamente convencido de que el que tiene razón es él y que Usted está tan irremediable como lamentablemente equivocado.

"El saber es poder" es una frase que ya conocían hasta los egipcios y que expresa una gran verdad.

Pero nunca menosprecien el enorme poder destructor de la ignorancia.

Especialmente la que marcha junto con la estupidez.


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NOTAS
1)-  En realidad deberían hacerlo con una lapicera a pluma de ésas que se mojaban en un frasco de tinta antes de escribir. Pero hoy esas lapiceras probablemente solo existan en algún museo.
2)- Probablemente se sacó la foto a contraluz y sin la exposición adecuada con lo que, en la foto, la cara le habrá salido totalmente en la sombra e irreconocible. 

3)- El trabajo publicado por Dunning y Kruger puede consultarse (en inglés) en: 
https://pdfs.semanticscholar.org/654d/e896dddeaf5f8b2bc1c633f28ec519c653c7.pdf



miércoles, 1 de abril de 2020

ENCIERRO FORZOSO

¿Por qué la Fuerza Aérea necesita
bombarderos caros, nuevos y mejores?
¿Acaso se han quejado las personas que
estuvimos bombardeando últimamente?
George Wallace

Mi padre murió por una mina alemana.
A todos mis demás parientes fallecidos
los perdí en los bombardeos aliados.
Jean-Marie Le Pen

Una vez que eres víctima de un bombardeo
entras en un grupo de riesgo al que
nadie le querrá vender un seguro.
Ernst Zündel

Introducción

Hace un par de días, entre correos electrónicos que van y vienen con comentarios y relatos de la situación actual con el coronavirus y su cuarentena, una gran amiga mía que vive en Europa – el país no importa – me mandó la historia de cómo vivió su abuelita durante la Segunda Guerra Mundial.

Me hizo recordar docenas y docenas de historias que también escuché de boca de otros a lo largo de mi vida. Historias que, de alguna manera, yo también viví, solo que a las mías no las podría contar por vivencia propia. Nací en Budapest, a fines de 1943. Tenía menos de un año o apenas un año y algunos meses cuando ocurrieron. Todo lo que sucedió me lo contó después mi madre y muchas, muchas otras personas que en esa guerra participaron y sobrevivieron para contar lo que vivieron.

Recuerdo cuando tenía siete u ocho años y escuchaba conversar a mi madre con otras personas. Mencionaban cosas como, por ejemplo, que su generación, cuando miraba al cielo, buscaba aviones. También recuerdo como, seis o siete años después de la guerra y ya en la Argentina, todavía se ponía pálida y apretaba los puños cada vez que pasaba un avión. La generación de mis padres y de mis abuelos fue una generación que tuvo que protegerse del firmamento y pasó muchos años librando batallas contra el cielo. Las personas elevaban la vista y allá, en ese cielo en donde tendría que haber estado Dios solo había aviones vomitando bombas y muerte. Según una famosa frase de la época, el cielo no respondía a las plegarias;  Dios se había tomado vacaciones.

No había ángeles en el cielo. Solo aviones.

También recuerdo muy claramente conversaciones entre mi madre y mi abuela (su madre) comentando que es increíble como las situaciones de verdadero peligro hacen que la gente muestre su verdadera cara. El caballero ceremonioso, siempre excelentemente vestido, que pasaba a tu lado con la cabeza en alto como haciéndote ver que apenas si se dignaba notar tu presencia porque él estaba muy por encima de esas menudencias cotidianas, de repente se convertía en una hiena desesperada entrando al refugio antiaéreo del sótano a los codazos para asegurarse un buen sitio. La señora siempre toda emperifollada ella, con su naricita respingada y sus anillos, que baja al sótano en batón, a último momento, y grita y chilla que alguien le ceda el asiento y, cuando no aparece ningún voluntario, de repente maldice a todos con un vocabulario que superaría hasta el de un carrero borracho. El portero siempre tan amable que de repente se vuelve agresivo y violento dejando emerger su resentimiento clasista.

Pero también la señora del piso de arriba que siempre pasaba desapercibida y ahora te ayuda en todo lo que puede. O el chico de 12 o 13 años que tiene más coraje y sentido de responsabilidad que muchos mayores que le duplican y hasta cuadruplican en edad.  O el estudiante que hace lo que puede ante cualquier evento y que siempre está disponible incluso si se trata de asumir riesgos y rescatar a alguien de la calle en medio de una balacera. No hay nada como el verdadero peligro para hacer caer las máscaras.

En una escala mucho menor y en una situación muchísimo menos trágica, en cierta medida lo de ahora no es demasiado diferente a aquello. Desde el que está más preocupado por su dinero que por su propia salud y la de su familia, pasando por el que está enojado porque no puede satisfacer sus caprichitos, siguiendo por los que están tercamente concentrados en señalar culpables en lugar de aportar a las soluciones,  y terminando por el que se contagió del amarillismo periodístico y entró en pánico creyendo que ya galopan los jinetes del Apocalipsis. Las diferencias de comportamiento son solo de intensidad y de origen del miedo.

Es realmente notable ver cómo – incluso en esta situación desatada por una pandemia incomparablemente menos letal y menos peligrosa que una guerra mundial con bombardeos de saturación – las caretas se caen y la verdadera cara de sus portadores resulta francamente deplorable.

El correo electrónico de mi amiga me dejó pensando un buen rato. Quizás yo también hubiera podido contarles una historia muy parecida. Pero la de ella está tan bien contada que dudo mucho de que yo la hubiera podido escribir mejor.

Prefiero dejarla hablar a ella.

Créanme, más allá de si la cuarentena por el virus les parece insoportable o no, vale la pena leerla.

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El invierno de 1944/45

En el invierno de 1944/45 mi abuelita ni había cumplido todavía los 28 años. Era bajita, muy delgada, realmente del tipo de "caña al viento" pero con alma de acero. Con dos hijos – mi padre durante ese invierno tenía cuatro años, mi tío menos aun – tuvo que enfrentar sola los últimos atroces días de la guerra en una gran ciudad. Mi abuelo estaba combatiendo en el frente, nadie sabía si iría a volver o no (por suerte volvió); todos los demás parientes y amigos vivían en otros barrios de la ciudad; nadie podía venir a ayudarla. 

Mi abuela con sus dos hijitos se pasó prácticamente seis semanas en el refugio antiaéreo armado en el sótano del edificio. El concepto de "antiaéreo" se repite múltiples veces en sus historias: sirena antiaérea, cañones antiaéreos, jefe de brigada antiaérea, sótano antiaéreo.... La expresión "antiaéreo" quedó grabada en la memoria de toda aquella generación.

Antes de las terroríficas últimas seis semanas también sucedió que los habitantes del edificio tuvieron que bajar al sótano por algunas horas o días. En todo momento, en cualquier minuto de las 24 horas del día, mi abuela estaba lista para tomar a los dos pequeños y bajar con ellos desde el tercer piso del edificio.

Planificó y adiestró a los chicos en las tareas que debían ser ejecutadas por cada cual si afuera sonaba la sirena de alarma. En una mochila empacó los víveres, mayormente comida enlatada, las medicinas importantes y algunas otras cosas que consideraba útiles (tijeras, el costurero, jabón, toallas... siempre mencionaba todo eso cuando contaba sus recuerdos). Eligió la mochila, explicaba, porque así le quedaban las dos manos libres para atender a sus hijitos. Los pequeños también tenían su trabajo: mi papá llevaba una cartera con los papeles importantes y los documentos de identidad; mi tío a su vez era el encargado de transportar uno de los pertrechos más importantes de aquellos días: la pelela.

Durante la totalidad de las últimas seis semanas, los habitantes del edificio vivieron en el sótano. De vez en cuando, algún hombre se aventuraba a salir y echar un vistazo, pero nadie se atrevía a subir a las viviendas. Es que por sobre sus cabezas rugía la batalla.  La calle del edificio se había convertido, literalmente, en esa "tierra de nadie" que separa a dos unidades enfrentadas en constante combate. De un lado de la calle se atrincheraron los soldados de un bando, los del otro se apostaron en el lado opuesto.

Constantemente ladraban las armas. Constantemente temblaba la tierra en el sótano. A veces algún soldado bajaba al sótano gritando en un lenguaje desconocido. Con frecuencia los soldados que aparecían así estaban borrachos. Hubo un soldado que comenzó a llorar cuando vio a mi abuela abrazar fuertemente a los dos niños. Mi padre, que entonces tenía cuatro años, recordó esa escena por el resto de su vida; nunca pudo olvidar como el hombre los miró, se reclinó contra la pared y se puso a llorar sin poder parar. Mi abuela siempre opinó que el pobre tipo debió haber pensado en sus propios hijos.

Había otros niños en el sótano, pero eran pocos y todos mayores que mi padre y mi tío. El ocuparse de los dos niños pequeños fue tarea exclusivamente de mi abuela. Mucho más tarde, ya de anciana contaba que estaba avergonzada de que a veces les gritó. Una vez, hasta le dio un buen chirlo en el trasero a mi tío cuando el pequeño estuvo a punto de salir corriendo por la puerta del sótano que se había entreabierto.

Durante la mayor parte del tiempo, incluso durante las largas horas del día, el sótano quedó en la oscuridad. Después de los primeros días, el suministro de electricidad se hizo intermitente. Luego se cortó por completo y solo pudieron alumbrarse encendiendo velas. Así y todo, mi pequeña abuelita se sentó y jugó, contó cuentos, cantó constantemente, alimentó y acunó, lavó y se aseguró que los niños hicieran sus necesidades en la pelela. Solo algunas veces lloró, e incluso eso solamente de noche cuando los niños ya dormían cubiertos con sus mantas en las camitas improvisadas. Décadas después, antiguos vecinos me contaron, incluso cerca de medio siglo después de la guerra, lo mucho que la admiraron y la respetaron durante esas semanas.

El sótano recibió impactos y más de una vez. De lo primero que mi tío se acuerda ahora que tiene setenta y ocho años, lo primero que puede recordar claramente, es un impacto de ésos. En la mente del chiquilín quedó grabada a fuego la escena de cuando la bomba (o granada o lo que fuere; por fortuna mi generación no tuvo que aprender la diferencia) sacudió la pared del sótano; cuando de repente los escombros y el polvo cayeron sobre todos, cuando desapareció la luz y desapareció el aire, y todos gritaban, chillaban, se empujaban, se pisoteaban unos a otros en medio del pánico. Mi abuela no se sumó a la estampida. Se apoyó contra la pared, abrazó a mi tío y a mi papá, y solo les habló y les repitió innumerables veces: no pasará nada malo, todo está bien, aquí está mamá para cuidarlos...

Durante las últimas semanas faltó hasta el agua. Las bombas habían destruido las cañerías.

En los momentos más tranquilos, algunos se animaron a salir con cautela y recolectaron nieve en grandes ollas y sartenes. En aquél invierno la nieve resultó ser salvadora de vidas. Una vez juntada, la descongelaban en el sótano y sirvió para tener agua potable. El inodoro del sótano ya no se podía usar. Los adultos usaron baldes, los niños, todos los niños, incluso los más grandes, la pelela de mi tío. Un joven estudiante de medicina llevaba los baldes y los enjuagaba con la nieve. Pero incluso entonces, mi abuela lavaba a sus dos pequeños todos los días con nieve derretida y tibia antes de acostarlos por la noche a dormir.

Al final, la guerra terminó. Pasaron años; décadas. Pero esas semanas en el sótano, se grabaron a fuego y para siempre en la memoria de todos ellos. Abajo, en ese sótano, esas semanas forjaron y soldaron a la gente entre sí.  "Juntos sobrevivimos a la guerra": esta breve frase, incluso décadas después, fue suficiente para explicar la extraordinaria cohesión que caracterizó a los habitantes del edificio y sus alrededores.

Mi abuela hablaba mucho de aquellas semanas y meses, pero siempre de un modo simple, sin dramatismos, a veces incluso con buen humor. Durante mucho tiempo ni me di cuenta de cuanta fuerza hizo falta para sobrellevar aquellos tiempos. Solo cuando yo misma fui madre de dos hijos – y por suerte mi abuela todavía vivía – comencé a darme cuenta de lo increíblemente difícil que habrá sido para ella soportar aquellos tiempos. Comencé a preguntarle cómo pudo manejarlo, pero ella siempre se sonreía y extendía las manos.

— No había alternativa; – me decía –  había que hacerlo y mantener la esperanza.

Ahora es el coronavirus el que está obligando a muchas familias con niños a encerrarse entre cuatro paredes. Muchos ya están teniendo dificultades  con eso. Es grande la tentación de salir a la calle, ir al patio de juegos, al parque, a moverse, a correr con los niños para que "descarguen un poco sus energías". Es muy difícil resistir y perseverar.

Hoy la situación se hace difícil para padres cansados, que trabajan desde sus casas, que simultáneamente deben hacer las tareas del hogar y encima tienen que asegurarse de que sus hijos estén ocupados.

Y no sabemos cuánto tiempo más durará esto.

Mi abuelita tampoco lo sabía. Pero resistió. Y no perdió la esperanza.

Por mi parte, solo contando su historia puedo desearles mucha fuerza y  paciencia a todos.

Cuando alguien de mi generación se desesperaba, nuestros mayores solían decirnos: "ustedes no tienen experiencia histórica"....

¡.... y tenían muchísima razón....!